Conocidos y saludados

De la humillación a la prudencia

Al CGPJ no le han gustado las declaraciones del vicepresidente sobre la sentencia del 'caso Junqueras'. Al parecer, su libertad de expresión queda supeditada a su responsabilidad institucional

Pablo Iglesias, el pasado martes antes de entrar en la primera reunión del Consejo de Ministros

Pablo Iglesias, el pasado martes antes de entrar en la primera reunión del Consejo de Ministros / periodico

Josep Cuní

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La cuestionada transición ni siquiera había empezado. No hacía ni un año que el dictador había muerto. Su sombra se proyectaba sobre una España anhelante pero temerosa. El peso de la losa que lo sepultaba no simulaba la solidez que nos demostró la operación de su exhumación 40 largos años después. Las fuerzas democráticas toleradas y reunidas en torno a la Assemblea de Catalunya retaron al poder político convocando el primer acto público masivo. Reivindicaban: 'Llibertat, Amnistía i Estatut d’autonomia'! Y desde Sant Boi, al lado de la simbólica tumba de Rafael Casanova, una voz emergió con fuerza y advirtió: «‘Que la prudència no ens faci traïdors’». Era la de Jordi Carbonell. El resistente que veía acercarse aquello por lo que nunca dejó de luchar pero que, conociendo perfectamente a algunos de sus compañeros de viaje, sabía que, a veces, cuando apelamos a la prudencia lo que realmente buscamos es esconder una difusa cobardía.

En aquel momento de nuestra historia, nuestro protagonista de la semana no había nacido. Ni siquiera era un proyecto aunque los genes que le esperaban rezumaban rebeldía y resistencia de ancestrales ascendentes. Desconociéndolo, Pablo Iglesias Turrión (Madrid, 17-10-1978) tomó nota de aquel eslogan tantas veces repetido en Catalunya sin demasiado éxito. Y cuando algunos recientemente lo han querido encarnar de manera imprudente han visto cómo les caía el peso de la ley por considerarles traidores a la patria. La otra.

La resolución europea de la causa de Oriol Junqueras supuso un revés para la justicia española aunque sus tribunales lo nieguen. No así buena parte de sus observadores. Y haberse sumado a la misma interpretación y tildándolo de «<strong>humillación</strong>» al país le ha valido al flamante vicepresidente un toque de atención del Consejo General del Poder Judicial. La respuesta por parte de la Moncloa no se hizo esperar y recordó el derecho a la libertad de expresión, mientras el también líder de Podemos guardaba silencio tras la incontinencia. No habían transcurrido ni dos días de su promesa de lealtad al Rey, guardar y hacer guardar la Constitución y mantener en secreto las deliberaciones del Consejo de Ministros cuando, quizá impulsado por su pasado de didáctico profesor, activista incansable y comentarista televisivo, Pablo Iglesias se plantó en un plató y repasando sus nuevos principios y recosiendo su antiguo ideario habló del principal problema político con el que se enfrenta el Ejecutivo español: Catalunya. Y como esto hoy es sinónimo de justicia, con la iglesia togada topó. Si añadimos que el de Dolores Delgado era el nombre que planeaba como expectante fiscal general del Estado para enderezar lo que las circunstancias anteriores torcieron, la irascibilidad se convirtió en urticaria. Y no hubo antihistamínico que paliara tamaña irritación. El órgano de gobierno de los jueces se dio por aludido, sacó tarjeta amarilla y exigió responsabilidad institucional. Y si esto no es una novedad sí que ha sido infrecuente. Lo que nunca había sucedido es que todo aconteciera en tan poco tiempo. Cuando las burbujas se mantenían en la copa de la celebración y las caricias al poder parecían una ensoñación. Lo que indica que una parte de la judicatura ya ha tomado partido. Y que su reclamación de independencia profesional se acerca a la defensa de su libertad de elección. Y no a favor del actual Gobierno de coalición de izquierdas precisamente.

Pablo Iglesias tardó unas horas más en visitar las instalaciones en las que depositará sus nuevas pertenencias políticas. Sobre la mesa podría encontrar una hoja con la inscripción: «No aspiremos a lo imposible, no sea que por elevarnos sobre la región de la libertad descendamos a la región de la tiranía». Así entendió la prudencia... Simón Bolivar.

El choque con el Poder Judicial

Sin tiempo para sentarse en su butaca de vicepresidente del nuevo Gobierno, Pablo Iglesias ha iniciado su nueva singladura política advertido por el Poder Judicial. Al órgano de gobierno de los jueces no les gustó que tildara de humillación a España la resolución del Tribunal de Justicia de la Unión Europea del caso Junqueras. Al parecer, su libertad de expresión queda supeditada a su responsabilidad institucional. Su personalidad política condicionada por una supuesta prudencia fundacional. La que confunde el respeto a la separación de poderes con el silencio de los corderos.