Barcelona enamora

Barcelona se ha ganado su reputación durante muchos años y las experiencias de quienes la visitan son muy positivas. Esta percepción no se ve perturbada por quién la preside o por cuestiones políticas como el proceso independentista.

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XAVIER OLIVER, PROFESOR DE IESE BUSINESS SCHOOL. UNIVERSIDAD DE NAVARRA

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La mención de una ciudad a una persona cualquiera hace que inmediatamente abra la carpeta en su cerebro donde ha archivado todo que conlleva aparejado ese nombre. Si nombro Marrakech, ¿qué le sugiere? Si vamos de lo más superficial a lo más profundo, es posible que respondamos primero: una ciudad de Marruecos. Para aquellos de ustedes que la hayan visitado, esa carpeta contendrá muchísima más información que se referirá a lo que vio, olió, sintió, aprendió… y si me apuran, el nombre del hotel, el del guía, la población total de la ciudad, el color de los taxis, los colores de la plaza Jamaa el-Fna, lo que compró y lo que más le gustó.

Las experiencias son el elemento fundamental que configura la percepción de las marcas de ciudades. Si nunca han estado en Marruecos, imaginen que alguien les dice que Marrakech es sucia, ruidosa, huele mal y es insegura. Confían en que la haya visitado y la conozca bien. Pero si descubren que habla de oídas, empezarán a dudar de sus apreciaciones, sobre todo si otros les han contado lo contrario. O sea que, a falta de la experiencia personal, configuramos nuestras percepciones en función de los comentarios creíbles de otros que puedan transmitirnos esas sensaciones que archivaremos convenientemente en la carpeta Marrakech.

Haga el experimento y piense en ciudades que no haya visitado, por ejemplo, San Petersburgo, Ciudad del Cabo o Melbourne. ¿Qué le viene a la cabeza? ¿Positivo o negativo? ¿Ganas de visitar alguna de ellas? ¿Todas?

Ciudades cosmopolitas

Hay ciudades que hace muchos años entendieron que ser cosmopolitas es fundamental para sobrevivir, que los visitantes las enriquecen, que convertirse en lugar de intercambio y de comercio, de arte y arquitectura las mejora. Las ciudades que invirtieron e invierten en su urbanismo y en su equilibrio para que los demás se sientan bien en ellas, tienen una mayoría de habitantes de amplias miras, abiertos y enfocados hacia fuera. Viajantes, aventureros con ansias de conocer y aprender. Tolerantes y pacíficos. Y son ese tipo de habitantes los que se convierten en embajadores de su ciudad, a la que aprecian y aman.

Por el contrario, aquellas urbes que miraron hacia dentro, que vieron solamente el valor de la industria y la riqueza, que defendieron su feudo a cal y canto, han debido reinventarse cuando se dieron cuenta de que no figuraban con tres estrellas en las mejores guías de viajes ni tenían muchos 'likes', comentarios y conversaciones en las redes sociales. Esas ciudades han producido ciudadanos a quienes cuesta mucho adaptarse a las culturas ajenas y siguen hablando de sus bebidas, sus comidas, sus hábitos de vivir como los mejores de la tierra. Viajan buscando ansiosamente lo que pueda parecerse más a lo de su tierra en vez de disfrutar experimentando. Son los que prueban el arroz en Shanghái y piensan en la paella, prefieren las croquetas al 'dim sum' y rechazan la comida libanesa, la coreana o la de cualquier país de África. El producto de esas ciudades ha sido, normalmente, la intolerancia y la imposición de su cultura frente a los demás y las carpetas con su nombre no están llenas de experiencias sino de curiosidades y anécdotas.

Barcelona es una ciudad que se ha ganado su reputación durante muchos años. No todo empezó durante los Juegos Olímpicos de 1992. Los valores que han rodeado siempre a esta ciudad se han ido reforzando a lo largo de los años, porque las experiencias de quienes la han visitado son mayoritariamente muy positivas. Es lo que podríamos calificar como un sobresaliente en satisfacción de los usuarios. Quizás porque la población tiene esa convicción que lo primero que debemos cuidar es a ellos, los que nos visitan, y hacerles sentir la misma emoción que nosotros sentimos por habitar en uno de los mejores lugares del planeta. Lo más importante que le puede ocurrir a una ciudad es que sus habitantes estén enamorados de ella y Barcelona es un ejemplo paradigmático de ello. Carpetas llenas de experiencias, historias y cultura para compartir. Hemos plantado y sembrado durante muchísimos años esa imagen que quienes nos visitan se llevan de esta urbe y eso no se borra, porque la ciudad la configuran las personas que habitan en ella.

Ver el mundo en pequeño

Se han alzado algunas voces que, muy a la ligera, afirman que las percepciones de una ciudad pueden perturbarse por factores tales como quién la preside, por cuestiones políticas como el proceso independentista, por los números que derivan de las cantidades invertidas en ellas o las empresas que han decidido cambiar su sede social. Siento tener que contradecirles porque vuelven a ver el mundo en pequeño, mirando solamente el corto plazo sin darse cuenta que Donald Trump no cambiará nuestra percepción de EEUU y menos de la que tengamos de Nueva York, Washington, Los Ángeles o Chicago.

La historia se escribe a lo largo de los años. Hay muchos episodios que se olvidan, pero ahí quedan las ciudades que han sido bombardeadas, han sufrido atentados terribles, que han tenido gobernantes que no han dado la talla, que se han peleado con sus vecinos, que han pasado por dictaduras e injusticias y siguen teniendo una imagen que hemos configurado a base de nuestras experiencias o las de los demás que podamos creer. Porque, repito, las ciudades las conforman sus ciudadanos, sean de izquierdas, de derechas o de medio centro. Porque las ciudades como Barcelona no se hacen en cuatro días sino con el tesón de muchos que, grano a grano, han configurado una forma de ser que no se borra de un plumazo porque alguien quiera demostrar que una opción política, de gobierno o de organización es mejor que otra.

Y ahí va mi frase favorita: si quieren ustedes que les quieran, quiéranles ustedes primero. Barcelona y los barceloneses que en ella habitamos, hace muchos años que hemos querido a quienes nos visitan, nos hemos preocupado de respetarla, de ofrecer lo mejor que tenemos y por eso es una de las ciudades más deseadas del mundo. Sigamos siendo fieles a esta ciudad y no dejemos que nos manipulen de nuevo.