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El Cockney Museum de Londres

El Cockney Museum de Londres / Lucas Font

Lucas Font

Lucas Font

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Entrar en el Cockney Museum es un viaje a las novelas de Charles Dickens. Solo cruzar la puerta, uno se sumerge en las calles sucias y malolientes del este de Londres en el siglo XIX, donde la pobreza, las enfermedades y la delincuencia campaban a sus anchas y donde la lucha por la supervivencia se libraba día a día. En el interior, falsas paredes de ladrillo recrean las fachadas de los edificios, de las que cuelgan farolas de aceite, mientras que el suelo está decorado con la forma de los adoquines que cubrían las calles en esa época. A un lado y a otro, algunos maniquís harapientos representan a los niños y adultos que malvivían en barrios insalubres a base de limosnas.

Encima de sus cabezas, decenas de carteles explican la miseria de esos años y la historia de unos personajes pintorescos que destacaban por encima del resto: eran los reyes y las reinas nacarados, descendientes de los vendedores ambulantes de frutas y verduras, que se dedicaban a recolectar fondos para la beneficencia con sus llamativos trajes cubiertos de adornos. A pesar de su título, eran personas humildes, cuya historia se remonta a finales del siglo XVIII, cuando los vendedores ambulantes –conocidos como ‘costermongers’– decidieron nombrar a un líder que los defendiera de la policía, a la que se enfrentaban a diario para tratar de vender su mercancía en la calle. 

El Cockney Museum

El Cockney Museum / Lucas Font

El rey de Peckham

George Major, un hombre de 85 años, de baja estatura y nariz ancha, es el fundador del museo y el rey nacarado del barrio de Peckham. “Cada mercado tenía su propio rey y reina, a los que llamaban ‘coster kings’, los cuales defendían sus zonas y ayudaban a los más pobres con lo poco que tenían”, explica sentado en la pequeña tienda de regalos del museo. Con el paso del tiempo, los ‘coster kings’ derivaron en los 'pearly kings', los reyes nacarados, debido a las perlas y otros objetos brillantes que empezaron a usar a mediados del siglo XIX para llamar la atención y conseguir dinero para los orfanatos y otras causas benéficas. A principios del siglo XX llegó a haber cerca de 400 reyes, reinas, príncipes y princesas repartidos por toda la ciudad.

Los reyes nacarados también son conocidos por mantener vivo el 'cockney', una jerga inventada por los ‘costermongers’ para confundir a la policía y que se sigue utilizando a día de hoy por algunos londinenses, especialmente los originarios del este de la ciudad. “Su principal particularidad está en el uso de palabras y expresiones que riman con la palabra que realmente se quiere decir: ‘Dustbin lids’ significa niños ('kids', en inglés) y ‘jam jar’ significa coche ('car')”, explica Major en un intento por aclarar las expresiones que se le escapan sin querer. “Tenemos aproximadamente unas 6.000 palabras en la jerga 'cockney'”, añade. 

Las joyas de la corona

A lo largo del recorrido por el Cockney Museum, los visitantes pueden comprobar cómo eran las cocinas y las habitaciones de las clases más pobres de Londres en el siglo XIX y también pasear por una pequeña plaza ocupada por carros con frutas y verduras, que recrean los usados por los ‘costermongers’, mientras suenan canciones tradicionales 'cockney'. Un poco más adelante, dos largas vitrinas muestran los trajes y otros complementos que los reyes nacarados han usado en el último siglo, a los que Major llama las ‘pearly crown jewels’ (las joyas de la corona nacarada). Entre esos trajes destaca el suyo propio, que pesa cerca de 50 kilos y que se pone cerca de 20 veces al año para asistir a eventos y actos públicos. 

Las disputas con otros reyes nacarados por la propiedad de los trajes y otras reliquias han provocado la división del grupo en dos asociaciones principales, que llevan años enfrascadas en batallas judiciales. A pesar de ello, Major siguió en su empeño de inaugurar el museo para mostrarlas al público, una idea que materializó hace apenas tres años pero que ya le rondaba la cabeza desde los 20, cuando heredó el título de su padre. “A esa edad ya había asistido a muchos funerales de reyes y reinas nacarados, y me di cuenta de que teníamos que mantener la tradición de alguna manera”, explica. 

Major dedica parte de los ingresos del museo a causas benéficas, siguiendo la tradición de sus antepasados, gracias a los grupos que lo visitan procedentes de todas partes de Londres. “Cuando acabé el museo no pensé que tendría tanto éxito. Sabía desde hace tiempo que lo iba a construir, pero nunca pensé que le gustaría a todo el mundo, incluidos los niños. Es algo fantástico”, explica el 'monarca', quien confía en que el proyecto llegue a cada vez más personas. Pero incluso aunque fracase, reconoce con picardía tener un plan alternativo: “Tengo siete hijos, catorce nietos y trece bisnietos. Y todos tienen su traje nacarado”.

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