ANATOMÍA DEL INSULTO

Puta, tonto, maricón

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NÚRIA MARRÓN

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"En un principio, hay la injuria", escribió el filósofo francésDidier Eribon en su libro 'Reflexiones sobre la cuestión gay'en alusión al hecho, perverso, de que homosexuales y lesbianas aprenden su diferencia a través del insulto. Y ahí está, apuntalando sus palabras, la 'trinitaria'  maricón-nenaza-camionera. Sin embargo, los insultos homófobos apenas conforman una parte de la cartografía de la afrenta que en estos últimos tiempos está asomando con furia en gradas de fútbol, Twitter, tertulias e incluso columnas de opinión. Ya conocen el inventario de infamias: a Anna Gabriel, portavoz de la CUP, se le ha llamado "puta traidora y malfollada", y sus compañeras se han repartido calificativos que basculan entre "vieja y fea" y "retrasada". A la alcaldesa Ada Colau la llamaron "gordita" en el plató de La Sexta Noche y la sátira política caricaturiza a Inés Arrimadas como una chica mona pero, aix, corta. En cuestión de ofensas, el fútbol tiene su propio 'spin off'Shakira fue "de todos" en el campo del Espanyol, que también dio tratamiento de mono a Neymar; la grada de San Mamés coreó "Iniesta, subnormal"; el centrocampista italiano Daniele De Rossi lanzó un "cállate, gitano de mierda" contra el croata Mario Mandzukic, y el entrenador Maurizio Sarri llamó "maricón, maricón" -así, dos veces- a su colega Roberto Mancini.

El uso de términos agresivos hacia el otro, coinciden los lingüistas, es tan antiguo como el lenguaje mismo. Incluso Freud dijo que la acción de denostar es la primera muestra de civilización porque, al fin y al cabo, sustituye a la pedrada. Pero, ¿qué funciones tiene la injuria? ¿Anida una pulsión común en el lanzamiento de pedradas como puta, gorda, gay, gitano y subnormal? Es más: rápido rápido y sin pensárselo demasiado. ¿Se le ocurre algún insulto que no sea machista, homófobo, xenófobo, clasista o que haga chanza de algún tipo de discapacidad? ¿No? Es normal: realmente hay muy pocos.

UNA FORMA DE VIOLENCIA

Rubén Sánchez, psicólogo y formador en violencias sexistas, explica así el por qué. «Un insulto no solo es una manera de descargar la ira, la frustración, la impotencia y el miedo del vientre, también es una forma de violencia que persigue controlar, coaccionar, dañar y cambiar la conducta de la otra persona -explica–. Y se hace desde una posición de poder, utilizando la diferencia para discriminar o excluir. De ahí que no sea extraño que el grueso de insultos graviten sobre todos los ejes de la opresión: desde el género hasta la clase, la diversidad funcional o la raza". Por tanto, añade Sánchez, podríamos decir que los agravios son la artillería que, de forma a menudo aconsciente, defiende "el orden social que gira entorno" a ese 'héroe' amenazado que es "el hombre blanco tradicional, viril, heterosexual, productivo y competitivo". "Sin embargo -añade el psicólogo-, los tenemos tan interiorizados, nos resultan tan cotidianos, que son los primeros con los que se suele cargar el disparadero".

No es por tanto ninguna casualidad, asegura el psicólogo, que las injurias más repetidas en las denuncias por violencia machista sean guarra, puta, perra, loca, inútil,mala-madre, no-vales-nada y no-eres-nadie. Términos, por cierto, muy parecidos a las que el miércoles respondieron de forma conjunta las mujeres de la izquierda independentista y anticapitalista.

Pero si, como mantienen los antropólogos, el insulto es una puerta hacia la comprensión de cada cultura, ¿qué dice de nosotros nuestro catálogo de infamias y a qué se debe la ferocidad a la que asistimos? «Injuriar es decir desde el no pensar y los insultos hablan, sobre todo, de la forma de ver el mundo de quien los lanza, que los hace servir para anular y mantener el orden -dice la antropóloga Mercerdes Fernández-Martorell-. Así que, sobre todo, en estas reacciones yo intuyo miedo, horror al cambio».

