LA MÚSICA FAVORITA DE...

Rozalén, cada segundo cuenta

La cantante albaceteña se emociona estos días con la música de su niñez y adolescencia, de las canciones tradicionales al rock urbano de Extremoduro

Rozalén, en el festival de Cap Roig

Rozalén, en el festival de Cap Roig / periodico

Jordi Bianciotto

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Cuenta Rozalén que cuando era una adolescente se las tenía con su madre cada vez que, en tiempo de fiestas, la vestía con el traje tradicional albaceteño para que, de aquella guisa, procediera a cantar una jota manchega con la bandurria. “Me avergonzaba, porque no era nada moderno, ni sexy”, recuerda evocando aquel bochorno quinceañero. Pero, pasado el tiempo, ha sido la bandurria la que le ha apuntado el camino. Símbolo de toma de tierra, del canto transferido de generación en generación, como ese ‘Romance del Pernales’, sobre “un Robin Hood andaluz”, que estos días ha vuelto a cantar en familia en su casa de Valdemorillo, provincia de Madrid.

Tratándose de Rozalén, o simplemente María (de María de los Ángeles), las canciones no solo suenan, sino que se cantan, y se jalean, y se comparten con quien se ponga a tiro: en este momento, su chico y sendas mascotas (gata y perro), compañeros de viaje a la “normalidad protegida”. Ella dice acordarse ahora de las canciones que le cantaba su abuelo, y se ve poniendo vinilos de coplas y músicas tradicionales. “Músicas que hacía mucho tiempo que no escuchaba”, revela. “Y música nueva que viene de atrás”.

Folk de la España vaciada

Folk de la España vaciadaFolk, así podemos llamarlo, si bien no procede de los Apalaches ni de Nashville, sino de parajes más cercanos. Ahí están el dúo burgalés Fetén Fetén y el grupo salmantino Mayalde, este con sus “canciones tocadas con instrumentos de cocina o los que usaban los pastores”, precisa Rozalén. Y en Asturias, Marisa Valle Roso, que es “como una cabaretera Sara Montiel”, y Rodrigo Cuevas, el autodenominado “agitador folclórico”, que recupera la lengua autóctona en el disco ‘Manual de cortejo’ (2019), producido por el catalán Raül Fernández, Refree. “Y Maria Arnal, que me gusta mucho”, añade Rozalén, muy concienciada con los apuros de la España vaciada. “En la Sierra del Segura hay un montón de cuadrillas y rondallas, y señores mayores que transmiten las canciones”. Músicas que son nutrientes, y no es ninguna metáfora. “En otros tiempos, cuando no había nada que comer, empezaban a tocar cucharas”, explica. “Ese día tocaba cantar, que también es alimento y te hace focalizar la atención en otra cosa”.

Pero, al mirar hacia atrás, Rozalén no solo ve canciones tradicionales: también el rock urbano deslenguado que le atrapó en otros tiempos y que ha vuelto a escuchar en casa. “Soy del 86 y a mí me tocó Extremoduro”, alega, rendida ante el destino. “Y Los Suaves, Rosendo, Soziedad Alkohólika, Lendakaris Muertos...” Quién lo diría, atendiendo a sus gráciles canciones. “Yo soy más dulce, sí, y doy mil vueltas para no molestar a nadie, aunque da igual, me cae la del pulpo haga lo que haga...”, lamenta. Pero, oigan, ¿cómo alguien puede enojarse con esta adorable criatura? “Pues haces canciones de violencia machista y memoria histórica, y algunos en lugar de alegrarse porque has encontrado la fosa común de tu tío abuelo, te llaman roja y feminazi”.

Un paisaje tras otro

Un paisaje tras otroConjurando esos viajes al folk y el rock de sus años mozos, Rozalén canta al presente en su nueva canción, ‘Este tren’. Un tema oportuno, que clama por el ‘carpe díem’. “Cuando estás en la carretera y ves un monte, si miras un segundo más tarde, el paisaje ya es otro. Si fuéramos capaces de valorar que cada cosa que vivimos es única e irrepetible...”, suspira María, partidaria de no dejar ni un segundo por apreciar. Esta canción es el adelanto del álbum que publicará en otoño.  “A mí, ni la pandemia me va a parar”.

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