Efectos en la salud mental

Las secuelas de la guerra en los niños de Israel y Gaza: odio, rencor y más violencia

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Un hombre lleva en brazos a una niña herida en Gaza.

Un hombre lleva en brazos a una niña herida en Gaza. / Mohammad Abu Elsebah/dpa

Begoña González

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Desde que el pasado 7 de octubre los milicianos de Hamás atentaran contra Israel, y perpetraran un ataque sin precedentes en el que mataron a más de 1.400 personas, el Ejército israelí bombardea sin cesar la Franja de Gaza, donde ya han fallecido 6.500 palestinos, de los que 2.700 eran menores, según el Ministerio de Sanidad gazatí. La oenegé Save the Children estima que, en estos momentos, un niño gazatí muere cada 15 minutos. Al otro lado de la valla de Gaza, recuentos de medios israelís apuntan que al menos 27 niños han muerto desde entonces y otros 30 permanecen en paradero desconocido tras haber sido secuestrados por los terroristas. Las cifras no podrían ser más abrumadoras.

"El conflicto activo, incluidos los ataques aéreos, en una ciudad tan pequeña y tan densamente poblada está provocando un número sorprendentemente alto de muertes civiles. Los niños y las niñas son particularmente vulnerables al impacto de las armas explosivas", ha asegurado Jason Lee, director de Save the Children en Palestina. Alrededor del 40% de la población de Gaza, aproximadamente un millón de personas, son menores de 14 años.

La vulnerabilidad infantil va más allá de los daños físicos. "El contacto con la guerra y las situaciones hostiles causa una gran inestabilidad y en muchos casos un estrés postraumático que afecta al cerebro y provoca, entre otras secuelas, dificultad de relacionarse correctamente con el mundo que les rodea en etapas posteriores de la vida", explica a EL PERIÓDICO Mercedes Bermejo. La psicóloga infantil y directora de la editorial sentir es coautora de 'El jardín  de la paz' junto a José Antonio Luengo, un libro destinado a explicar a los más pequeños cómo viven los niños y niñas refugiados de territorios en conflicto.

Construcción de la identidad

La infancia temprana es la etapa evolutiva dónde se construye la identidad y la personalidad. La inestabilidad en ese momento afecta al sistema nervioso central y provoca secuelas, según se ha podido comprobar con los avances de la neurociencia. "Esto puede conllevar además problemas en la gestión emocional y de la impulsividad, la autorregulación y el autocontrol", apunta la experta.

Los traumas a los que están sometidos los niños en las guerras dejan cicatrices en muchos casos incurables. "Perder a sus padres tiene efectos severos sobre la salud mental de los niños. Han visto cómo la persona que les cuida, les quiere y les guía ya no está y ha desaparecido de forma brutal. Tiene consecuencias mentales devastadoras", explica Rodrigo Vicente, director de programas internacionales de Save The Children. En ese sentido, desde la oenegé urgen a los gobiernos a impulsar un alto el fuego que les permita prestar la atención humanitaria necesaria. "Hay que actuar cuanto antes para que estos niños puedan tener una vida medio normal en el futuro", apunta Vicente. "Las oenegés tenemos los recursos, la voluntad y la capacidad de comenzar operaciones humanitarias a gran escala en Gaza pero tenemos que esperar al otro lado del muro", apostilla. 

Violencia como forma de vida

Cuando la infancia vive en entornos inseguros y de tensión como se ha convertido la Franja de Gaza en las últimas décadas, los menores están expuestos a esta serie de secuelas y déficits constantemente. "Esta situación puede llevar a que se desarrollen actitudes de resentimiento, malestar, agresividad y violencia. Porque han aprendido a sobrevivir a través de ello", asegura Bermejo. "Además, a nivel transgeneracional, han aprendido de sus familias a vivir en la rabia y el rencor en el que constantemente hay un enemigo contra el que luchar. Su forma de relacionarse y vincularse en otras etapas de la vida será en base a lo aprendido", asegura Bermejo.

"Lamentablemente hay adolescentes que comprueban a diario que no hay más salida que la violencia y lo acaban trasladando a su vida cotidiana. Se convierte para ellos en la única forma razonable de resolver conflictos", añade Jaume Funes, psicólogo y educador. "Vivir siempre por encima del umbral de sufrimiento hace que se construyan estructuras mentales alteradas y cuando vives en una situación en la que constantemente se vulneran tus derechos, acabas creyendo que tu vida no le importa absolutamente a nadie", zanja el psicólogo especialista.