JUICIOS SUMARÍSIMOS

No es nada nuevo que las mujeres, por el mero hecho de serlo, se someten a juicios sumarísimos a propósito de su vestimenta, su flequillo, su cuerpo, su sexualidad y su carácter -¿recuerdan aquel «manaire» que Xavier Trias endosó a Ada Colau o los furiosos comentarios sobre el peinado de la alcaldesa?-. Y también es cierto que la fiereza de la injuria no se entendería sin la impunidad que brinda el anonimato en la gradería y en las redes sociales -hay incluso tesis doctorales sobre la bestia que anida en los foros de opinión de los diarios-. Sin embargo, Isabel Muntané, periodista y codirectora del Máster en Gènere i Comunicació de la UAB, también relaciona los ataques sexistas con el miedo. Y no, no considera que sean venenos aislados de cuatro tarados con un sentido muy extremo de la virilidad, sino combustible para la llamada espiral de la violencia machista. "Las mujeres de la CUP, o Ada Colau, están accediendo al poder desde otros lugares y lo están ejerciendo de otra manera. La alcaldesa, por ejemplo, actúa como feminista, está cambiando las formas de relacionarse con la ciudadanía y le funciona. Y eso es una amenaza".

{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"La injuria como 'show' pol\u00edtico","text":"No siempre los insultos persiguen la agresi\u00f3n, recuerda la ling\u00fcista Marina Gonz\u00e1lez: \u00abDependen del contexto: en charlas coloquiales entre j\u00f3venes, pueden cumplir funciones de acercamiento\u00bb. Por ejemplo, en su tesis doctoral, Gonz\u00e1lez analiz\u00f3 la multifuncionalidad del improperio en el discurso pol\u00edtico. Y lleg\u00f3 a unas cuantas conclusiones: \u00a0el agravio \u00abrefuerza al grupo propio\u00bb; se utiliza como mecanismo de argumentaci\u00f3n \u2013\u00abdescalificar al otro es una forma, falaz, de desmontar discursos\u00bb\u2013, y sirve para que el individuo parezca inteligente y sutil, cuanto m\u00e1s refinada sea la invectiva. \u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00abEn debates y tertulias pol\u00edticas televisadas, la descortes\u00eda ha pasado a ser una caracter\u00edstica del programa, porque resulta muy rentable en t\u00e9rminos ideol\u00f3gicos y medi\u00e1ticos\u00bb: configura una imagen negativa del adversario, refuerza al emisor y atrae la audiencia. \u00abEl origen puede estar en un intento de trasladar a la tertulia pol\u00edtica los mecanismos que funcionan en \u00a0programas \u00a0como \u2018S\u00e1vame Deluxe\u2019\u00bb.\u00a0"}}

"EJEMPLARIZANTE Y DOMESTICADOR"

En esta 'biopsia' de la afrenta, ya hemos visto que el emisor la usa para anular al otro y reafirmarse. El destinatario la recibe con vergüenza, culpabilidad, miedo o, en el mejor de los casos, enfado o indiferencia. Sin embargo, más allá de reducir al adversario, la injuria también tiene un efecto social "ejemplarizante y domesticador", subraya el sociólogo y politólogo R. Lucas Platero, que ha estudiado el acoso escolar. «No se puede minimizar el impacto del insulto, ni en la escuela ni el trabajo. El bullying, además de afectar a la persona que lo sufre, también lo hace sobre el resto. Aprendemos por observación y la afrenta supone un límite muy claro para todo el mundo de lo que es aceptable y lo que no».

Es decir: las agresiones verbales van poniendo topes a lo que se puede o no hacer, y van modelando qué se debe esperar de cada cual. Si se ríen y llaman maricón al niño que no le gusta jugar a fútbol, ¿harán lo mismo conmigo si no me comporto como un machote? Si llaman puta a la compañera que se enfrenta a la aristocracia de la clase, ¿me insultarán a mí también si un día planto cara? «El caso de las políticas de la CUP es muy parecido, porque de alguna forma, se está diciendo que si eres una mujer pública, es posible que te llamen puta o loca, insultos que generan un lugar indeseable –afirma Platero–. Y eso es terrible, porque equivale a devolver a la mujer al ámbito privado».

REAPROPIACIÓN DEL INSULTO

De ahí que el investigador aplauda la respuesta de Gabriel y compañía, que al presentarse con los escupitajos recibidos -ya saben: «Soy Gabriela Serra, fea, vieja y gorda»-, se reapropiaron de estas palabras no como víctimas, sino con autodeterminación y empoderamiento, desactivando la injuria, como ya hicieron en su día los afroamericanos con la palabra negro. «Lo vergonzoso es que el otro día fui a ver 'Sufragistas' -añade el psicólogo Rubén Sánchez- y constanté que a las mujeres de hoy se las insulta en los mismos términos que hace un siglo». Entonces las afrentas-fetiche eran -¿lo adivinan?- viejas, histéricas y sumamente insatisfechas. 

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