muy seriemente

A veces veo vivo a M. Night Shyamalan

Como haría Dalí con el aire de 'Las Meninas', de 'Servant', serie que aspira a ser de culto en Apple TV, hay que aclamar su atmósfera

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Carles Cols

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Decimoctavo capítulo de ‘muy seriemente’. Esta sección solo gatea. Lugares como este, cuando son mayores y caminan con paso firme, se supone que son como el pulgar de Cómodo en el Coliseo de Roma cuando tal o cual serie, como un gladiador exhausto en la arena, llega a su episodio final. La cuestión es que ‘Servant’ (Apple TV) se despidió el viernes con un esperadísimo último capítulo y, ¡qué caray!, por mucho que se vaya a gatas, apetece ponerse imperial. Ahí va el veredicto. M. Night Shyamalan no estaba muerto.

Gracias a su sexto sentido, Shyamalan ha resuelto el sudoku de cómo hacer que el séptimo arte quepa en una pantalla de bolsillo

En esta insensata crónica, quedan avisados, se hablará mal de Scorsese. Por favor, que nadie se lo diga a Joe Pesci. Pero eso será luego. Antes, un poco de contexto. Shyamalan sería una pregunta infalible en el Trivial Pursuit. Es un director conocido por todos. Fue el padre de ‘Stuart Little’, de acuerdo, pero desde que alumbró ‘El sexto sentido’, Shyamalan pasó a ser un sello, una marca perfectamente distinguible. Lo acreditó con ‘El protegido’, ‘Señales’, ‘El bosque’ y otros títulos. ‘La visita’ era, si se permite la expresión, una ‘shyamalada’ aterradora, o sea, maravillosa. Sin embargo, sus trabajos más recientes, aproximaciones a las fronteras exteriores del universo de los superhéroes, hicieron temer a muchos que artísticamente estuviera como Bruce Willis a ojos de Haley Joel Osment, lo cual es estas alturas ya no es un secreto, es decir, muerto.

El caso es que para el tímido estreno de Apple TV como plataforma de pago, uno de alicientes era una serie no solo producida por Shyamalan, sino que en el primer capítulo él en persona estaba tras la cámara y prometía dirigir también el penúltimo. Entre esas dos rebanadas de pan, buen jamón. El resto de capítulos tienen el oficio de Lisa Brülmann y Daniel Sackheim, por situar su altura, con antecedentes en ‘Killing Eve’, ‘Ozark’ y ‘Leftovers’, vamos retratos perfectos de la sombría alma humana.

Como sucede siempre con las ‘shyamaladas’, nada debe contarse sobre la trama. Decir que una niñera llama a la puerta de una pareja que recientemente ha perdido un bebé no es revelar absolutamente nada, aunque ya parece un punto de partida inquietante. Sí se puede, sin embargo, contar algo de la ‘mise-en-scène’ y, lo prometido, blasfemar un poco sobre Scorsese, un dios pese a todo.

La subtrama culinaria de 'Servant', por decirlo suave, sería censurada por pornográfica en Canal Cocina

En ‘Servant’, sin que ello sea crucial para que avance el relato, buena parte de cuanto sucede tiene lugar en la cocina del hogar familiar, donde la manipulación de los alimentos tiene por momentos ese algo pornográfico que censurarían en Canal Cocina y que, por el contrario, haría las delicias de tipos como David Cronenberg. Tres de los capítulos, de hecho, llevan por título viandas que, salvo que se sea muy tiquismiquis, apetece echarse al coleto, ‘Anguila’, ‘Grillo’ y ‘Haggis’. El ‘haggis’, por si andan perdidos, es el plato enseña de Escocia, un estómago de cordero relleno de pulmón, corazón y otras asaduras, y todo ello cocido durante varias horas, para que luego digan que la deplorable es la cocina inglesa.

El otro gran qué de ‘Servant’ (se acerca ya el momento Scorsese) es que ha resuelto el gran sudoku de las series. Retrocedamos primero seis años. En el 2014 se estrenó, por ejemplo, ‘True detective’, alabada no solo por su guion e interpretación, sino también por la majestuosidad de sus planos, un placer cuando las series aún se gozaban en pantallas de televisión de 50 pulgadas o más. Tres cuartas partes del consumo seriófilo se realiza actualmente en pantallas que caben en un bolsillo, una contingencia que ha obligado a los directores a reconsiderar las escenas, cerrar el plano, aproximar la cámara a los actores. Es solo un pálpito, pero parece que es en esa tarea en la que Scorsese, consciente de que trabaja para Netflix, resulta algo irreconocible en ‘El irlandés’, como si esas coreografías fílmicas de ‘El lobo de Wall Street’ o ‘Casino’ no le cupieran en la pantalla de un teléfono y no hubiera encontrado una alternativa a la altura de lo que su nombre evoca y merece. Los escasos premios que está cosechando la película tal vez tengan algo que ver con ello. ‘Servant’, una serie que aspira a ser de culto, resuelve ese obstáculo de forma magistral.

Es muy conocida la respuesta que dio Salvador Dalí cuando se le preguntó qué salvaría en caso de que ardiera el Museo del Prado. Dijo que rescataría el aire de ‘Las meninas’. La atmósfera de ‘Servant’ merecería también ese auxilio.

'Sex education' para adultos, dos propuestas 

Cuando Gay Talese se metió en el berenjenal de publicar ‘La mujer de tu prójimo’, un retrato genital de Estados Unidos, descubrió con pasmo algo tal vez sin precedentes en la historia de la humanidad, que por primera vez una generación, en este caso la que pilotó la revolución de los 60, sabía más de sexo que la anterior. Hasta podía aleccionarla. Aquello fue en 1981. Pasados casi 40 años, el éxito de ‘Sex education’ se basa en la premisa contraria, en que, pese a todo, la sexualidad es la asignatura permanentemente suspendida. De forma intergeneracional. Todo esto viene al caso para recomendar lo que, en cierto modo, deberían ser consideradas las versiones adultas de ‘Sex education’. Son dos joyas. ‘La señora Fletcher’ (HBO), y que nadie imagine a Angela Lansbury desnuda, el nombre solo es una coincidencia, y ‘Wanderlust’ (Netflix).