muy seriemente

Mariano Cubí, nuestro 'Mindhunter'

La serie de culto de Netflix es una irreprimible invitación a desentrañar por qué Barcelona dedica una calle a un frenólogo y, Sant Celoni, no

Fotograma de la serie Mindhunter

Fotograma de la serie Mindhunter / periodico

Carles Cols

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Al final de este texto quedará cristalinamente claro por qué en Sant Celoni, apacible pueblo a los pies del Montseny, no hay ni debería haber ninguna calle dedicada a Mariano Cubí (1801-1875) y, también, a ver cómo lo hacemos, habrá que improvisar una respuesta de por qué Barcelona, siempre a su bola, sí la tiene. Bienvenidos al vigésimocuarto episodio de ‘muy seriemente’, una humilde parroquia seriófila donde aún se venera la primera temporada de ‘Mindhunter’ (Netflix) y, ahora, se preguntarán ustedes qué tiene que ver ese formidable trabajo narrativo de David Fincher (dirigió cuatro de los capítulos) con aquel personaje del siglo XIX catalán. Pues un porrón. Cubí fue, según se mire, el agente especial del FBI Holden Ford ‘avant la lettre’, que se dice pronto. Les sitúo.

Lo que el FBI hizo en los 70, los frenólogos, más atolondradamente lo practicaron en el siglo XIX

‘Mindhunter’ es, con solo dos años y medio de edad, una serie de culto. Cuenta la historia verdadera de cómo el FBI creó en los años 70 la Unidad de Ciencias de la Conducta, en principio un minúsculo departamento encargado de aproximarse al perfil psicológico de los asesinos en serie. Esa misma expresión, ‘serial killer’, la acuñaron precisamente entonces los agentes de aquel equipo, cuyo cometido no era exactamente la resolución de casos en curso, sino realizar y transcribir para su posterior estudio entrevistas con criminales convictos por asesinatos tremebundos. Para entenderles. A Ed Kemper, por ejemplo, cuyo envidiable 136 de cociente intelectual no le aconsejó no asesinar a 10 mujeres, entre ellas su madre, y practicar la necrofilia con sus cuerpos o con partes de ellos.

Las entrevistas que Kemper concedió al FBI en la cárcel (sigue preso) son visitables en Youtube y sirvieron de material de incalculable valor documental para rodar ‘Mindhunter’, que dicho sea de paso por si no la conocen aún, no concede ni un minuto a la exhibición de vísceras, aunque ni falta que le hace para alcanzar su meta, empujar al espectador a las habitaciones más oscuras de la mente humana.

Ahí quiso en su día, para echar un vistazo, encender la luz Cubí, hombre de mundo, que estando en Nueva Orleans vio pegado en una pared un pasquín que anunciaba un curso de frenología. Aquello cambió su vida. Varias décadas antes de que Cèsare Lombroso publicara ‘L’uomo delinquente’, un terrible tratado pretendidamente científico en el que se sostenía que a un malhechor se le puede diagnosticar por las características de su cráneo y, por lo tanto, eliminar preventivamente, nuestro Cubí ya exploró con mucho empeño esa disparatada teoría. Lo hizo a lo FBI. Entrevistó en Nueva Orleans, entre otros muchos, a su propio Kemper, un tal Thibets, al que esperaba el cadalso por sus crímenes.  “Iba con grilletes y esposas. Su mirar era fiero, imponente, amenazador. A pesar de la condición inofensiva en que se hallaba, dominaba y atemorizaba con la expresión de su semblante a cuantos compañeros de infortunio estaban a su lado”. Palabras de Cubí.

El agente Ford tenía a Ed Kemper y Cubí, que no es poco, a Thibets

La descripción está entresacada de una de las dos tesis doctorales leídas a la carrera para escribir este episodio de ‘muy seriemente’. La más reciente es de David Nofre, estupenda, del 2005, pero hay una anterior, de 1984, de Manuel Tejos, con pasajes estupendos para la ocasión.

--Thibets, ¿no es verdad que a usted le dan arranques de asesinar a la persona que no cede momentáneamente a sus deseos? ¿Qué le pasa a usted cuando ve una mujer?

