Guerra en el este de Europa

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Ucrania

Ucrania / FERMÍN TORRANO

Fermín Torrano

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A Serghiy le cuesta respirar. A los cuatro paramédicos que levantan sus 120 kilogramos en la camilla, también. Hace apenas 48 horas pensó por primera vez en la muerte. En la muerte de verdad. La posición que él y otros dos soldados defendían en la región de Donetsk fue alcanzada por el fuego ruso. El primer compañero murió sin despedirse. El segundo no tardó en hacerlo.

Serhiy se quedó solo sin poder tenerse en pie. La metralla había golpeado su cuerpo, tenía la pelvis rota. Arrastrándose por el suelo en busca de ayuda, terminó con sus fuerzas, el agua y la comida. Inmóvil, pasó las primeras 24 horas a más de 30 grados. Despertó. Bebió orina y mascó margaritas con el rocío del amanecer. Los insectos se posaban en un cuerpo agotado que se despedía de la vida, en una guerra que engulle cadáveres de hombres que hace no tanto fueron hermanos. La segunda noche, las nubes le protegieron; empezó a llover. "Para mí, fue fuego de contrabatería. Me salvó", recuerda con el oxígeno entrando en sus pulmones. Débil y sin esperanza, Serghiy escuchó pasos que se acercaban hacia él. Se asustó. ¿Serán ucranianos? ¿Serán rusos? "Yo solo quería vivir", confiesa.

Ahora tiene el cuerpo hecho trizas, el brazo vendado y la sonrisa del que ha pactado con la muerte regresar otro día. Apenas han pasado 48 horas y junto con 18 compatriotas viaja a un hospital seguro tras un breve paso por un pequeño centro médico del Donbás. La escena se repite en los más de 900 kilómetros de frente que atraviesan el territorio ucraniano. Rescatar, estabilizar y transportar para que los especialistas operen los casos más graves.

Traslado de un herido en la región de Donetsk en el marco de la guerra de Ucrania.

Traslado de un herido en la región de Donetsk en el marco de la guerra de Ucrania. / FERMÍN TORRANO

Pugna por Bajmut

Kiev avanza y no deja atrás a los suyos. No ocurre lo mismo al otro lado de la línea. Ucrania lleva semanas asaltando trincheras en Zaporiyia con tropas provistas de armamento occidental y equipos de visión nocturna. De igual manera, las diferentes brigadas encargadas de limpiar los flancos en los alrededores de Bajmut, para embolsar la icónica ciudad, destruyen posiciones de mortero, campamentos y trincheras. Un aeropuerto kilométrico para las moscas que sobrevuelan los cadáveres en descomposición y las extremidades arrancadas de cuajo en el fragor de la batalla.

Los muertos rusos se abandonan en Ucrania. Ocurrió en septiembre y noviembre, cuando el Ejército ucraniano reconquistó Járkiv y Jersón, creando pánico en unas filas rusas ciegas por la falta de material nocturno, y desprotegidas por el insuficiente apoyo de la artilleria. Y aunque Kiev ejerce un considerable control informativo, la nueva campaña repite la estrategia que tantos éxitos le reportó en el pasado reciente. "Así es como enterramos a los compañeros que no vuelven a casa", solloza el comandante de un pelotón de la brigada 72 de las Fuerzas Armadas rusas, mirando a cámara, en un vídeo reciente.

A su espalda, un puñado de flores sobre un montículo de Nerra. Una tumba improvisada para honrar a los compañeros caídos tras un ataque con proyectiles Grad. "Las mujeres nos llaman y piden explicaciones de por qué no les hemos mantenido con vida…", interrumpe otro oficial. "¡Putos comandantes, tenéis que entrar en razón! ¡Dadnos munición!", añade. Un documento visual que muestra el abandono y crueldad de la guerra.

Sin munición

Los cuatro hombres sucios y cansados comparten botella y lloran por compañeros que nunca volverán a casa. Gritos desesperados desde el frente de Bajmut, donde esta unidad rusa reemplazó al grupo paramilitar Wagner. Antes de terminar la grabación, dos de ellos sacan de sus bolsillos un puñado de balas: "Así es como vivimos, esto es todo lo que tenemos. Nos quedan dos fusiles para 22 personas". Y aunque el mando ruso ha demostrado no tener un gran aprecio por la vida de sus hombres, el rechazo al envío de munición responde en muchos casos a problemas logísticos que aprietan las tuercas del, hasta hace un año, "segundo Ejército del mundo".

Ahora, mientras las miradas se desvían hacia el atacado puente de Kerch que conecta Rusia con Crimea, Ucrania opera para romper en dirección a Debaltsevo por el este y Tokmak en el sur. Dos urbes que mantienen con vida la interminable cadena terrestre de suministros de Moscú. "La suposición de que sería una guerra entre un gran ejército soviético y un pequeño ejército soviético fue equivocada en muchos países", declaró con aire retador el ministro de Defensa ucraniano, Oleksii Reznikov.

Muchos entendieron que se refería al tablero de ajedrez de la guerra, pero el cambio de doctrina tiene implicaciones más allá del campo de batalla. La mano que acaricia el pecho desnudo de Serghiy mientras le susurra al oído que todo saldrá bien tan solo es un ejemplo. Irina tiene 22 años y es voluntaria en un batallón encargado de evacuar soldados. Porque si en la guerra hace falta infraestructura para mover comida, gasolina y munición... todavía es más necesaria para transportar heridos y rescatar a los vivos de entre los muertos.