EL MOMENTO CLAVE DE LA TEMPORADA

La Liga de Anoeta (y de Messi)

El Barça renació en cuatro asombrosos meses pilotado por la madurez de la estrella argentina, que se reinventó como jugador

El banquillo del Barça en Anoeta, con pesos pesados como Messi, Piqué, Neymar y Alves.

El banquillo del Barça en Anoeta, con pesos pesados como Messi, Piqué, Neymar y Alves. / periodico

MARCOS LÓPEZ / MADRID

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Nunca una derrota, y por la mínima, permitió ganar tanto. Y en tan poco tiempo. No fue zarandeado el Barça en Anoeta ni tan siquiera mancillado. Perdió 1-0 y por autogol de Jordi Alba. Allí se produjo un violento choque de trenes que amenazó con llevarse por delante a todos: Luis EnriqueMessi (adiós a todo en enero era desperdiciar otra temporada), Zubi (se lo llevó), Bartomeu (igual no era hoy presidente), Barça... El relato no por conocido deja de sorprender todavía hoy, con una Liga en la mano tras cuatro meses de renacimiento asombroso de un equipo que entró en una tormenta imprevisible.

Derrota en Anoeta, no hubo humillación ni se perdió título alguno, Messi y Neymar, suplentes -esa foto del banquillo donde también están PiquéRakitic Alves es, en realidad, el cambio del Barça-, despido clandestino del director deportivo que eligió a Luis Enrique («su marcha me debilita», dijo entonces el técnico) y la «gastroenteritis», esa fue la coartada oficial, de la estrella que puso al club al borde de la ruina.

Fueron días de caos. Y, sobre todo, de nerviosismo. Mucho más en las oficinas que en el campo, acostumbrados algunos jugadores a vivir no solo el Barça del éxito sino también padecer el de la miseria. Ni pudieron imaginar Luis Enrique y Bartomeu el valor que tendría la decisión de Xavi de seguir un año más. ¿Se habría recuperado el equipo sin él? Tal vez, sí. O quizá no. Lo que sí se sabe es que Xavi, que fue compañero de Luis Enrique en el campo en su época de jugador y a quien Messi escucha, medió para que el Barça no se despidiera de todo recién iniciado el 2015.

SEMANA DECISIVA

El Barça, y no solo el equipo, había entrado en combustión. Messi había desaparecido en el único día en que se entrenaba a puerta abierta -la víspera de Reyes-, dejando al desnudo la precariedad del club. Luego, lamentó no estar con los niños, pero el divorcio entre la estrella y el técnico, que apenas llevaban seis meses de convivencia, se hizo público a ojos del mundo. Fue entonces cuando apareció Xavi, que conoce los dos Barças mejor que nadie. El de la opulencia deportiva -lo ha ganado todo con Guardiola Laporta- y el de la autodestrucción con aquella travesía del desierto con Gaspart. Esa semana medió Xavi, pactaron los capitanes (Iniesta Busquets), incluyendo a Piqué para reconducir no solo a Messi sino la temporada.

Resultó ser una semana decisiva y no por el inmediato duelo copero con el Elche (5-0) tras la caída en el vestuario sino porque llegaba el Atlético al Camp Nou -justo hace una vuelta de ese duelo- para jugarse la Liga. Fue algo más que una victoria (3-1) y bastante más que el reencuentro del tridente: goles de Neymar, Suárez y Messi. La lava del volcán culé amenazaba seriamente con llegar al palco -Bartomeu, presionado por sus vicepresidentes y en contra de su opinión, tuvo que convocar elecciones anticipadas-, que no había conocido, ni conocía, la versión voraz del Barça. Aquel triunfo, con un compromiso indiscutible por parte de los jugadores, empezando por Messi, apaciguó el entorno y, sobre todo, al universo culé que ni intuía lo que se le vendría después encima. El nacimiento de un Barça realmente imparable.

SOBERBIA SEGUNDA VUELTA

Venía de sumar 38 puntos en las 17 primeras jornadas, con tres derrotas (Madrid, Celta y Real) y dos empates (Málaga y Getafe) y encadenó luego 53 puntos en las 20 siguientes. O sea, solo una derrota (Málaga) y un empate (Sevilla) como pruebas de que todos hicieron bien su trabajo -el técnico, de forma inteligente, cedió; la estrella cambió; el grupo se fusionó-en aquella semana de enero que cambió al Barça. Se asistió, al mismo tiempo, a la increíble reinvención de Messi como futbolista. Del banquillo de Anoeta a la Liga del Calderón. Perdón, la Liga de Anoeta. Y de Leo.

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