Entender más

Crónica desde Moscú: la ciudad que no pasa frío

Crónica desde Moscú: A ritmo de violín y piano

Crónica desde Moscú: el metro, refugio atómico

Un paseo nevado en Moscú

Un paseo nevado en Moscú / EFE / MAXIM SHIPERPKOV

Àlex Bustos

Àlex Bustos

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con centímetros de nieve, Madrid colapsó. Cuando el frío arrecia en Barcelona, mucha gente no quiere hacer planes en la calle. Moscú, sin embargo, no para ni cuando los termómetros bajan de cero. Las calles del centro siguen luciendo abarrotadas de gente paseando en los fines de semana, andando tranquilamente como si fuera verano. Cuando nieva más de lo habitual, batallones de trabajadores públicos quitan sin cesar la nieve con sus palas para que sea más cómodo andar por el corazón moscovita, para que no baje el pulso de la capital rusa.

Incluso cuando las temperaturas bajan de los -15, una temperatura más que suficiente para que a los hombres se les formen pequeños cristales de hielo en la barba y para asustar a algunos de los pocos extranjeros que aún viven en Moscú, los moscovitas siguen haciendo vida en la calle. Parejas que pasean por el centro agarradas de la mano o familias que patinan sobre hielo en parques o en instalaciones como la situada en la Plaza Roja de la capital, a los pies del Kremlin, son estampas que no desaparecen en el más riguroso invierno.

Patinaje a los pies del Kremlin

Patinaje a los pies del Kremlin / Àlex Bustos

Una moscovita, Anna, explica que en Rusia “hay invierno durante más de 6 meses, así que nunca hace demasiado frío”. Recientemente ha patinado al aire libre a diez grados negativos en la calle. Argumenta que “siempre se puede vestir una con más capas de ropa, y cuando esquías o patinas te calientas”.  Al final, es el tiempo habitual de todos los años, y tal como ella misma recuerda, en su infancia “siempre iba a patinar durante las vacaciones de enero”. Aunque puntualmente se puede llegar a los -15 y -20, la temperatura más común en invierno en la capital suele oscilar entre entre -2 y -10, nada que ver con la temida Siberia donde se puede llegar a –40 en un invierno común.

En las calles más céntricas el bullicio no tiene nada que envidiar al de otra capital europea y numerosas luces recuerdan al transeúnte que se acercan las fechas tan señaladas y esperadas, el fin de año. Aunque la Navidad también se celebra en Rusia – en fechas distintas, el 6 de enero – y eso se traduce en un ambiente festivo en las semanas previas, el día realmente importante en el país es el fin de año. Es en el primer día del año es cuando los rusos regalan a sus allegados obsequios que compran normalmente durante el mes de diciembre.

Adornos navideños en la capital rusa.

Adornos navideños en la capital rusa. / EFE / SERGEI ILNITSKY

Interiores calientes

Más allá de los tupidos abrigos, las famosas 'ushankas' (gorros de piel) y las botas, uno de los grandes alicientes para hacer más llevadera la llegada del general invierno es el calor en los interiores. Como país que produce hidrocarburos, el sistema de calefacción central lo alimentan las reservas rusas. Eso permite que en la mayoría de espacios cerrados la temperatura sea de más de 25 grados, por lo que los abrigos duran poco tiempo en el metro o en los cafés, para dar paso a la manga corta. Eso da imágenes de gente vestida casi de verano mientras en el exterior nieva intensamente y se rozan temperaturas de congelador.

Aunque no la mayoría, bastantes locales de las ciudades rusas son subterráneos, algo que ayuda a que el frío no entre tan fácilmente, y los que están a nivel de calle cuentan con gruesas puertas aislantes. Es por ello que la cortesía de aguantar la puerta es algo tan común, porque suelen pesar mucho. sobre todo para gente mayor o niños, especialmente las del metro.

Y desde el propio metro es muy fácil entrar a sitios como centros comerciales, sin necesidad de salir a la calle. En los mismos paseos intercambiadores del metro se puede comprar prácticamente de todo en los quioscos que ocupan las paredes de la estructura: fundas para el teléfono, comida, ropa, souvenirs, libros...

Otro sitio donde es habitual ver muchas tiendas es en los pasillos subterráneos que conectan dos lados de la acera en algunas calles, allí donde no es posible para el peatón cruzar la carretera a nivel de calle. Llamados 'perejods' en ruso, hoy en día se convierten en auténticos callejones comerciales donde los vendedores ven a miles de personas abrigadas cada día mientras ellos en sus pequeños locales suelen llevar menos ropa.

Estos pasillos fueron en los años 90 un lugar temido porque abundaban los drogadictos y delincuentes y era un sitio peligroso, nada que ver con ahora donde incluso de noche no hay ninguna amenaza. 

Suscríbete para seguir leyendo