Entrevista con Bertrand Badie

“La retirada de soldados franceses de Níger representa el mayor fracaso para Francia desde la descolonización”

El experto en relaciones internacionales Bertrand Badie analiza las claves del declive de la influencia francesa en el continente africano

La retirada militar de Níger cuestiona la relación de Francia con el África francófona

Bertrand Badie

Bertrand Badie / ARCHIVO

Enric Bonet

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Bertrand Badie es profesor emérito en Sciences Po París y uno de los especialistas más prestigiosos en Francia sobre las relaciones internacionales. Este autor de más de 30 ensayos —pronto llegará a las librerías su último libro, Pour une approche subjective des relations internationales— analiza para EL PERIÓDICO las consecuencias del golpe de Estado en Níger y la retirada de soldados franceses de ese país de la inestable zona del Sahel, así como las causas de la pérdida de influencia gala en África.

Con el golpe de Estado en Níger y la retirada de soldados franceses, Francia ha sufrido un serio revés. ¿Cómo lo analiza?

El golpe de Estado en Níger y la retirada de soldados franceses representan el fracaso más grave que Francia ha sufrido en el continente africano desde la descolonización en los años 1960. La gravedad de esta ruptura y sus consecuencias evidentes, tanto en África como en el resto del mundo, hará que las relaciones francoafricanas nunca sean como antes. Se trata de un fracaso para Francia ante un país que consideraba bajo su tutela, una reculada del fuerte ante el débil. Es, sin duda, una humillación simbólica.

¿Por qué considera que lo ocurrido en Níger representa el “fracaso más grave” para Francia desde la descolonización?

Desde la crisis de Mali en 2020, observamos en todos los países del África francófona un incremento de los discursos hostiles contra Francia. No solo por parte de las élites contestatarias, sino también de los ejércitos africanos y de las sociedades de esos países, especialmente las nuevas generaciones. 

Esto se suma al fracaso en la gestión de los golpes de Estado. Históricamente, Francia se caracterizó por hacer malabares ante los golpes de Estado en el continente africano en función de sus intereses nacionales. En el caso de Níger, el Gobierno francés hizo una apuesta temeraria y equivocada que consistió en decir que rechazaban el golpe y solo reconocía al presidente depuesto, Mohamed Bazoum. Defendió con vehemencia que el embajador francés y los soldados continuarían en Níger, pero al cabo de dos meses ha tomado la decisión contraria. Ha resultado toda una humillación.

Además del caso de Níger, también hubo el de Mali en 2020 y Burkina Faso el año pasado. ¿Cómo explica esta pérdida de influencia de Francia en el continente africano?

No creo demasiado en los efectos dominó, pero sí en un factor que me parece fundamental: el fracaso del Estado importado en el continente africano. Cuando se produjo la descolonización de los países africanos, las estructuras estatales fueron importadas desde la antigua metrópolis gala. Las Constituciones de esos países fueron escritas deprisa y corriendo por profesores de derecho franceses. Debido a su naturaleza importada y su evolución inevitablemente autoritaria, esos Estados africanos no han conocido una verdadera legitimidad ni eficacia. Entre los distintos países francófonos en el África subsahariana, prácticamente no hay ninguno de ellos que disponga de una situación próspera y estable. Ni siquiera Senegal que había resultado una excepción durante décadas. 

A eso se le suman los efectos contradictorios de la operación francesa Barkhane en el Sahel…

La inseguridad que reina en África, tanto a nivel alimentario, climático como sanitario, comporta la descomposición de sus sociedades. Todo eso conlleva conflictos violentos, como ha sucedido durante la última década en el Sahel, donde los yihadistas se aprovechan de esta descomposición. El error de Francia fue creer que el envío de tropas resultaba suficiente para acabar con este proceso. Pero su intervención militar no solo no aportó ningún resultado positivo (a diferencia de lo que dice la propaganda gubernamental), sino que echó más leña al fuego y contribuyó a una expansión regional de los grupos yihadistas.

¿Qué parte de responsabilidad tiene el presidente francés, Emmanuel Macron?

Macron ha llevado las riendas de la gestión de la crisis nigerina y las distintas decisiones que tomó —desde el rechazo del golpe de Estado, el hecho de mantener al embajador francés en Niamey y envalentonar a la Cedeao para que interviniera militarmente— resultaron un fracaso. Esto se suma a toda una serie de reveses que ha sufrido a lo largo de su presidencia en materia de política africana e internacional.

