Tradición en crisis

Japón celebra por última vez un festival de 1.000 años porque se "estaba haciendo demasiado largo"

Los organizadores acusan la falta de relevo generacional para poder continuar con la milenaria tradición

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Festival en el templo Saidaiji de Japón

Festival en el templo Saidaiji de Japón / Reuters / Kim Kyung-Hoon

AFP

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Japón ha celebrado por última vez uno de sus festivales más particulares, con una historia de 1.000 años en el que hombres casi desnudos pelean por una bolsa de cáñamo llena de amuletos.

Un intenso vapor blanco se eleva mientras cientos de hombres vestidos con taparrabos ligeros se purifican en agua fría y compiten por los talismanes: este ritual centenario en el norte de Japón tuvo lugar por última vez el sábado. Los apasionados cánticos de "jasso, joyasa" (“corregir y eliminar el mal”) ya no resonarán como resonaron durante horas en este bosque de cedros en la región de Iwate, en el este de Japón.

El aislado templo de Kokuseki acogió por última vez este popular rito anual, que según la leyenda tiene más de 1.000 años de antigüedad. La organización del evento, que atraía a cientos de participantes y miles de turistas cada año, resultó demasiado para los monjes y devotos de Oshu y su región, a menudo de cabello canoso.

La dirección del templo ha asegurado que la decisión de suspender el evento se debe a que a los participantes "se les estaba haciendo demasiado largo" y a la escasez de sucesores que puedan continuar la tradición, según ha informado el periódico 'The Asahi Shimbun'.

El festival "Sominsai", considerado uno de los más extraños de Japón, es la última víctima de la crisis demográfica que golpea duramente a las comunidades rurales. “Es muy difícil organizar un festival de esta magnitud”, explica el monje Daigo Fujinami frente al templo que abrió sus puertas en el año 729. "Hay tanta gente (el sábado por la noche) y es motivador. Pero detrás de escena hay mucho trabajo por hacer", lamenta el hombre de fe.

Envejecimiento de la población

Japón está viendo cómo su población envejece más rápido que la mayoría de los demás países, con un tercio de sus residentes de 65 años o más. Un gran número de escuelas, comercios y servicios de transporte han tenido que cerrar, especialmente en ciudades y pueblos pequeños.

Afortunadamente para este país de tradición, otros templos en todo Japón todavía albergan festivales similares donde, por ejemplo, hombres con taparrabos se bañan en agua helada o honran a sus deidades compitiendo por talismanes. Algunos festivales se están adaptando para subsistir, en particular permitiendo a las mujeres asistir a ceremonias que antes estaban reservadas a los hombres.

Este pasado sábado por la noche, la última edición del festival terminó alrededor de las 23 horas y atrajo a una multitud rara vez vista en la memoria local. Al atardecer, hombres vestidos con taparrabos blancos salen al templo en la ladera de una montaña. Se bañan en un arroyo helado y caminan alrededor del templo mientras sopla la brisa invernal. Aprietan los puños para soportar el frío y gritan “jasso joyasa”. La multitud sigue a los hombres mientras suben los escalones de piedra del templo y pasean por los caminos de tierra.

Tristeza y comprensión

El festival alcanza su punto máximo cuando estos cientos de "hombres desnudos" se agolpan dentro del edificio del templo de madera y gritan, cantan y se pelean agresivamente por talismanes durante más de una hora. Toshiaki Kikuchi, habitante de la región, quiere creer en el regreso de estos hombres en taparrabos y de esta multitud. Ayudó al templo y organizó el festival durante años. “Aunque sea en un formato diferente, espero que esta tradición continúe”, explica al final de la velada.

Muchos participantes y visitantes expresaron tristeza y comprensión por el final del festival. "Es la última edición de este gran festival que dura desde hace 1.000 años. Tenía muchas ganas de participar", afirma Yasuo Nishimura, de 49 años, un cuidador geriátrico procedente de una región del oeste de Japón, Osaka, a más de diez horas de distancia. Observa que faltan jóvenes para asumir este tipo de actividad.

A partir del próximo año, Daigo Fujinami y los otros monjes del templo reemplazarán este festival con ceremonias de oración y encontrarán otras formas de continuar con estas prácticas espirituales. Pero los taparrabos desaparecerán y el “jasso, joyasa” quedará en silencio.

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