ENTREVISTA

Corine Pelluchon: "La intensidad del sufrimiento animal es una vergüenza"

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Núria Marrón

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Corine Pelluchon nació en el campo, en un granja de vacas lecheras: «Todas tenían nombre y vivían unos 13 años», recuerda. Sin embargo, no fue hasta el 2003, «viendo unos vídeos», cuando tomó conciencia de la «intensidad del sufrimiento animal», que queda «oculto» a las miradas, dice, pero que «hay que aceptar porque es una vergüenza». En su 'Manifiesto animalista. Politizar la causa animal' (Reservoir Books) traza una teoría política en la que aboga por una economía al servicio de los «vivos, no de los lobis», y afirma que «nuestra relación con los animales es un espejo que refleja en qué nos hemos convertido». 

¿Es muy feo lo que ve en ese espejo? Básicamente, veo un modelo de desarrollo, de forma de vivir, de carácter violento y basado en la explotación sin límite de los seres vivos, también humanos. La causa animal es en primer lugar importante para los animales porque los consideramos objetos, los convertimos en productos industriales, les arrancamos la piel y los matamos a menudo en situaciones tremendas, cuando ingerimos demasiadas proteínas de origen animal -y en Alemania, por ejemplo, se ha detectado una concentración de antibióticos en la carne que está desarrollando resistencia a los fármacos-, no necesitamos abrigos de piel y el coste ambiental es tremendo. ¿Sabían, por ejemplo, que los zorros, encerrados en pequeñas jaulas, se vuelven locos, dando vueltas sobre sí mismos y se arrancan la piel antes de morir electrocutados tras haberles metido un electrodo en el morro y otro en el ano? ¿Que las condiciones de los empleados en los mataderos a menudo son muy precarias?

"Nos hemos deshumanizado,
actuamos como si los animales no tuvieran derecho a existir, como si la tierra fuera nuestra"

¿Y por qué dice que la causa animal es estratégica? Porque es el reflejo de una economía que antepone el beneficio y no está al servicio de la vida, de la felicidad de los seres. ¿En qué nos hemos convertido para aceptar todas estas aberraciones, toda esta violencia extrema? 

Dispare. Creo que todo esto subraya que nos hemos deshumanizado. Actuamos como si los animales no tuvieran derecho a existir, como si toda la tierra fuera solo nuestra, como cuando arrasamos con todo su hábitat para elaborar aceite de palma, por ejemplo. Eso demuestra que hemos perdido completamente la decencia y el límite del buen derecho.

¿Y dónde situa usted ese límite? El artículo cuatro de los Derechos Humanos dice que el límite de la libertad es el otro. Hoy, yo entiendo que ese límite son las generaciones futuras, las otras especies y la gente que vive lejos de mi casa, no solo mis vecinos, porque la globalización provoca impacto sobre personas que residen en la otra punta del planeta. Por tanto, creo que hay que intentar completar esa magnífica herencia inacabada de la ilustración, y la causa animal es uno de sus capítulos profundamente humanista.

"El límite de la libertad es el otro: las generaciones futuras, las otras especies y la gente que vive lejos de mi casa, no solo mis vecinos"

Perdón, ¿dice humanista? Me refiero a un humanismo distinto, que promueva otro modelo de desarrollo que integre elementos humanos y no humanos, que enlace con un proceso de recivilización que sea un poco más, digamos, humanizante. Debemos caminar hacia una reconstrucción social y política. De ahí que mi manifiesto no sea solo una denuncia, sino también una esperanza.

¿Pero cómo afrontar el sufrimiento animal si a menudo permanecemos insensibles ante el humano y no sabemos ni cómo hacerle frente? Sí, ¡por supuesto! Apostar por la mejora de la condición animal no supone olvidar la miseria ni las desigualdades, que no cesan de aumentar. Al final, parece que solo cuentan los que poseen, ¿verdad? Y lo cierto es que las personas, incluso cuando no somos, digamos, malas, hemos desarrollado una insensibilización, hemos frenado la capacidad de sentir compasión hacia otros seres humanos de los que nos sentimos distintos y también hacia los animales. Está claro que no podemos poner a animales y personas en el mismo plano, pero la novedad del siglo XXI es que la causa animal, la medioambiental y la justicia social convergen. Urge  adentrarnos en un camino que nos permita construir un mundo que no esté basado en la dominación. 

