LA REFORMA PSIQUIÁTRICA EN LA CIUDAD ITALIANA DE TRIESTE

El psiquiatra que cerró el manicomio

La 'ley Basaglia' reconoció en Italia hace 40 años los plenos derechos de ciudadanía a las personas con trastorno mental

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Carme Escales

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El nombre de Franco Basaglia es un referente para la psiquiatría en Italia. También en Europa. La manera en que este psiquiatra italiano abordó hace 40 años el tratamiento de las personas diagnosticadas con un trastorno mental descolocó a muchos. Liberarlos de su aislamiento en los centros hospitalarios donde vivían recluidos, lejos de toda socialización, fue el primer antídoto que Basaglia aplicó por el bien de su salud. Entendió que la respuesta a su enfermedad no podía ser únicamente el control, y propuso una reforma para implicar a la sociedad y a los propios afectados en su curación o mejora.

El 13 de mayo de 1978, el Parlamento italiano aprobó la ley 180 sobre Investigaciones y Tratamiento Sanitario Voluntario y Obligatorio. En su artículo primero, la norma, conocida como 'ley Basaglia', establece el respeto de la dignidad de la persona y de sus derechos civiles y políticos garantizados por la Constitución, incluso el derecho a la libre elección del médico y lugar de su tratamiento.

En Trieste no se practica la contención física de los pacientes durante sus fases de crisis más agudas

A partir de entonces, los 90 hospitales psiquiátricos italianos -los manicomios-, fueron paulatinamente cerrando sus puertas como lo había hecho el primero, en la ciudad de Trieste, desde donde Franco Basaglia convenció a la comunidad médica y a las administraciones del beneficio social de poner fin a la isolación de los pacientes psiquiátricos. Dotar a los hospitales generalistas y al territorio de recursos para continuar su atención adecuada y acompañamiento en la recuperación de sus derechos, con una vivienda y trabajo dignos y la supervisión de los profesionales sanitarios fue el siguiente paso.

En Trieste, con 200.000 habitantes, existen cuatro centros de salud mental. En ninguno hay puertas de seguridad que impidan salir o entrar libremente a los pacientes. Tienen asistencia de enfermería las 24 horas, dormitorios, comedor y salas donde los usuarios siguen terapias con psicólogos y formaciones con las que trabajar su retorno social y laboral.

«También gestionamos apartamentos que cuentan con la presencia constante de un técnico sanitario», explica Mauro Corso, uno de los profesionales que trabajan en el servicio de rehabilitación psiquiátrica de Trieste. Lo hace en uno de los cuatro centros de salud mental de la ciudad. «En caso de emergencia en crisis agudas de fases breves que requieren un ingreso temporal, disponemos de seis camas», apunta. «Y el apoyo a domicilio es otro de los servicios que damos, cuando el paciente convive en familia».

Pacto, y no contención

Además de sus instalaciones de atención a personas con un diagnóstico de salud mental y a sus familiares, con puertas siempre abiertas y sin batas blancas, hay algo que aún hoy lleva a profesionales de toda Europa a viajar a Trieste. Quieren conocer y formarse en el acompañamiento de las personas que conviven con una enfermedad mental en sus momentos de crisis más agudas. Porque Trieste, además de liquidar el manicomio, puso fin a la contención física de los pacientes. «El último escalón es la fuerza. No aplicar la contención vehicula una tranquilidad importante para la persona», puntualiza Alessandra Oretti, psiquiatra responsable del servicio psiquiátrico de diagnosis y cuidado de salud mental de Trieste. Tampoco en las instalaciones donde los equipos de este servicio reciben a pacientes derivados de urgencias que precisan un breve ingreso hay puertas o barreras que impidan salir o entrar.

«Sustituimos la contención –nada de camisas de fuerza ni correas para inmovilizar en la cama– por una gestión relacional, para lo que contamos con 4 enfermeros para 6 usuarios. Tiempo, espacio y ambiente para estar con el paciente durante su crisis son factores clave», expone Oretti. «El primer impacto aquí es muy importante, puede marcar las siguientes crisis y también a la familia», señala el enfermero del servicio, Domenico Petrarca. «Trabajamos una negociación, en una situación que desborda», añade Petrarca.

"Trabajamos una negociación, ayudando a la persona a gestionar su miedo en la situación de crisis»

Otra manera es posible

Flexibilidad en cualquier detalle, sea la presencia de un familiar o alguien de confianza que está presente en el momento de sobrellevar la crisis, o los horarios, sin atención al tiempo que requiera ganarse su confianza reducen las posibilidades de nuevas crisis. «Una vez llega la calma, es el mismo paciente el que pide la medicación para poder descansar y proseguir con su normalidad. Solo en algún caso usamos la sedación, pero nunca atando», dicen.

Es la psiquiatría democrática que Franco Basaglia consideró el mejor puente entre el hospital y la vida en sociedad, «para que toda persona con enfermedad mental recupere poco a poco todos sus derechos como ciudadano», declara el doctor Roberto Mezzina, director del departamento de Salud Mental de Trieste, Centro colaborador de la OMS para la investigación y formación en salud mental.

 «Colocar en el centro de todo tratamiento las relaciones humanas no es una innovación, es la base de nuestro trabajo», precisa Mezzina. «Saber qué factores han podido desencadenar una crisis nos ayuda a cambiar cosas. Y trabajar por la salud y la vida y no sobre la enfermedad es el gran cambio de óptica», concluye.