Juegos Olímpicos

París expulsa a sus "indeseables" con la mirada puesta en los Juegos Olímpicos

Las oenegés denuncian una política de “limpieza social” basada en la “invisibilización” de migrantes, refugiados y sintecho del espacio público, especialmente en las zonas relacionadas con la cita olímpica

Crónica desde París: Un transporte público saturado, el gran temor de los parisinos durante los Juegos Olímpicos

Migrantes acampados en la plaza Louis Aragon de Paris.

Migrantes acampados en la plaza Louis Aragon de Paris. / Enric Bonet

Enric Bonet

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La monumentalidad y el glamur ante la miseria y la pobreza. Ambas frente a frente. Eran pasadas las nueve de la noche del miércoles y más de una treintena de jovencísimos migrantes estaban reunidos delante del imponente Ayuntamiento de París, decorado con unas grandes lonas azules con símbolos de un corazón y el mensaje “París, ciudad anfitriona”. Hacían como una asamblea. En medio de ella llevaban la voz cantante voluntarios de Utopia 56. “Con los Juegos Olímpicos, sabemos lo que sucederá: van a expulsaros de todos lados”, aseguraba Yann Manzi, cofundador de esta organización humanitaria, muy activa en la capital francesa desde el desmantelamiento de la “Jungla” en Calais en el otoño de 2016.

Oriundos de Guinea, Costa de Marfil u otros países africanos, esos adolescentes habían sido expulsados pocas horas antes del campamento improvisado donde habían dormido las últimas semanas. Habían pasado frías y lluviosas noches en los muelles del Sena debajo del puente Marie, en el corazón de la capital francesa. Justo en esa misma zona, está previsto que el 26 de julio den el pistoletazo de salida a los Juegos con un espectacular desfile fluvial. Pero poco más de 100 días antes del inicio de la cita olímpica, los muelles del Sena se han convertido en el escenario del juego del gato y el ratón entre unos migrantes en busca de tranquilidad y una policía que aplica la orden de dispersarlos.

"No nos proponen nada"

“Duermo en la calle desde hace dos meses y ya me han expulsado dos veces del lugar donde estaba. No sabemos qué haremos esta noche”, lamentaba en declaraciones a EL PERIÓDICO Moussa, de 15 años. Este adolescente, con nacionalidad de Guinea Conakry, llegó a principios de año a la capital francesa tras un largo periplo por Mali, Argelia, Túnez e Italia —con una inevitable y peligrosa travesía por el Mediterráneo en una patera—. Abandonó su país debido a la pobreza y una situación familiar muy precaria: padre muerto cuando era un niño, madre sin estudios y criado por un tío que lo maltrataba. 

Moussa inició su sueño europeo con otro tío más joven del que se separó en Sicilia y no ha tenido más noticias de él. “En Italia, me dijeron que, si quería educarme e ir al instituto, tenía que venir a Francia”, explica con un francés fluido. De momento, sin embargo, su estancia parisina resulta sinónima de una deambulación agotadora por la calle. “El problema no es que nos expulsen de nuestros campamentos, sino que no nos ofrecen ningún lugar donde ir a dormir. No nos proponen nada”, criticaba Sekou Koné, un joven marfileño vestido con un pantalón de chándal gris y una sudadera roja con una capucha, que llevaba bien pegada a la cabeza ante las bajas temperaturas nocturnas.

Como muchos de sus compañeros, Koné presentó su documentación a la administración gala para que lo reconocieran como un menor de edad no acompañado, pero esta la consideró insuficiente o poco creíble. Ahora está pendiente de un recurso ante un juez de menores. Durante el tiempo que dure este trámite, se encuentra en un limbo legal, lo que acentúa la precariedad de su situación. “Según datos obtenidos por asociaciones, hasta el 50% de estos adolescentes terminan siendo reconocidos como menores”, afirma Milou Borsotti, responsable de proyectos en la capital francesa de Médecins du Monde, una de las organizaciones más implicadas en la atención a los refugiados, migrantes u otros sintecho que duermen en las calles parisinas.

Actuación policial para desalojar a un grupo de jovenes migrantes acampados en París.

