Otra masacre

Un pistolero mata a 18 personas y deja 13 heridos en Maine (EEUU)

Robert Card, un militar en la reserva de 40 años, ha sido identificado como sospechoso y sigue a la fuga, "armado y peligroso"

Lo que sabemos de Robert Card, el autor de la masacre

VÍDEO | Tiroteo en Maine: la última matanza en EEUU, en imágenes

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Un pistolero mata al menos a 22 personas y deja decenas de heridos en Lewiston (Maine, Estados Unidos)

Un pistolero mata al menos a 22 personas y deja decenas de heridos en Lewiston (Maine, Estados Unidos). / Androscoggin County Sheriff's Office / AFP / VÍDEO: EFE

Idoya Noain

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Estados Unidos se desangra por una herida cronificada, la de la violencia de las armas de fuego, que nunca tiene tiempo ni oportunidad de cicatrizar. El miércoles por la tarde noche la llaga volvió a abrirse con otro tiroteo masivo, esta vez en Lewiston, en Maine. Allí, en una bolera y un bar-restaurante, 18 personas fallecieron y otras 13 resultaron heridas bajo los disparos lanzados con un rifle semiautomático por Robert Card, un hombre de 40 años, desde hace dos décadas sargento militar en la reserva, que a la hora de escribir estas líneas sigue a la fuga y es objeto de una intensa búsqueda en la que participan cientos de agentes locales, estatales y federales.

A esas heridas que se reabren, con todo su dolor y su trauma, hacía referencia el presidente Joe Biden en un comunicado este jueves donde hablaba de “una nación en duelo tras otro trágico tiroteo masivo sin sentido”. Y su declaración empezaba con dos palabras que recogen una sensación que va más allá del miedo en la región mientras el sospechoso sigue libre, el dolor, la conmoción o la rabia: “otra vez”.

Porque el de Lewiston es el tiroteo masivo número 565 en lo que va de año en EEUU según los datos del Gun Violence Archive, que clasifica así los que tienen al menos cuatro personas alcanzadas por las balas. En la lista de incidentes con cuatro víctimas mortales o más, es el número 31 de 2023 según el grupo.

El horror en Maine

Esta vez el horror sacude Maine, un pequeño estado en el noreste con una población de solo 1.3 millones de habitantes, que pese a sus laxas leyes de control de armas suele aparecer en los listados entre los más seguros del país y donde el año pasado se registraron 29 homicidios.

Se trata, además, de un estado dominado por zonas rurales, lo que crea amplias posibilidades de esconderse para Card, un militar aficionado a la caza y actividades al aire libre al que las autoridades consideran “armado y peligroso”. Y mientras continúa su búsqueda se han ido ampliando el número de localidades donde se ha dado a las poblaciones órdenes de quedarse encerrados en sus viviendas y este jueves han cerrado campuses universitarios, colegios, edificios públicos, bancos y otros negocios. Numerosas actividades de ocio, deportivas y culturales se han pospuesto o suspendido.

La matanza de Card arrancó poco antes de las siete de la tarde en Just-In-Time, una bolera de Lewiston, de 39.000 habitantes. Allí bajo las balas de Card murieron seis hombres y una mujer, según información facilitada en una rueda de prensa este jueves por la mañana por las autoridades, lideradas por la gobernadora del estado, la demócrata Janet Mills.

Poco más de diez minutos después el número de emergencias de la policía empezó a recibir llamadas desde Schemengees Bar & Grille, un establecimiento con billares, dardos y máquinas de pin ball. Allí la policía localizó los cadáveres de ocho hombres, uno de ellos fuera del local.

16 heridos en los dos establecimientos fueron trasladados a hospitales y de ellos tres fallecieron. Y de momento Card enfrenta una orden de búsqueda en la que por ahora se le ha acusado de ocho asesinatos, el número de víctimas mortales que habían podido ser inicialmente identificadas.

El todoterreno blanco que Card usó fue localizado la noche del miércoles en la localidad de Lisbon, a unos 12 kilómetros de Lewiston, donde también se dieron instrucciones de quedarse encerrados.

El sospechoso

Las autoridades no han ofrecido por ahora ninguna información oficial sobre las potenciales motivaciones con las que actuó Card, sobre el que sí ha ido conociéndose más información. Nació en 1983 en Bowdoin, una de las localidades que este jueves estaban bajo orden de quedarse en interiores mientras no sea arrestado.

Según la oficina de comunicaciones del Ejército, es un sargento en la reserva, que se alistó en 2002. Fue entrenado como especialista en suministro de petróleo, un trabajo que incluye funciones como el almacenaje y transporte de combustible para vehículos y aeronaves. Registros del Pentágono indican que nunca ha sido desplegado en combate.

Card es también un instructor de armas certificado. Un boletín que emitió el miércoles por la noche el Centro de Información y análisis de Maine, una base de datos que usan agentes del orden, aseguraba que “recientemente informó de problemas de salud mental incluyendo escuchar voces y amenazó con atacar la base de la Guardia Nacional en Saco”, otra localidad de Maine.

Según una fuente gubernamental anónima de la agencia AP, los mandos militares observaron este verano que se comportaba de forma errática durante unos entrenamientos en West Point, por lo que fue ingresado en un hospital allí, donde estuvo en tratamiendo dos semanas.

En NBC, que citando dos fuentes anónimas dijo que el rifle de asalto que utilizó lo había comprado legalmente, uno de los vecinos de Card y su familia en Bowdoin, Liam Kent, los describió como “fanáticos de las armas”. Ese vecino también aseguró que se asociaba a los Card a milicias de extrema derecha.

CNN, por su parte, aseguraba este jueves que una de las líneas de investigación que se está siguiendo pone el foco en la reciente ruptura de la relación de Card con una novia, con la que solía acudir a los dos locales que atacó, según las fuentes de la cadena.

Regulación

En su comunicado de este jueves Biden aseguraba hablando de este último tiroteo masivo que “esto no es normal y no podemos aceptarlo”. Instaba a los republicanos en el Congreso a colaborar con los demócratas para aprobar legislación que vete de nuevo las armas de asalto y también que, entre otras medidas, prohíba los cargadores de alta capacidad e imponga un control de historiales universal antes de aprobar la venta de un arma.

Es un llamado que repetían los defensores de mayores controles de armas en EEUU, que topan con el rechazo de muchos republicanos, el lobi de las armas y los defensores a ultranza de la segunda enmienda. Y el debate que tantas veces se ha mantenido y tan pocas veces se ha traducido en acciones ha vuelto al primer plano. Otra vez.