Baile sin disfraces

El presidente del Getafe, Ángel Torres, sufre una tarde de miedo en el palco contemplando al monstruoso Messi

Leo Messi, durante una acción del partido

Leo Messi, durante una acción del partido / PERIÓDICO

DAVID TORRAS / BARCELONA

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Angel Torres se ahorró la comida de directivas, haciéndose el ofendido, pero no se libró de contemplar desde el palco el baile del Barça. Sin disfraces. Vestidos de futbolista, como siempre, salvo alguna excepción como en la noche de Halloween que tanto le irritó y que tantas dudas dejó, con  la sensación de que él o alguien del club se esforzó en ensuciar más de la cuenta el vestuario para ensuciar la imagen de los jugadores. Aquel día salieron del Coliseo con la cara pintada; en el Camp Nou se la pintaron al Getafe, que pagó a cuenta de su presidente, de quien Piqué, siempre Piqué, recordó su condición de madridista, el club al que en el fondo desearía gobernar.

Con cara de palo, charlando de vez en cuando con Bartomeu, mientras su Getafe vivía una tarde de miedo, un calvario que le acerca un poco más al infierno del descenso, en ese ataque de pánico que provoca haber sumado 1 punto de 27. Torres, que debe ser un admirador de Cristiano, ni que sea por la camiseta que viste, sufrió el castigo del monstruoso Messi, capaz de ser cada día más endiablado por más difícil que lo tenga. El 10 siempre juega de 10, empeñado en ser Messi a cada momento, más enchufado que nunca, más genial que nadie por más que ande cuando todos los demás corren. También así, parado, es el mejor.

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Messi dejó otra actuación admirable, aunque quedará en el olvido, engullida en su colección interminable de grandes obras. Un partido con un gol y tres asistencias (un récord personal, que ya es difícil que tenga alguno por batir), que pasará de largo, sin que ni él ni casi nadie le de el valor que merece por muy Getafe que tuviera delante.Un partido más de Messi, que sería el mejor partido que la mayoría de los futbolistas jugarían en su vida y nunca jugarán, 

Es que falló un penalti, dirán, otro, sí. Todo un misterio, aunque su estadística no está muy lejos de los grandes especialistas, Pero, sí, sorprende que no sea infalible, seguramente, porque nadie concibe que Leo pueda fallar. Se ha ganado esa condición casi inhumana y cómo va a perderla desde  los 11 metros, cuando más fácil parece.

Pero justo después de mostrar esa ‘debilidad’, Leo se alzó sobre todos para revindicar su nombre, el que hace años pidió que recordaran, con cara de niño, y nadie olvidará. Desde 11 metros, no. Demasiado cerca. Y sin defensas, tampoco. Demasiado aburrido. Así que pilló la pelota en el balcón del área, se paró, giró sobre sí mismo y soltó un latigazo que describió una curva imposible, abriéndose de izquierda a derecha, girando y girando y burlando a Guaita que poco antes le había adivinado la intención. Desde 11 metros, desde casi 20, no tuvo nada que hacer.

DOS REGALOS A NEYMAR

No estaba Suárez, reservado al fin después de jugarlo todo, una señal que refuerza la importancia de lo que viene por delante y la necesidad de no gastar fuerzas en vano. Pero volvió Neymar y recibió dos regalos de su amigo Leo, dos pases de gol que liquidó con la misma alegría con la que baila en un escenario. Nunca deja de comportarse como el brasileño que es, un riesgo que propició que en una de sus correrías el Getafe saliera a por él, una tras otro, con ánimo de cazarle. Messi, en cambio, nunca da la sensación de faltar a respeto,.

Como Iniesta, que también dio un recital sin levantar la voz, y que se ganó la ovación del Camp Nou. No forma parte de ese selecto tridente pero los tres quieren tenerlo cerca, ahí detrás, siempre listo para recibir el balón y devolverlo donde nadie lo espera porque nadie lo imagina. La pregunta es: ¿Quién puede parar a este Barça? H