50 años de la revolución portuguesa

Aroma de claveles en España: la herencia de Portugal en la ruta hacia la democracia

MULTIMEDIA | La Revolución de los Claveles: así cayó la dictadura en Portugal

Juan Carlos, entonces príncipe, y el dictador Franco, en un desfile militar en junio de 1971.

Juan Carlos, entonces príncipe, y el dictador Franco, en un desfile militar en junio de 1971. / AFP

Albert Garrido

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El golpe militar que acabó con la dictadura en Portugal coincidió con una atmósfera política especialmente crispada en España a raíz del asesinato del presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, el 20 de diciembre de 1973. El 2 de marzo de 1974 fue ejecutado en la cárcel Modelo de Barcelona el militante anarquista Salvador Puig Antich, un episodio que se interpretó como un acto de venganza por la muerte de Carrero a manos de ETA. El 9 de julio se diagnosticó a Francisco Franco una tromboflebitis, hubo de ser hospitalizado y el dictador transfirió provisionalmente los poderes a Juan Carlos de Borbón, a la sazón príncipe de España. Con Franco convaleciente, la dictadura de los coroneles en Grecia expiró el 24 de julio y España quedó como la última dictadura mediterránea, la última de Europa occidental, sacudida por luchas intestinas por el poder en el entorno de Franco, una situación económica delicada y la multiplicación de iniciativas, a la luz del día unas, clandestinas otras, para reformar o liquidar el régimen.

En ese clima de final de ciclo, se dice que el teniente general Manuel Díez-Alegría, jefe del Estado Mayor, recibió en varias ocasiones monóculos, un adminículo que utilizaba con frecuencia el general António de Spínola, nombrado presidente de Portugal por la Junta de Salvación Nacional que se hizo cargo de la situación después del golpe. Se entiende que tales envíos, si se dieron, pretendieron ser un excitativo para que el general moviera ficha en imitación de lo sucedido en Portugal. Lo cierto es que la relación de Díez-Alegría con el régimen se tensó hasta ser destituido del cargo que ocupaba so pretexto de haberse entrevistado en Bucarest con Santiago Carrillo, secretario general del PCE. Carrillo desmintió años después que se hubiese producido tal encuentro, cuya presunta existencia utilizó el ala más dura de la dictadura para desembarazarse de Díez-Alegría.

Entre tanto, la Revolución de los Claveles se convirtió en un polo de atracción de la oposición española interior y exterior. Los medios de comunicación tuvieron una presencia constante, proliferaron los libros con enfoques diversos, aunque mayoritariamente progresistas, y los instant book con testimonios y análisis de urgencia de cuanto sucedía al otro lado de la frontera. A su vez, la embajada en Lisboa anduvo presta en el seguimiento más o menos a distancia de los enviados especiales que se multiplicaron durante meses.

Ley de reforma política

Apenas dos años y medio después del 25 de Abril se hizo patente entre iniciados la herencia portuguesa en la ruta española hacia la democracia. La ley de reforma política, cuya fundamentación resumió Torcuato Fernández Miranda, presidente de las Cortes a la muerte de Franco, con la frase "de la ley a la ley" tuvo resonancias lisboetas. Adelino da Palma Carlos, primer jefe del Ejecutivo provisional portugués, un abogado de prestigio de perfil conservador, fracasó en julio de 1974 en su propósito de convocar un referéndum de aprobación de una ley de reforma de las instituciones que pretendía concentrar en el presidente de la República y el primer ministro casi todos los poderes del Estado. Parece que Da Palma Carlos también se refirió al tránsito "de la ley a la ley", pero las fuerzas de centro e izquierda cancelaron la propuesta y el general Vasco Gonçalves le sustituyó.

A finales de 1976, poco después de la elección de António Ramalho Eanes como presidente de Portugal y con Adolfo Suárez en la presidencia del Gobierno español, varios analistas coincidieron en un coloquio celebrado en Lisboa en que era impensable un proceso similar al portugués para liquidar la herencia franquista. Uno de los intervinientes apuntó que la razón principal de tal imposibilidad radicaba en el hecho de que en el Ejército portugués fue muy importante la influencia de la facción progresista, fruto de la sangría y la ruina de las guerras coloniales, y en España el sector liberal del Ejército era extremadamente minoritario.