UNA ENTIDAD DE HORTA-GUINARDÓ

Después del suicidio

Sesión 8 Carles Alastuey conversa con dos familiares de suicidados.

Sesión 8 Carles Alastuey conversa con dos familiares de suicidados.

ÓSCAR HERNÁNDEZ / BARCELONA

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En una pequeña sala del Hospital de Sant Pau media docena de personas se sientan en círculo. Todas llevan consigo la foto de un familiar que quieren presentar al resto. Es la imagen de un ser querido que se suicidó. La sesión de terapia de grupo que organiza cada 15 días Desprès del Suïcidi-Associació de Supervivents estrecha los lazos entre los afectados por la muerte voluntaria de la persona amada y pone en común sus sentimientos contradictorios. Les ayuda así a sobrevivir a ese shock postraumático y a encarar el inevitable futuro.

Cecília Borràs perdió a su hijo único de 19 años. Ella y su marido tuvieron que pasar por el trago de asumir lo inasumible, el que muchos definen como el dolor más terrible: sobrevivir a un hijo. "La doctora Carmen Tejedor, que llevaba suicidios en el Hospital de Sant Pau y había hecho un plan de prevención para la Dreta de l'Eixample, nos animó a crear una asociación de familiares porque no existía ninguna", recuerda Borràs, quien no para de asistir a reuniones y congresos para abordar el suicidio, un problema que causa unas 4.000 muertes cada año en España, más del triple que los accidentes de tráfico.

La asociación que preside Borràs ha dado información a 978 personas desde que se creó hace tres años, de las que ha atendido a 350 y, de éstas, 50 han participado ya en sus terapias de grupo. Se constituyen grupos reducidos con los que se trabaja todo un año en unas 20 reuniones. "Los asistentes piensan al principio que están solos, se sienten perdidos. Cuando llegan al grupo pueden compartir lo que les ocurre. Ven que los sentimientos contradictorios que tienen (rabia hacia el fallecido por haberles dejado, sentimiento de traición, o enfado e ira) son comunes", cuenta Carles Alastuey, psicopedagogo de la entidad que se embarcó en el proyecto al conocer el suicidio del hijo de su cuñada, la propia Borràs.

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Alestuey, que evita ser definido como terapeuta -"yo solo acompaño al grupo, soy su facilitador"- explica que "las historia de suicidio son historias de abandono en las que el peso es el amor, no la vinculación" . Desmiente así que sea peor el suicidio de un hijo que el de un padre o la pareja. Influye más lo que se siente por esa persona que el parentesco.

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María José Gascón, de 43 años, llegó a Desprès del Suïcidi-Associació de Supervivents tras la inesperada muerte de su marido. Ella misma pensó en quitarse la vida, "Cada suicidio es un mundo. Hay gente que se culpa y otros no. Al explicar tu caso al grupo se crean vínculos. Yo ya había hablado de esto con amigos pero muchos explican el suicidio aquí por primera vez", cuenta Gascón. Añade que a ella la ayudaron mucho unos mossos d'esquadra que fueron a su casa unos días después y le facilitaron información de Desprès del Suïcidi.

"Antes de llegar aquí -cuenta Anna Lara, que perdió a su hermano- no podía explicar qué me había ocurrido. Me sentía perdida. Si fallece tu pareja con el tiempo puedes encontrar a alguien. Pero si se trata de tu hermano... En el grupo vi que no estaba sola. Traje la foto de mi hermano y les expliqué que era simpático y cachondo. Conté cosas que no hadije a mi marido ni a mi madre".

"En el grupo todos somos supervivientes", dice Alastuey, el coordinador. Perdió a su sobrino.