ENTREVISTA

"Hay historias preciosas detrás de la inclusión laboral"

Josep Roset preside la Federació de Centres Especials de Treball de Catalunya

Josep Roset

Josep Roset / periodico

Carme Escales

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Josep Roset (La Pobla de Segur, 1967) está al frente de la coordinación de la inserción laboral. Preside la Federació de Centres Especials de Treball de Catalunya (FECETC), que agrupa a 71 Centros Especiales de Trabajo (CET) que emplean a cerca de 5.850 personas, un 86% de las cuales tiene discapacidad. Llegó a la federación a partir de su propia experiencia. Con un socio, en el 2000 fundó una empresa de externalización de servicios de personal para empresa (seguridad, limpieza, logística) en la que prestaron mucha atención a quien nuestra sociedad más excluye del mercado laboral.

-Póngame un ejemplo de su actividad.

-Contratamos a gente mayor de 50 años, algo que no se hacía entonces, tampoco hoy. Nosotros encontramos a gente muy válida que el mercado excluye siguiendo esa cultura anglosajona de no contratar a partir de una edad.

-¿Por qué copiamos lo peor?

-En este caso, el argumento principal de quien no contrata a personas mayores es porque aducen que con más experiencia pueden haber adquirido vicios y malas costumbres. A alguien que empieza –dicen- se le paga menos y se le puede modelar.

-¿Y cómo les fue a ustedes?

-Tuvimos un resultado excelente. Al principio todos nuestros empleados que trabajaban directamente con el cliente eran mayores de 50 años. Buscábamos gente que viviera cerca de donde trabajaban, porque sabemos que eso es calidad de vida. Y pagábamos sueldos de mercado, aportando beneficio social por esa inclusión.

-¿Cuáles más hicieron?

-Hicimos tallas y patronaje de uniforme para mujeres en sectores donde no se hacía aún. Las empresas de seguridad, por ejemplo, eran castrenses muy militarizadas, faltaba dignificar a la mujer en el tema del uniforme.

"Eres bueno en aquello que te sale solo, cada cual en su nivel. Ilusión y pasión son el motor"

-Y en el 2010 crearon su propio CET.

-Gracias a nuestros clientes, ya con mucha conciencia social. Y fue un punto de inflexión. Dentro y fuera. Aquello introdujo alegría, un aire fresco en la empresa. La gente vio que su esfuerzo diario tenía una recompensa añadida, la satisfacción de incluir a quien no tenía antes una oportunidad. Hay historias preciosas detrás de la inclusión. Yo entré en el patronato de la FECETC para saber cómo trabajaban otras empresas la inserción de personas con discapacidad. Aprendí mucho. Debes estar educando constantemente, pero el futuro pasa sí o sí por las políticas sociales y medioambientales.

-Y en la cresta de la ola, recibieron una oferta de compra.

-Sí. Una multinacional que valoró mucho nuestra apuesta por la inclusión. Y vendimos.

-Fueron prescriptores de humanidad, una tarea que hoy ejerce con la federación.

-Ayudamos a las empresas a hacer el cambio de chip, a entender que si pones en tu mente ser solidario con la gente, tanto empleados como clientes, el retorno que eso tiene es increíble. La mayoría de empresas temen que la inserción laboral de personas que hasta ahora lo han tenido más difícil para ser contratadas, ponga en peligro la productividad. Debemos ayudarlas a creer en la inclusión. Se sorprenderían, porque una inserción bien hecha y bien acompañada mejora los dividendos. Hay muchos ejemplos que lo demuestran. Recuerdo uno en el que contratar a seis personas con síndrome de Down mejoró la productividad de aquella empresa un 30%.

-A cada cual su lugar y tarea idóneos.

-No es ningún eslogan publicitario el concepto de las diferentes capacidades para referirnos a las personas con alguna discapacidad. ¿A caso alguien es capaz en todas las dimensiones de la vida, personal y laboral? Poner el acento en las diferentes capacidades, alude a la realidad cuando se conoce en primera persona a quienes tienen sus límites en algunas capacidades, siempre hay otras posibilidades en esas personas que son fantásticas, valiosísimas en un ambiente de trabajo y en un mercado exitoso. Eres bueno en aquello que te sale solo. Y cada cual en su nivel. Yo he reconvertido a un contable en comercial. Si hay ilusión y pasión, hay motor.

-La desubicación dentro de las empresas abunda. ¿Por qué no se explora bien cada talento?

-Y no solo el talento. Yo, en mis numerosas entrevistas para emplear a gente, aún hoy, siempre pregunto la trayectoria en casa. Todos hablan de su experiencia, sus estudios, pero, ¿cuáles son sus principios, sus valores?, ¿qué hacían su padre y su madre? Todo eso a mí me sitúa en la persona. Somos lo vivido, lo recibido, y lo aportado. Creo que el éxito de nuestra empresa fue haber sabido respetar la historia que hay detrás de cada persona. Supimos ayudar, escuchar y gestionar. Y personalizar. En un mundo tan deshumanizado y global donde el objetivo es la rentabilidad, le dimos la vuelta a la tortilla, construyendo una empresa diferente con personas diferentes, que es donde está la riqueza.

-¿Y en su familia, qué hacían?

-Mis abuelos tenían un molino de harina y hacían pan. Mi padre, con un socio, montó un taller mecánico en La Pobla de Segur. Cuando yo tenía 14 años, me dio una escoba para tener el local siempre limpio. Me daba 100 pesetas la hora. Él me enseñó lo que siempre he aplicado: ponerme en la piel del cliente, saber en qué le puedo ayudar y poder hacerle su traje a medida. Si todos ayudásemos sin esperar nada a cambio, y nos escuchásemos más unos a otros, cómo cambiaría la sociedad.