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El modelo 'start-up' llega a la biotecnología

Las empresas del sector de la salud surgidas de las universidades y los hospitales locales llaman la atención del capital riesgo

La doctora Eva Estebanez en un laboratorio.

La doctora Eva Estebanez en un laboratorio. / Albert Bertran

Guillem Tapia

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Un total de 31.087 millones de euros anuales de facturación, un peso del 7,2% sobre el PIB y empleador de 223.000 personas. Estas son las principales magnitudes de uno de los sectores más relevantes de la economía catalana: el de la salud y las ciencias de la vida. La clasificación es muy amplia, y abarca tanto a las empresas industriales (farmacéuticas, biotecnológicas y de tecnologías médicas) como a los servicios sanitarios. Además, en los últimos años también han empezado a cobrar cierta relevancia las start-ups.

La eclosión del nuevo ecosistema emprendedor, en un primer momento muy centrado en los negocios digitales, ha supuesto también un impulso para las jóvenes empresas biomédicas que desarrollan terapias y dispositivos médicos. Según coinciden los expertos consultados, la mayor facilidad a la hora acceder a la financiación es una de las claves que explican este progreso. “Hace cinco años los fondos de capital riesgo eran reacios a las empresas biotech y se centraban casi exclusivamente en las compañías tecnológicas, ya que la complejidad que supone la inversión es mucho menor”, explica Xavier Testar, profesor de la Universitat de Barcelona (UB) experto en R+D e innovación. 

“Sin embargo –prosigue Testar–, la consolidación del modelo de start-ups digitales ha propiciado que el dinero también fluya hacia otros sectores como el biomédico”. Esto se ha traducido en la aparición de fondos de inversión especializados en compañías biotecnológicas emergentes y en el lanzamiento de vehículos de inversión, por parte de las entidades de capital riesgo, para financiar empresas de las ciencias de la vida.

Fondos

Especialmente significativo es el caso de los fondos de inversión internacionales. Según el Informe Biocat 2017 –que es el estudio anual de referencia sobre el sector en Catalunya-, en cinco años el número de inversores extranjeros que han entrado en el capital de las empresas biotecnológicas catalanas ha crecido exponencialmente, pasando de cinco en el 2013 a más de cuarenta en 2018. En cuanto a los fondos locales, los responsables de Biocat estiman que, de los vehículos de inversión especializados en el sector de la salud que se mantienen activos, todavía hay unos 300 millones de euros disponibles para la financiación de empresas. 

En el 2017 las start-ups biotecnológicas captaron 107,3 millones de euros, y en los 10 primeros meses del 2018 consiguieron 100,2 millones, de los cuales 60,9 millones procedieron del capital riesgo y el resto de fondos públicos. En líneas generales, el sector mantiene una tendencia alcista en cuanto a rondas de financiación –si bien en algunos ejercicios se cierran grandes operaciones que acaban distorsionando los resultados– y Catalunya es la comunidad puntera a nivel estatal. 

Diferencias

Una diferencia evidente entre una biotech y una start-up digital es que la primera necesita cierta infraestructura para realizar la investigación imprescindible para su desarrollo. Es por este motivo que muchas de las iniciativas empresariales en el campo de la biotecnología nacen en el entorno de los centros de educación superior, parques de investigación y hospitales.

“La transferencia tecnológica –conseguir que el conocimiento que genera la universidad revierta en la sociedad– se produce principalmente a través de dos mecanismos: la creación de spin-offs y la licencia de la tecnología”, señala José Conde, director del departamento de creación de empresas de la Fundació Bosch i Gimpera, dependiente de la UB. 

En el caso de las spin-offs, el centro educativo toma una participación en la empresa, mientras que a través de la licencia, se cede la tecnología a una corporación para que se encargue de su desarrollo. El retorno económico en el primer caso procederá de la venta de las acciones de la compañía cuando esta alcance una cierta valoración –normalmente llegados a este punto la participación de la universidad ya se ha diluido sensiblemente– y en el segundo, si la tecnología llega a comercializarse, el centro percibe los royalties que se hayan pactado. Desde las universidades se apunta, no obstante, que aunque es positivo conseguir un retorno económico que contribuya a la sostenibilidad del modelo, el principal objetivo de la transferencia tecnológica es generar un impacto favorable en la sociedad.

Dinamización

Más allá de las universidades y entidades de reeferencia en innovación y transferencia tecnológica centradas en ciencias de la vida como el Parc Científic de Barcelona, también surgen iniciativas desde el ámbito privado centradas en dinamizar el ecosistema de start-ups biotecnológicas. Una es The Collider, un programa de aceleración impulsado por la Mobile World Capital que forma equipos interdisciplinarios integrados por investigadores y perfiles especializados en el desarrollo de negocio para hacer llegar al mercado la tecnología surgida de los centros de investigación. “Creemos que la fórmula del éxito reside en combinar el mejor talento mixto e involucrar a las corporaciones en las fases más iniciales de la start-up para darles un enfoque de mercado”, explica Oscar Sala, director de The Collider. 

Barcelona Health Hub (BHH), que inició a su actividad a finales del 2018, es otra organización privada, impulsada por los fundadores de Mediktor, cuya objetivo es ser un vivero de start-ups especializadas en la digitalización de la salud. BHH ocupa un espacio de 2.500 metros cuadrados en el pabellón de Sant Manel en el recinto modernista del Hospital de Sant Pau de Barcelona en el que pueden establecer su sede firmas del sector. La iniciativa, dirigida por Luis Badrinas, forma parte del proyecto de campus urbanos de Barcelona Tech City a raíz del éxito del Pier 01.