La clave es el crecimiento

Enric
HERNÀNDEZ

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La crisis de la última década se ha llevado por delante decenas de miles de pequeñas y medianas empresas. Algunas, acuciadas por el desplome de la demanda, aceleraron la internacionalización de sus negocios y se salvaron así del hundimiento. Muchas, la inmensa mayoría, han recortado sus costes salariales --mediante rescisiones contractuales o bajadas de sueldos-- para capear el temporal. No pocas han bajado la persiana para siempre; otras han vuelto a levantarla. Todo ello, sin que desde los poderes públicos hayan adoptado las medidas necesarias para guarecer a las pymes ante futuros vendavales. No porque ignoren las recetas, sino porque no aciertan a expedirlas de forma efectiva.

La clave para la supervivencia de las empresas medianas y pequeñas es, paradójicamente, dejar de serlo: ganar dimensión para ser menos vulnerables ante los cíclicos vaivenes de la economía.Cuando la economía española estaba en la UVI de la Eurozona, las instancias comunitarias ya alertaron de que eran necesarias cuantiosas y profundas reformas para remover los escollos que entorpecen el desarrollo empresarial. Con notable retraso, el Gobierno de Mariano Rajoy trazó el pasado año esa orografía: 130 obstáculos para el crecimiento económico cuya supresión exigiría revisar un centenar de normas legislativas. Ninguna de estas reformas se ha acometido con la suficiente determinación.

Para no perdernos en la casuística, citaremos el ejemplo más manido: la morosidad, tan dañina para las pymes como para los trabajadores autónomos. El Ejecutivo socialista impulsó la primera ley contra la morosidad y el del PP la desarrolló en el 2013, pero su impacto real, siendo sensible, no ha impedido que el promedio de pagos atrasados se mantenga bastante por encima de los dos meses. Una tasa que sigue siendo superior en el sector privado que en el público. En la práctica, esto convierte a las pymes, a su pesar, en una suerte de 'banca' para las administraciones y las grandes empresas, que retrasando los pagos ganan liquidez y aminoran sus costes financieros, endosándoselas a las más pequeñas.

Son abundantes los ejemplos de cómo un marco regulatorio demasiado rígido frena la actividad empresarial en España. Defender su remoción no equivale a sucumbir a los cantos de sirena del neoliberalismo. Antes al contrario: significa proteger el tejido empresarial local, ayudándole a ganar dimensión frente a las grandes corporaciones y a las multinacionales, con más capacidad que las pymes para esquivar los obstáculos regulatorios.