CRECIMIENTO DE UN CRACK

Dembélé, más que brotes verdes

El delantero francés se consolida poco a poco como la tercera pata de un nuevo tridente

Dembélé, en una acción en valladolid.

Dembélé, en una acción en valladolid. / .44777533

Marcos López

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Anda fino Ousmane. Anda tan fino que Valverde le ha hecho sitio en su esquema, convencido de que ese talento, aún salvaje (tiene 21 años), le dará mucho al Barça. Para empezar, el técnico ha recuperado el 4-3-3 para que el joven se sienta trascendente. Llegó Malcom, un tipo rápido, vertical, de banda, y el ‘Mosquito’, ese apodo se lo puso Umtiti, su amigo del alma, se sintió bajo sospecha. Valverde, en cambio, actuó con la naturalidad que exigía una apuesta de 145 millones de euros (el segundo fichaje más caro de la historia del club), desoyendo el run-run que sacudía los despachos del club. Y Ousmane se lo ha agradecido a lo grande.

Son algo más ya que esos discontinuos brotes verdes que exhibió a finales de la pasada temporada, sacudido por dos graves lesiones musculares que le tuvieron más tiempo en la enfermería que en el campo. Ousmane es la tercera pata de un nuevo tridente. Messi es el jefe. Y Luis Suárez es el amigo del jefe. No es fácil ganarse la confianza de ellos. Pero, poco a poco, y con zambombazos como el que soltó en Tánger que valió una Supercopa de España, todo es más fácil.

Cinco remates

Se esperaba a Malcom y llegó Dembélé, jugador del cual resulta imposible descifrar si es diestro o zurdo. Por eso, Valverde le envía primero a la izquierda porque el territorio de Leo arranca en la otra punta y se extiende por todos los rincones del campo. Ousmane empieza de extremo zurdo, pero suele terminar siempre en el flanco diestro. Así ocurrió ante el Sevilla. Así se repitió también contra el Valladolid.

Allí, en medio de ese jardín para conejos escondidos en las madrigueras del Nuevo Zorrilla, emergió la nueva figura de Dembelé, un joven desinhibido, que absorbió el capital ofensivo del Barcelona en una noche difícil de explicar. Difícil de explicar y de jugar por ese vergonzoso césped donde todos temían caer lesionado. El Mosquito realizó cinco remates. O sea, el 50% de los disparos del equipo llevaban la firma del delantero francés en una noche donde Messi, con toda la prudencia del mundo, entendió que su principal objetivo era no romperse. A la espera, además, de que Suárez recupere la forma perdida. Mientras llega ese día, el uruguayo es intocable para Valverde. No lo quita nunca. Lo quitó, eso es verdad, en Valladolid, pero era ya en el tiempo añadido.

Cambio revelador

Dembélé, en cambio, empieza siempre de titular. Pero, por ahora, no acaba ningún partido. Y en dos de los tres encuentros oficiales ha sido sustituido por Arturo Vidal. La secuencia es casi idéntica. Marca el ‘Mosquito’ el gol decisivo y luego deja su lugar al poderoso centrocampista chileno en un cambio que retrata, al mismo tiempo, una declaración de intenciones por parte de Valverde.

Con el francés queda instaurado el 4-3-3, con el consiguiente perjuicio que eso implica para Coutinho, obligado a vivir lejos del área, ocupando la casa que fue de Iniesta en el interior izquierdo durante los tres últimos lustros. Se va Ousmane, aparece Arturo y se instala el 4-4-2, que evoca a la fórmula empleada el pasado curso por el ‘Txingurri’ cuando tenía a Paulinho en su vestuario.

Dembélé está desinhibido. No solo eso. Está disfrutando, más allá de que sus imprecisiones en el último instante para ejecutar sus decisiones ensucian un poco su fútbol, pero ha dejado ya dos goles decisivos. Además, el Camp Nou lo ovacionó cuando Valverde, siguiendo con la tradición, lo sustituyó (entró Arthur, no Arturo) en el estreno liguero ante el Alavés. Justo ayer hacía un año que era fichado. Y ahora el Mosquito se despereza.