NO SOLO FÚTBOL

Futboleros, '¡penitencigite!'

Nadie imaginaba hace unas semanas, cuando se suspendió el Mobile, que aquello era solo el prólogo de una operación profilaxis jamás vista con anterioridad

Aficionados con mascarillas, durante el partido entre el Lazio y el Bolonia, en el Estadio Olímpico de Roma, el sábado

Aficionados con mascarillas, durante el partido entre el Lazio y el Bolonia, en el Estadio Olímpico de Roma, el sábado / periodico

Josep Martí Blanch

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Olvídese del Madrid-Barça, no vamos a tocarlo en estas líneas. No son ya lo que eran. Ningún periodista escribió o se refirió al 'match' en las previas como el partido del siglo, ni tan siquiera del año. Esto ya daba pistas sobre un interés decreciente por el acontecimiento. Pero faltaban pruebas definitivas. Y las tengo. He preguntado al respecto y las respuestas lo confirman. El empacho de fútbol existe. De las 200 personas inquiridas, más de la mitad no habrían visto el Madrid-Barça si se les hubiese dado a elegir entre las carreras de Leo Messi y una experiencia sexual satisfactoria. Puede ir a peor: quizá llegue el día en el que no sea necesario que la propuesta planteada como sustitutiva deba ser "satisfactoria". Si se concretara la amenaza, el fútbol debería reformularse para seguir siendo competitivo en el terreno de las mortales aficiones. Aún no estamos en este punto porque, quien más, quien menos, sabe que si la condición exigible al encuentro sexual es que sea "satisfactorio" se reducen enormemente sus posibilidades de concreción. Así que la previsión sigue siendo que, con más o menos ánimo, la gente continúe sentada disciplinadamente frente al televisor viendo fútbol.

Eso mientras siga habiendo mundo y partidos de fútbol, claro. Porque esta semana los trompetistas del fin del mundo han empezado a soplar con toda la fuerza de sus pulmones. '¡Penitenciagite!', nos gritaría Salvatore en 'El nombre de la rosa'. 

Suma y sigue

¿Cómo debe interpretarse que las ventas de la cerveza Corona se hayan desplomado a la mitad? ¿Cómo hay que tomarse que médicos catalanes se hayan llevado mascarillas de los hospitales a su domicilio por si acaso? ¿No es también una señal que febrero se haya comportado como un abril? Y, 'the last but not the least', ¿cómo debe leerse que en Perpinyà se celebre una misa con 150.000 feligreses escuchando el versículo 16:1-21 del Apocalipsis aunque sea con otras palabras: "Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios"? Las señales son diáfanas. Estamos llegando al punto final. Ahórrense el notario. Sin supervivientes no hace falta que se preocupen por dejarlo todo arregladito. Nadie podía imaginarse que la solución al problema de sostenibilidad de las pensiones llegaría de la China en forma de gripe evolucionada.

Aplazamientos de partidos en Italia, prohibición de las ruedas de prensa en València, suspensión de la Liga suiza, previsión de partidos de las competiciones europeas a puerta cerrada, debate en el Reino Unido sobre si hay que declarar ganador de la Premier al Liverpool en el caso de que la competición se clausure antes de hora, los equipos de la Liga china desperdigados por medio mundo como los nuevos parias de la tierra, prohibición de abrazos, besos y encajadas de mano entre futbolistas. La lista es un suma y sigue que se irá ampliando en los próximos días. Nadie imaginaba, hace unas semanas, cuando se suspendió el Mobile en Barcelona, que aquello era solo el prólogo de una operación profilaxis jamás vista con anterioridad en el mundo moderno.

Ni los gimnasios, ni los superalimentos (tampoco la quinoa), ni las pulseritas que cuentan los pasos de todo el día para avergonzarnos por nuestro sedentarismo han servido para salvarnos. Esto se va por el sumidero. '¡Penitenciagite!' O quizá no. Puede que solo estemos ante un episodio de histeria colectiva y ante una clase política, y por extensión también de dirigentes deportivos, culturales y de toda índole, que lo único que hace es protegerse de un mundo que ya no admite la fragilidad del ser humano y que corre siempre a buscar y señalar culpables ante cualquier adversidad, por limitados que sean sus efectos. De todos modos, lávense las manos. Con coronavirus o sin él, es un hábito saludable. De paso, también los dientes. Y ya que están, cámbiense la ropa interior, por si llega de repente esa experiencia satisfactoria que señalábamos al principio. Nunca se sabe. '¡Penitenciagite!'.

Comer más y mejor jamón

En otra vida me pido ser Joaquín. El jugador del Betis se plantó en València y, ante las preguntas de los periodistas sobre el miedo a infectarse con el coronavirus, respondió que no hay nada que no se supere comiendo un poco más de jamón. Habrá quien vea en el futbolista andaluz la frivolidad chistosa de un cuñado cualquiera. A mí me parece, en cambio, una persona con los dos pies en el suelo y que aún es capaz de reírse de su propia madre si es necesario en un mundo cada vez más restriñido. Reír arruga la cara pero alarga la vida o, como mínimo, la hace 

mucho mejor. Estamos con Joaquín: ¡más y mejor jamón!