--Siento un frenético ardor que termina en un impulso irresistible y me arrastra a violar.

--Irresistible, no, puesto que usted no se echa sobre todas las mujeres que ve.

--Temo, cuando me observan, la censura de los circunstantes.

--¿Y cuando nadie lo ve?

--Me lanzo, aun cuando vea mentalmente mil horcas delante de mí.

--¿Y remordimientos? "

--¿No sé lo que son?

--¿Y el morir ahorcado, no le horroriza?

--Al contrario, lo miro con satisfacción. Esta garganta (añadió tocándosela y asomando en su rostro una expresión de inefable placer) jamás deshonrará la sangre de los Thibets. El día en que me ahorquen, será el día de mi mayor gloria.

La prensa se cebó con Cubí por "charlatán" y "farsante", pero Barcelona creyó en 1907 que se merecía una calle

Cubí regresó a su Catalunya natal con el propósito de predicar la nueva fe frenológica y, también, claro, proseguir con sus estudios sobre el terreno, O sea, a poder ser con una cabeza entre las manos y tomando notas. Alternó exitosas conferencias con sonados pinchazos de público. En la prensa le llamaban “charlatán” y “farsante”. Que defendiera de paso las locas teorías del magnetismo animal de Mesmer tampoco hizo mucho a su favor. Él, sin embargo, nada, a lo suyo. No hay delitos, hay delincuentes. Esa era la premisa esencial de la frenología. Y como todo buen frenólogo los clasificó. “Delincuente nato: no tiene circunspección ninguna, es casi nula su benevolencia, capaz de cualquier crimen”. “Delincuente por pasión: este hombre no debiera estar aquí. Cualquier acción que haya cometido fue bajo el influjo de circunstancias que nos hubieran acaso inducido a cometerla a nosotros mismos”. La lista es larga. Entre ellos, mención especial merece el anarquista nato: “hombre que a mi entender tiene arranques de loco. pero posee una buena parte intelectual. No le falta conocimiento; pero no tiene respeto alguno ni hacia los hombres ni hacia las instituciones humanas. El presidio puede sacar partido de su inteligencia".

Nuestro ‘Mindhunter’ era inasequible al desaliento. Según Tejos, y la cita es textual, Cubí llevó a cabo “una larga excursión por tierras del Montseny y pueblos inmediatos, con el objetivo de estudiar la imbecilidad, muy común en esos habitantes”. Es solo una suposición, pero la pasión por la frenología debe ser como conducir una camión sin frenos. Si alguna vez imaginó Cubí que su apellido daría nombre a una calle, cabe suponer que no esperaba que fuera en Sant Celoni.

Que Balmes haga esquina con Mariano Cubí solo puede ser un acto de justicia poética

Barcelona se la concedió en 1907. ¿La razón? Quién sabe. Algún concejal frenólogo habría en el consistorio. En 1997, como prueba del nueve de que estas cosas aún suceden, se honró a Samuel Hahnemann, inventor de la homeopatía, otro cantamañanas de las pseudociencias, con una plaza junto a la calle de Ganduxer. A Mariano Cubí, bromas del destino, le dedicaron una que hace esquina con la de Jaume Balmes, con quien mantuvo un morrocotudo enfrentamiento en vida, porque a este último esto de la frenología le parecía un sindiós.

Nadie recogerá el guante, pero podrían dedicarle una calle directamente a ‘Mindhunter’. O al ‘Método Kominsky’. O a ‘Leftovers’. Lo que sea antes de que alguien crea que la merece más Anna Errala frenóloga diputada de JxCat.

Recuerden este nombre: Charles Forsman

Con esa tradición tan peninsular de maltraducir los títulos de las películas (recuerden, ‘Rosemary’s baby’ se resolvió con un ‘spoiler’ imperdonable, ‘La semilla del diablo’), en Netflix triunfa merecidamente estos días ‘Esta mierda me supera’, más educadamente promocionada en el resto del mundo como ‘I Am Not Okay with This’. Son solo 156 minutos repartidos en siete capítulos. Los dos más breves, de solo 19 minutos. El conjunto, un gozo, tiene el sabor de un gran capítulo piloto de futuras temporadas.