Fallecimiento de Gao Yaojie

Muere la ginecóloga que descubrió la epidemia del sida en China

Gao Yaojie

Gao Yaojie / MARGA ZAMBRANA / EFE

Adrián Foncillas

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Ha muerto la ginecóloga Gao Yaojie a los 95 años. Fue una activista pionera, heroína para varias generaciones y denunciante de las transfusiones contaminadas con sida, el mayor escándalo sanitario en China de las últimas décadas. En 2009 se mudó a Estados Unidos y numerosos jóvenes chinos habían aligerado la soledad de su exilio autoimpuesto visitándola en su apartamento de Manhattan.

Gao ejercía de ginecóloga en la provincia rural de Henan a mediados de los 90 cuando diagnosticó el primer caso. Se trataba de una paciente infectada con una transfusión durante una operación quirúrgica que moriría dos semanas después. Las autoridades sanitarias chinas señalaban entonces el sexo y el embarazo como únicas vías de transmisión de sida.

Gao sospechó que la misma enfermedad estaba matando a decenas de miles de campesinos que incrementaban sus magros ingresos con constantes donaciones de sangre a agencias que ignoraban las medidas de precaución más elementales. La higiene era precaria, las jeringuillas sin esterilizar se usaban una y otra vez y, aún peor, los funcionarios extraían el valioso plasma de la sangre y mezclaban el resto en contenedores para posteriores transfusiones.

Escándalo internacional

Gao visitó centenares de pueblos junto a su chófer, alertando a la gente de los riesgos y repartiendo ropa, comida y medicinas contra la diarrea y la fiebre. Las autoridades locales, que habían estimulado las campañas de extracción sanguínea, tiraron del viejo libreto: escondieron la crisis bajo la alfombra y hostigaron e intentaron silenciar a Gao. Pero a principios del milenio era ya un escándalo internacional mayúsculo, activistas y periodistas chinos habían encumbrado a la doctora y Pekín la secundaba. El Gobierno de Henan aún intentó prohibir que recogiera un premio en Estados Unidos en 2007 pero la entonces vice primer ministra, Wu Yi, la permitió viajar.

No hay cifras sólidas de muertes causadas por las transfusiones de Henan. Sus efectos fueron devastadores. Gao hablaba de numerosos “pueblos del sida” en la provincia. De su magnitud habla que aún hoy, casi tres décadas después, los periodistas que intentan cubrir la historia sobre el terreno son amedrentados y expulsados.

El estigma del sida aguantó durante años. Ayudó a tumbarlo el entonces primer ministro, Wen Jiabao, abrazando a un enfermo frente a las cámaras. Pekín levantó en 2010 la prohibición de viajar al país con sida mediante una admisión de culpa sin matices: "La medida, impuesta en su día por falta de conocimientos, es obsoleta y discriminatoria". La prohibición se había aprobado cuando el país aludía a la enfermedad como un asunto de extranjeros de vida disoluta mientras decenas de miles de chinos se estaban infectando.

Con los pies vendados

Gao nació en 1927 en la provincia costera de Shandong y, como todos los chinos de su edad, encadenó dramas sin pausa. Sufrió en su niñez el vendaje de pies, la torturadora tradición centenaria. Creció durante la salvaje invasión japonesa y la guerra civil. Recibió palizas durante la Revolución Cultural, que destrozaron por siempre sus rodillas, porque su padre había tenido tierras. Sufrió las hambrunas del Gran Salto Adelante. Y a mediados de los 90, con la apertura ya en marcha, su enjuto y martirizado cuerpo hubo de lidiar con su misión más exigente.

El miedo a que las autoridades provinciales entorpecieran su activismo la llevó a Estados Unidos en 2009, donde ha seguido dando conferencias y libros, disfrutando del reconocimiento global y señalada como un ejemplo inspirador por políticos como Hillary Clinton. No regresó a Henan pero ha pedido que sus cenizas sean esparcidas en el Río Amarillo. Las redes sociales chinas se han llenado esta mañana de despedidas y agradecimientos. Muchos vienen de jóvenes que no habían nacido cuando "la abuela Gao" recorría polvorientos pueblos para socorrer a enfermos estigmatizados.