REFORMAS DEL ESPACIO PÚBLICO

¿Dónde va la moto?

Balmes ultima su reforma sin saber qué destino dar a los motoristas en la acera Las calles cercanas dan pocas opciones para aparcar

Semibatería 8 Una joven se dispone a coger su moto, aparcada sobre la nueva acera de Balmes, el lunes.

Semibatería 8 Una joven se dispone a coger su moto, aparcada sobre la nueva acera de Balmes, el lunes.

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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El proyecto de reforma de Balmes salió a concurso en agosto del 2013. Ya en octubre se conocían los detalles de la mejora, que básicamente seguía el esquema de lo que ya se hizo en el mandato anterior por debajo de la Diagonal en esta misma calle: pérdida de un carril de circulación para ganar espacio en las aceras. Las obras empezaron el 24 de noviembre, y está previsto que terminen en enero del año que viene. Se supone que cuando la piqueta se pone a trabajar en una mejora municipal, antes ya se han tomado todas las decisiones sobre cómo quedará la vía. La estética estaba clara, gracias a esos maravillosos renders (dibujos virtuales) que ayudan a poner imagen a las palabras. ¿Pero qué pasa con el día a día, con la rutina social, con los hábitos ciudadanos? Pues bien, con un tramo ya finalizado, entre plaza de Molina y Travessera de Gràcia, el consistorio no sabe todavía qué hacer con las motos que ya ocupan, sin incumplir la ordenanza, pero sí el objetivo del proyecto, los pasillos destinados al viandante.

Un portavoz municipal detallaba ayer que se están «estudiando distintas opciones para reordenar el aparcamiento de motos en esta zona», una decisión, asegura, que se tomará «en coordinación con los departamentos de Movilidad y Hábitat Urbano». Que citara a estos equipos no es baladí, puesto que este mismo diario advertía ayer, citando las mismas fuentes, que la decisión la tomaría el Distrito de Sarrià-Sant Gervasi. En cualquier caso, lo que es indiscutible es que la obra empezó y ha finalizado -en uno de sus tramos- sin una política de movilidad definida. Lo cierto es que el terreno no da para grandes inventos. Las opciones se pueden resumir en tres.

El ayuntamiento puede decidir dejar las cosas como están, esto es, permitir que las motos aparquen en semibatería y que se coman 200 de los 453 centímetros de la acera. Desde el punto de vista de la ordenaza, puesto que el corredor supera los tres metros, nada que criticar. Sí desde el punto de vista político, pues la finalidad era «ganar espacio para el peatón», algo que efectivamente sucede, pero en mucha menor medida de lo que cabría esperar. Si se compara con la anterior acera, cuando las motos aparcaban en línea y en paralelo a la calzada, los que van a pie apenas ganan medio metro.

Se puede optar por permitir que las motos estacionen de esa manera, en fila india, para que solo tomen prestado al viandante un metro. ¿Cómo? Importando el modelo de paseo de Gràcia, donde se ha pintado el aparcamiento sobre la acera. Puede verse lo mismo, por citar otro ejemplo, junto al mercado de Santa Caterina. Se trataría, al margen de señalizarlo en las entradas de la calle, de pintar una línea blanca que marque el terreno destinado a los motoristas, de manera que el ciudadano andante disponga de tres metros y medio.

Veto complicado

Optar por quitar las motos de la acera tiene sus riesgos. De la Diagonal hacia abajo se hizo sin dramas porque en las calles perpendiculares y en los cruces se pintaron más plazas. Pero Sant Gervasi no es el Eixample, y las calles que nacen y mueren en Balmes a ese barrio no tienen la anchura de las manzanas dibujadas por Cerdà. Sant Eusebi, Madrazo, Laforja, Marià Cubí... Solo la Travessera de Gràcia dispone de cierta entidad, de cierto músculo estructural para plantear una parrilla de párkings para motos que pueda suavizar un hipotético veto en la arteria. ¿Cuál será el plan final? Por ahora, no se sabe.