Actuación policial para desalojar a un grupo de jovenes migrantes acampados en París. / Enric Bonet

Un campamento evacuado casi todas las semanas

Este responsable asociativo se muestra muy crítico por el trato recibido por estas personas extremamente precarias: “El objetivo del Estado no es de sacarlos de la calle, sino que se vuelvan invisibles. Prefiere que duerman en tiendas de campaña desperdigadas por la ciudad en lugar de que se formen campamentos, lo que acentúa su precariedad”. Esta política ya se aplicaba en los últimos años, pero, según las oenegés, se ha acentuado con la llegada de los Juegos. “Con los grandes eventos deportivos, siempre se produce un desplazamiento forzado de los más pobres”, asegura Borsotti, quien recuerda los ejemplos de los Juegos de Londres en 2012, Río de Janeiro en 2016 o los de invierno de Vancouver en 2010.

Conscientes de este riesgo, cerca de 90 asociaciones y oenegés (Médecins du Monde, Utopia 56, Sécours Catholique…) se aliaron y compusieron el pasado otoño un colectivo, llamado el Revés de la medalla, para denunciar esta “limpieza social”. Mientras en los últimos años en París solía haber una evacuación mensual de campamentos de migrantes, este conglomerado ha constatado una aceleración de ese ritmo. Contó hasta 15 expulsiones en las 17 últimas semanas del 2023. La prefectura (equivalente francés de la delegación del Gobierno) considera que estos desalojos forman parte “de un trabajo social de fondo” y que “propone plazas de calidad a las personas que están en la calle”.

No obstante, las expulsiones “se han acelerado desde que el 31 de marzo se terminó la tregua invernal —periodo en que en Francia no se puede llevar a cabo desahucios—”, critica Manzi, quien ha contabilizado varios desalojos durante la primera semana de abril. Según este responsable de Utopia 56, estas evacuaciones, que también afectan a personas sin domicilio de nacionalidad francesa, “resultan constantes en aquellas zonas relacionadas con los Juegos”. Por ejemplo, los muelles del Sena, la plaza Concordia, la Gare de Lyon cercana al pabellón de Bercy o la puerta de la Chapelle. Allí se encuentra el pabellón Adidas Arena, la única infraestructura deportiva construida desde cero para los Juegos en París.

La "invisibilización" a través de la región

Buena parte de los recintos construidos para la cita olímpica, como la misma Vila Olímpica, se encuentran en el departamento de la Seine-Saint-Denis (periferia norte de París). Se trata de una de las zonas más pobres de la Francia metropolitana y con un gran número de personas que sufren precariedad habitacional. Cerca del Estadio de Francia en Saint-Denis, el año pasado desalojaron un gran espacio ocupado donde vivían unas 400 personas. Durante la última edición en enero de la Noche de la Solidaridad, equipos del Ayuntamiento de París contaron hasta 3.492 personas sin domicilio, y al menos 250 de ellas menores no acompañados, en la capital francesa. La cifra real de los sintecho, según las asociaciones, puede ser de más del doble.

Para ofrecer una solución a estas personas, el Gobierno de Emmanuel Macron creó el pasado verano diez nuevos centros de acogida en localidades como Marsella, Lyon o Seloncourt. “Hacía muchos años que no veíamos este tipo de políticas de enviar a los migrantes lejos de París”, afirma Manzi. “No me parece malo de por sí, pero el problema es que no viene acompañado por recursos suficientes para que sea una solución perenne”, añade. Cada uno de estos centros tiene una capacidad de unas 60 personas. Según el fundador de Utopia 56, “al cabo de pocas semanas, muchas de ellas terminan de nuevo en la calle, pero lejos de París”. “En realidad, se trata de una invisibilización a través de la región”, critica.

Incluso esta política ha generado duras críticas en el seno del Estado. “La manera en que las personas sin domicilio fijo son enviadas fuera de París en centros de acogida y la manera en que destruyen sus tiendas de campaña”, a pesar de que hay “una obligación de realojo”, (...) “nos obliga a preguntarnos sobre la invisibilización de los indeseables”, criticó a finales de enero Claire Hédon, quien ocupa el cargo equivalente del Defensor del Pueblo. Y está previsto que en las próximas semanas presente sus recomendaciones para frenar esta “limpieza social”.

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