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Crónica desde Moscú: a ritmo de violín y piano

El metro, refugio atómico

La música clásica es motivo de orgullo y está al alcance de todos en un país que ha alumbrado grandes compositores

El palacio del Kremlin un día de concierto

El palacio del Kremlin un día de concierto / Álex Bustos

Àlex Bustos

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Durante muchos años en la historia de diferentes países europeos, especialmente en la Rusia de los zares, la música era un entretenimiento solo para la aristocracia. La Unión Soviética, después de añadirle su toque con estrellas rojas, hoces y martillos, abrió los palacios de Rusia al pueblo para que hacerles disfrutar con los ritmos de las orquestras rusas. Ver el famoso ballet del Lago de los cisnes en el interior de uno de los palacios del recinto del Kremlin, por ejemplo, está disponible para cualquier ruso que tenga a su disposición el equivalente a 7 euros.

Tanto en este como en otros conciertos es muy habitual ver a parejas jóvenes con rosas en la mano y que tienen ahí una de sus primeras citas, grupos de amigos que se hacen selfies en los alrededores del palacio, familias que llevan a sus niños y a personas de más edad. Oír a Piotr Chaikovski, Serguéi Razmaninov o Serguéi Prokofiev, entre muchos otros, despierta el interés de los moscovitas, que prácticamente cada día pueden disfrutar de conciertos, algunos de ellos en otros edificios de la antigua nobleza rusa.

Viacheslav uno de los asistentes que prefiere no dar su nombre real explica que la música rusa "suena diferente a la europea por el aislamiento durante muchos años del país del resto de Europa", algo que ha provocado que use habitualmente otras "melodías, tempos, armonías y ritmos", y añade que "algunos de estos elementos específicos son poco habituales fuera de Rusia". En su opinión, puede ser que también haya otras influencias para que suene distinta, como "el peso de la Iglesia Ortodoxa y la dureza del clima".

Orgullo cultural

De la misma forma que el nombre del poeta Aleksandr Pushkin inunda la nomenclatura de calles y plazas de todo el país, los compositores han logrado algo parecido con sus nombres, presentes en muchas ciudades de una forma u otra. Aunque no siempre se los trató con el mismo cariño, es bien fácil encontrar monumentos y homenajes a múscios. Durante la época soviética eran un orgullo para el país, pero en la época con Stalin se les vigilaba como a otros colectivos de artistas y tenían prohibido experimentar con la música. Se buscaba conservadurismo rígido en ese aspecto.

Uno de los compositores más reconocidos, Prokofiev tuvo la mala suerte de morir casi al mismo tiempo que Stalin en el 1953, lo que hizo que su fallecimiento pasara muy desapercibido, eclipsado por la pomposidad del adiós al líder soviético. Fue calificado de "formalismo antidemocrático" por las autoridades soviéticas en 1948, una etiqueta que le marcó pero no le causó ningún problema más allá del honor. Ahora sin embargo cualquier moscovita puede ver una estatua suya en la calle Kamergerskiy, justo delante de su propio museo y a menos de un kilómetro de la famosa Plaza Roja.

Este orgullo por la música es algo que han mantenido prácticamente todos los dirigentes rusos, también los actuales. Hace poco, la Orquesta Teatral Mariinsky, una de las más importantes, tocó en las ruinas de Palmira, en Siria. El Ejército ruso ayudó al Gobierno sirio del autócrata Bashar Al Asad a tomar la ciudad en 2017 y para ejemplificar el "papel civilizador" de Rusia aquel entonces - hasta entonces estaba controlada por Estado Islámico- el Gobierno hizo que los músicos tocaran en esas ruinas.

Talento y sacrificio

Esta buena fama la ha alimentado la virtuosidad y el sacrificio de muchos músicos rusos , como es el caso de Lyubov, profesional de la música, que fue a un conservatorio desde bien pequeña. Para entrar, incluso cuando se es niño, hay que pasar una serie de pruebas muy exigentes como "oír una nota musical y saber localizarla en el piano", algo que suele ser difícil si no hay "mucha práctica o talento innato". Si es admitido, dedicará muchas horas, "casi todos los días en la escuela" para aspirar a la excelencia en este campo. La disciplina rusa es ampliamente conocida tanto en la música como en el deporte olímpico.

Este reconocimiento ha sido uno de los atractivos para los pocos extranjeros occidentales residentes en Moscú - en comparación a centroasiáticos o incluso latinoamericanos la comunidad es pequeña - con la esperanza de mejorar su rendimiento en la patria de grandes nombres como la Orquesta Nacional Rusa, la Filarmónica de San Petersburgo o la Orquesta Teatral Mariinsky. Sin embargo, muchos de ellos han optado por abandonar el país. El conflicto actual ha espantado a muchos, tanto por el miedo e incertidumbre, como por las dificultades en el día a día.

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