'OPERACIÓN BACAR'

Operación Bacar en el Raval: 26 narcopisos cerrados y 55 traficantes arrestados

Guillem Sànchez

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Tromba policial contra los narcopisos que ahogan el barrio del Raval de Barcelona. Desde las siete de la mañana de este lunes, 700 agentes de los Mossos d’Esquadra y 180 de la Guardia Urbana han desplegado una malla que ha aprisionado a 55 personas vinculadas con la mafia dominicana a cargo de pisos ocupados y convertidos en puntos de venta y consumo de droga, especialmente heroína, en el distrito de Ciutat Vella. En total, han derribado la puerta de 26 narcopisos. Al final del día, 13 de estos habían sido retornados a los dueños reales del inmueble y 5 más habían sido tapiados para evitar su reocupación.

La operación Bacar, el nombre que ha recibido una investigación iniciada en el mes de abril, ha permitido capturar a diversos líderes de grupos criminales de origen dominicano que se habían hecho con el control de la mayoría de narcopisos. Es decir, no solo se han cerrado 26 puntos de venta en activo, sino que se ha liquidado la estructura que los coordinaba y que los abastecía de droga. Entre el 2017 y el 2018, los Mossos y la Urbana habían llevado a cabo hasta este lunes 106 entradas con orden judicial en narcopisos, 82 de las cuales en el Raval. Todos habían sido golpes necesarios para mantener a raya el fenómeno pero insuficientes para evitar que se enquistara.

La aspiración ahora, tras la 'Bacar' y el dispositivo 'Ubic' -que aumentará la presencia uniformada de policías en los puntos más complejos del vecindario- es que en el Raval comience a sanar una epidemia cuyos brotes iniciales se detectaron a finales del 2016 y que acabó con la paciencia vecinal antes del verano del 2017, cuando las primeras protestas -caceroladas incluidas- pisaron la calle para pedir el auxilio de las autoridades.

Operación Bacar

Los narcopisos, domicilios abandonados y ocupados por traficantes de droga, ofrecen a los toxicómanos la posibilidad de inyectarse heroína en su interior. Su aparición provocó que, de la noche a la mañana, decenas de familias del Raval se despertaran con su bloque invadido por consumidores agarrotados por el síndrome de abstinencia que dejaban la escalera comunitaria infestada de jeringuillas usadas, sangre, orín e incluso heces. El fenómeno ha obligado a varias de ellas a abandonar el barrio. Y a las que se han quedado, a lidiar con un infierno. Por eso, Ángel, miembro de la asociación vecinal Acció Raval, no podía esconder esta mañana la sonrisa. Gala Pin, responsable municipal de Ciutat Vella, incluso confesaba en voz baja que sentía "ganas de abrazar a los policías"

Extirpar a los traficantes de los narcopisos es tan difícil porque, tras cada intervención policial, estos reabren el negocio enseguida gracias a dos factores. El primero es que en cada narcopiso las organizaciones disponen a un guardián -toxicómano- a quien nutren diariamente solo de la mercancía que venderá esa jornada. La estrategia consigue que cuando dichos guardianes son arrestados y puestos a disposición de juez responden únicamente por cantidades tan insignificantes de droga que pueden alegar autoconsumo. La segunda es que el ayuntamiento ha censado 600 domicilios abandonados en Ciutat Vella, muchos de los cuales en el Raval. Ambas cosas significan que los traficantes recuperan sus efectivos y pueden reubicarlos sin ninguna dificultad en un nuevo emplazamiento.

A los dos factores anteriores cabe añadir un tercero, que enmadeja el problema hasta convertirlo en una ecuación sin solución: muchos de los propietarios de estos locales, según confirmó una investigación de EL PERIÓDICO, son bancosfondos buitre o inmobiliarias, que ni denuncian las ocupaciones, ni presionan para desalojarlas, ni tampoco se presentan tras una intervención policial para tapiar la puerta y enladrillar la ventana. 

El origen de la investigación

La inviolabilidad del domicilio es un principio constitucional redactado para proteger la intimidad de las familias. Pero encajó como anillo al dedo de los traficantes de droga. Delincuentes de origen pakistaní, rumano y algún marroquí residentes en el Raval que pervirtieron ese precepto para crear los narcopisos y vender sin disimulo conscientes de que la policía tardaría meses en lograr una orden judicial que les permitiera desmontar el chiringuito. Pero el éxito del negocio llegó a oídos de los dominicanos a finales del 2017. Y con el desembarco de estos en Ciutat Vella, se multiplicaron los enfrentamientos violentos, algunos resueltos a machetazos en plena calle. O dejando cadáveres, como el de la calle de Groc. En poco tiempo, se quedaron con la parte más grande del pastel. "No era solo un problema de menudeo de droga, con los dominicanos se trataba de bandas organizadas que había que investigar a fondo", explica una fuente de la Guardia Urbana. La  Divisió d’Investigació Criminal de los Mossos, bajo la tutela del juzgado número 27, tomó las riendas. "Los pinchazos telefónicos nos han permitido hacer aflorar la estructura que estaba detrás de estos", explica un investigador.

La mayoría de los 55 detenidos esta mañana son de nacionalidad dominicana. Aunque algunos narcopisos, como el 7 de la calle Sant Climent, tenían narcos "italianos", según su propietario, que ha recibido una llamada de los Mossos y esperaba junto a las furgonetas, y con una carpeta bajo el brazo, que los investigadores le devolvieran las llaves de su piso. Tanto él como Sara son dueños de dos narcopisos de la misma escalera que han hecho insufrible el ambiente en la finca. "Venían unos 40 o 50 toxicómanos cada día". Ambos harán obras para poder realquilarlo. "Nos da miedo que vuelvan otros traficantes mientras trabajan los paletas". 

Todas las fuentes policiales consultadas por este diario coinciden en que se ha ganado una batalla importante contra los narcopisos. La guerra continuará durante los próximos días. El problema aún no está solucionado.