Al contrataque
El bar Antonio del anuncio
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
OLGA MERINO
Faltan solo cinco semanas y, aunque la atmósfera no acompaña, el atrezo ya está montado: polvorones en el súper, guirnaldas de luces en las calles y, por supuesto, el anuncio de la lotería. Ya saben, el del pobre desgraciado que se queda sin comprar el décimo en su bar de cabecera pero cuyo dueño, en un derroche de generosidad, le ha guardado uno. El espot tiene una buena estructura narrativa, pero adolece a la vez de una inverosimilitud chirriante. ¡Ay, si trasladáramos la acción al bar real de la esquina! 'Nasti de plasti'. Ya circulan por internet varias parodias, incluido un simulacro ruso del asunto —lo ruso pretende significar despiadado— en el que el parroquiano se queda a dos a velas y con la misma cara de pringado que llevaba al entrar en la tasca. Ni décimo ni nada, tururú. Dimitri y Manolov se llaman los protagonistas.
Las versiones burlescas del bar Antonio, el del anuncio, indican que ya se ha alcanzado el escalón del sarcasmo, que viene a ser una fase más refinada del pesimismo. De perdidos, al río de la carcajada sangrante, y así lo sugiere la rebotica de la publicidad. La cervecería donde se ha rodado el espot se llama en realidad La Muralla, está ubicada en el distrito madrileño de Villaverde (clase media-baja) y su dueño (Hernán, en la realidad) ha confesado de refilón en una entrevista que la suya es una casa de menú barato, con tres primeros y dos segundos a elegir, pero que a la hora de la verdad la gente «viene a tomar café o un botellín». O sea, que no hay un duro y, por tanto, esa costumbre tan española de la taberna, del gusto por la charla y el fútbol compartido —un bar por cada 170 habitantes—, se ha reducido a la cañita o la sobremesa descafeinada.
La estratagema del miedo
Todo anuncio lleva detrás un concienzudo análisis de márketing, de a quién se vende qué y por qué. Y aquí lo que se está vendiendo es el miedo. El miedo a quedarse sin el gordo por haber eliminado un gasto superfluo. En el fondo, están diciendo: «Piénsatelo bien, chaval, vaya que por ahorrarte los 20 eurillos de un décimo te tires luego de los pelos». Achuchan porque la cosa sí viene ahora de 20 euros. Loterías y Apuestas del Estado apela al sentido del ridículo, disfrazado de lagrimón, porque sus ventas han descendido en un 10% debido a la crisis y a la carga impositiva sobre los premios menudos.
Ha habido, además, cierta polémica sobre el 'making off' del anuncio. Un director de fotografía se ha quejado de haber participado en la maqueta del espot y luego, a la hora de rodarlo, la productora le dijo si te he visto no me acuerdo. Sin entrar en el detalle concreto, el caso pone la lupa sobre la moda basura del trabaje usted casi gratis y dé las gracias.
La publicidad es el termómetro de los tiempos. Y aquí se añora al calvo de la Navidad, un guapo sin serlo que vendía ilusión de verdad y no este sálvese quien pueda.
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