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Manuel Vázquez Montalbán, en la antigua sede de la editorial Planeta, el año 2000.

Manuel Vázquez Montalbán, en la antigua sede de la editorial Planeta, el año 2000. / RICARD CUGAT

Josep Cuní

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Aznar resucitó para anunciarnos el apocalipsis: «La alianza de Pedro Sánchez con comunistas e independentistas nos conducirá a una crisis constitucional de consecuencias devastadoras». Lo predice quien practicó una pinza –devastadora, esa sí– con el comunista Julio Anguita para cargarse a Felipe –«váyase, señor Gonzalez»– y cohabitó con Jordi Pujol –«hablo catalán en la intimidad»–. Es cierto que al primer jarrón chino del PSOE tampoco le gusta la potencial alianza para el primer Gobierno de coalición en la España democráticamente erosionada. Y que los independentistas de hoy no todos son hijos del «enano, habla castellano» aunque algunos de sus detractores insistan. También es constatable que quienes heredaron los vicios del padre convergente carecen de sus virtudes y cumplen así la bienaventuranza no escrita destinada a los que copian porque de ellos serán los defectos.

El regreso espasmódico de Aznar es para recordarnos periódicamente que la aznaridad sigue viva. Y colea. Porque «ha instalado a España en aquella conciencia de que los españoles cuando no llegamos con la mano, probablemente tampoco lo hagamos con la punta de la espada, pero hay que intentarlo». Así definió Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona 14 de junio de 1939- Bangkok, 18 de octubre del 2003) aquel periodo de nuestra historia reciente en el que el autor da por finalizada la Segunda Transición y el líder conservador «se daba por satisfecho si el Imperio le pasaba la mano por el lomo o le invitaba a unos tamales en compañía de Bush y sus mariachis».

con aquel artículo de un año antes de su muerte describía, con el neologismo, un mandato culminado con los fastos de la boda Aznar-Agag en El Escorial y se desquitaba de la negativa del padre de la novia a constar en 'Un polaco en la corte del Rey Juan Carlos'. Un viaje literario, según el creador de Carvalho, basado en la idea de que Madrid es una ciudad que siempre está esperando la llegada de los bárbaros.

¿Hay algo más actual? Tan actual como el lenguaje fresco e innovador con el que Vázquez Montalbán renovó el periodismo. Como actualizó el concepto de comunismo haciéndolo compatible con la cocina, la copla y el fútbol. La calle, en definitiva. Los infiernos de su Raval natal desde donde ascendió a los cielos literarios alcanzados gracias a su dedicación a todos los géneros que las letras consiguen. Poesía incluida.

Los artículos MVM

La casualidad quiso que el mismo día de las admoniciones aznarianas, el espíritu de Vázquez Montalbán se reencarnara en un libro compendio de 40 años de periodismo, placer, revuelta y humor: 'La mirada inconformista' (Random House). Una fiesta para el lector, según Sergi Pàmies, que bien podría establecer un paralelismo con su madre, también definida como «mujer con encanto, segura de lo que dice y lo que no dice». Y si Teresa repetía que todo lo que nos pasa antes ya lo ha cantado un bolero, cualquier escribidor puede convenir que todo lo que contamos ya lo escribió Manolo.

Lo sabe Leila Guerriero, que culminaba la jornada recibiendo el premio que lleva el nombre de quien nos dejó hace 16 años al emprender el vuelo hacia el infinito desde el aeropuerto de Bangkok. La periodista argentina dice estar en el negocio del miedo ante la duda permanente de quien se pregunta si tendrá algo que decir. En el recuerdo, Manuel Vázquez Montalbán tuvo la respuesta al escribir mucho, bien y acerca de todo mientras controlaba la lenta cocción de un sofrito. Y así cocinó la base de nuestras vidas ilustrándonos sobre la globalización y la xenofobia, el absurdo y el terrorismo, la paz, el euro y las armas, las mayorías absolutas, la prensa del corazón, Guardiola, Figo, Cruyff y el Papa de Roma. Con Marilyn Monroe en medio y una piña colada en la barra.