Los dirigentes franceses atribuyen sus fracasos en África a la influencia de la propaganda rusa. ¿Tiene un rol decisivo?

Los rusos actúan actualmente como lo hacían los yihadistas antaño. El incremento de la presencia de Rusia en el Sahel se debe a los fracasos de la acción francesa en la región. Moscú no tiene la capacidad de favorecer el desarrollo económico y social de esos países africanos ni erradicar la violencia terrorista que sufren. Pero como se trata de la imagen invertida de la presencia gala, se ha convertido en un emblema. Un ejemplo muy significativo de ello ocurrió en la última votación en la Asamblea General de la ONU en marzo. De los 15 países francófonos de África, nueve de ellos se opusieron a las sanciones a Rusia.

¿Cómo ha afectado la guerra de Ucrania a las relaciones entre los países occidentales y los no occidentales? ¿Ha favorecido un resentimiento de los Estados africanos hacia Occidente?

Cuando empezó la guerra de Ucrania, los dirigentes africanos consideraron que se trataba de una guerra interna de Europa, pero que ellos corrían el riesgo de pagar los platos rotos debido a la inseguridad alimentaria y económica. Eso favoreció una actitud de distanciación hostil respecto al conflicto. Luego, hubo una segunda fase que consistió en una voluntad de protegerse y, de manera paradojal, contribuyó a un estrechamiento de los vínculos entre los países africanos y Rusia, que negoció con ellos su seguridad alimentaria. Y luego la tercera fase ha sido una toma de conciencia de la especificidad del Sur global y de su capacidad no solo de autonomizarse respecto al modelo occidental, sino también de influir en la evolución del sistema internacional.

¿Estamos ante una nueva Guerra Fría entre el mundo occidental y el no occidental?

Viví la Guerra Fría y puedo asegurar que el contexto actual no tiene nada que ver con ese periodo. Básicamente, porque no hay dos bloques enfrentados. Es cierto que hay un bloque occidental, materializado por la OTAN. Pero Rusia no representa un bloque. Salvo algunos pocos países (Bielorrusia, Corea del Norte, Venezuela…), Moscú no cuenta con aliados y me parece un error considerar a Pekín como un aliado ruso. China tiene sus propios intereses y su propia visión del mundo. Actualmente, los Estados mantienen interdependencias que no existían en la época de la Guerra Fría. Y me parece un error que en esta coyuntura Europa y Estados Unidos actúen como si todavía estuviéramos en la época de los bloques y hagan de la OTAN la única alianza militar en el mundo. Lo que incrementa la desconfianza del resto de los países.

Pero sí que hay la sensación de que el mundo se ha vuelto más caótico, con potencias emergentes, como Turquía o Arabia Saudita, que actúan más por su cuenta y toman decisiones arriesgadas.

No creo que nos encontremos ante una situación mundial más caótica. Debido a los factores resultantes de la globalización y que hay más interdependencias, se ha producido una disolución de la vieja lógica de alianzas. Esto favorece una mayor autonomía para cada una de las diplomacias. Resulta evidente en el caso de Turquía, pero también de Arabia Saudita, que negocia sobre el petróleo con Rusia, al mismo tiempo que mantiene buenas relaciones con los países occidentales y estrecha sus vínculos con Israel e Irán. A esto lo llamo la unión libre diplomática, que sucede al matrimonio institucionalizado que encarnaban las viejas alianzas. Una nueva lógica más inestable y fluida, pero que también puede resultar una nueva garantía para la paz debido a las mayores interdependencias, que dificultan los viejos alineamientos.

Cuando uno observa el conflicto en Ucrania, tiene la sensación de que estamos ante un doble fracaso. Por un lado, el de Rusia que fracasó en su voluntad de imponerse en una guerra relámpago, pero, por el otro, el del bloque occidental a la hora de derrotar al régimen de Vladimir Putin a través de las sanciones económicas y la cuantiosa ayuda militar a Kiev.

Sí, comparto este análisis. El conflicto ruso-ucraniano representa el primer gran acontecimiento que sanciona el fracaso de la potencia. El proyecto militar ruso debía permitir controlar Kiev en tres días, pero sucedió todo lo contrario y la fuerza militar rusa se vio obligada a recular. Ese fracaso, en teoría, tendría que haber propiciado una victoria del bando occidental, pero este también ha fracasado en muchos aspectos: económico, diplomático… Incluso una de las consecuencias de esta guerra puede ser el final de la hegemonía mundial del dólar.