Usted insiste en que la violencia que ejercemos sobre los animales revela el desprecio que sentimos hacia seres que consideramos diferentes o inferiores. Pero resulta chocante cuando parece comparar la violencia contra los animales y contra las mujeres. A ver, en absoluto las estoy poniendo en un plano de igualdad. A mí no me gustan las amalgamas. Sin embargo, la violencia se ejerce contra el otro, que acostumbra a ser más vulnerable. Niños, mujeres, gente sin recursos, animales, nunca es contra un hércules. En la violencia late el deseo de aplastar al otro cuando se puede y creer que ese otro no es nada. El tema de la dominación es una forma de estar en el mundo, pero, por favor, no mezclemos las cosas.

"Debe haber voluntarismo político y que se creen compensaciones para transitar de una ganadería intensiva a una extensiva"

Nos mezclemos, pues. ¿Por dónde empezar la refundación que defiende? Creo que es un proyecto para los siglos venideros, pero hay que empezar ya. La utopía es pensar en el mañana, pero actuando ahora y aquí. Por ejemplo, entiendo que podemos empezar a sustituir las proteínas animales. E igual en el caso de los zapatos y la ropa. Pero, claro, debe haber voluntarismo político y que se creen compensaciones para transitar de una ganadería intensiva a una extensiva, menos atroz. Sí creo, en cambio, que ya estamos preparados para acabar con la cautividad de los animales salvajes en circos y delfinarios. El caso de las corridas de toros es más difícil, pero llegará. Su abolición es algo estratégico. 

¿En qué sentido? Porque en la corrida hay un placer vinculado al sufrimiento de un animal que no ha hecho nada que atenta contra los valores civilizatorios. Los aficionados van a la plaza como quien asiste a un combate entre el matador y el toro, en el que supuestamente están en juego el valor, la virilidad y la lucha contra la muerte, cuando eso es falso. El toro es un herbívoro, tranquilo y amable que a menudo ha sido mutilado, que no ve bien de cerca y que se enfrenta a un hombre armado ante el que no tiene ninguna posibilidad.  

"Los animales son sujetos políticos: no solo tienen capacidad de sufrir, también tienen una individuación y son capaces de comunicarla"

Dice que los animales no son meros objetos de protección, sino sujetos morales y políticos.  ¿Qué tipo de sujeto moral puede ser una vaca... o una avispa? Lógicamente, no son ciudadanos, no votan, no entienden lo que decimos, por supuesto hay una asimetría entre ellos y nosotros, pero sí creo que debemos conferirles derechos.  ¿Por qué digo que son sujetos? Porque no solo tienen capacidad de sufrir, también tienen una individuación y son capaces de comunicarla. Los animales salvajes, por ejemplo, suelen vivir en un territorio según sus normas y son competentes. Por tanto, no debemos ser nosotros quienes decretemos si tienen que hacer esto o aquello, ni debemos conferirles derechos según se nos parezcan más o menos. Sus normas de etología, su subjetividad, nos impone límites, no podemos hacer con ellos lo que nos venga en gana.

Perdone, pero ¿qué clase de derechos debe tener una mosca? ¿No les está confiriendo características humanas? No entendemos mucho a los animales y a algunos no los entendemos en absoluto. No tenemos relación con las moscas, pero eso no significa que no sientan nada. Gracias a la ciencia, tenemos capacidad de imaginar, de comprender el mundo de los otros. Nosotros no somos la medida de todo, pero sí somos quienes elaboramos las reglas de la sociedad y de esa tierra que compartimos con las otras especies. Todos los animales sienten, aunque con grados que no siempre somos capaces de determinar. Desde el 2007, por ejemplo, sabemos que las langostas sufren. Y en Suiza acaba de salir una ley que impide hervirlas estando vivas. Ojo, ¡que durante mucho tiempo se creía que los bebés no sentían nada!

Oiga, permítame una frivolidad. Si abriera su nevera o su armario, ¿encontraría algún pecado?  Le voy a hacer una confesión de vegana con un pequeño problema: a mi gata, ¿sabe?, no le gusta el pienso vegano.

¿Y qué hace? Pues le compro del normal. Pero más allá de eso, soy bastante estricta.

¿También se preocupa porque la ropa, por ejemplo, esté libre de explotación humana? Sí, lo intento siempre. Comprar se ha vuelto muy difícil.