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Bloque de pisos en Nueva York

Bloque de pisos en Nueva York / EP

Idoya Noain

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Tras el perímetro junto a la puerta de entrada marcado por postes dorados y gruesas cuerdas de terciopelo rojo, dos imponentes porteros gigantones de traje, con gafas de sol y pinganillo, y una estilosa mujer con una lista en sus manos. Más allá de ese cordón, una larga cola, sin final visible. Y en vez del nombre de un bar de moda o un club de élite donde la entrada solo la garantizan la posición social, el dinero o los contactos, un cartel con un mensaje: ‘Open house’.

La imagen salió de la mente y la mano del artista Marcellus Hall y ocupaba la portada de un número reciente de la revista ‘The New Yorker’. Y pese a ser una ilustración, era la definición perfecta de la locura en la que cada vez más deviene el mercado inmobiliario en Nueva York, una ciudad donde la búsqueda de alojamiento es una competición de aires crecientemente distópicos. Y eso pese al ascenso imparable de los precios de alquiler, que la están volviendo una urbe cada vez más inasequible. Para la mayoría.

Los récords se baten mes a mes. En mayo el precio medio de los nuevos arrendamientos en Manhattan rozó los 4.400 dólares al mes (4.000 euros), lo que cuesta ahora en la isla alquilar un apartamento de un dormitorio. Era, dentro de una tendencia al alza que empezó hace 18 meses tras el golpe y el exilio de la pandemia, el tercer mes consecutivo estableciendo marcas históricas.

Ese precio representa un aumento del 9,9% respecto al de un año antes, muy por encima de la media nacional del 5%. Y los incrementos fueron aún más acentuados, aunque los precios sean algo más bajos, en Brooklyn y en la parte noroeste de Queens, que en 12 meses han visto dispararse los precios un 9,2% y un 15% respectivamente.

Guerras de ofertas y agujeros

Pese a los elevados costos, las luchas por hacerse con los apartamentos son tan feroces como describía Hall en su portada. Cada vez los espacios disponibles duran menos en el mercado, y más del 13% de los apartamentos alquilados en abril se consiguieron en las infames 'bidding wars', guerras de ofertas en que los aspirantes a inquilinos compiten al alza entre ellos sobre los precios solicitados por los propietarios.

Casi 123.000 euros anuales es el sueldo medio que hay que tener para alquilar en la ciudad si se sigue la regla de no gastar más del 30% de los ingresos en vivienda, una meta de sanidad económica que se rompe constantemente, con la mitad de los neoyorquinos dedicando a tener un techo más de la mitad de sus ingresos (que son de media 90.000 euros para una familia blanca y menos de 50.000 para una negra).

Y lo que se llega a conseguir a veces es un apartamento solo en nombre, como demostró un vídeo en Tik Tok de un agente inmobiliario que se hizo viral en diciembre. Mostraba un espacio en la calle 11, en el West Village, de siete metros cuadrados, con el baño compartido en el pasillo. Se alquilaba por cerca de 1.800 euros. Alguien los pagó por unos meses. Y ahora ha vuelto al mercado, y el precio ha subido a más de 2.100 euros.

Desencanto progresista con el alcalde

La situación tampoco es idílica para quienes ya tienen o buscan uno de los codiciados apartamentos con “alquiler estabilizado”, que en vez de tener el precio en manos del mercado y afrontar subidas como las que han sufrido numerosos neoyorquinos tras la pandemia, de hasta 40% en sus alquileres, ven los aumentos anuales regulados por ley.

Este mismo miércoles la Junta de Directrices de Alquileres aprobaba una subida del 3% en los contratos de un año para ese millón de apartamentos, donde vive un cuarto de la población de la ciudad, mientras que en los de dos años permitirá aumentos del 2, 75% el primero y 3.2% el segundo.

Son porcentajes que quedan lejos del 5% y 7% que respectivamente se había dado como margen máximo de subida la junta, y en la votación 5-4 fueron rechazados por los dos representantes de los propietarios y por dos de los cinco miembros nombrados por el alcalde Eric Adams, que querían tirar hacia esos márgenes más altos. Pero es el segundo año consecutivo de incremento tras las subidas de 3% y 5% del año pasado, porcentajes que no se veían desde la época en que Michael Bloomberg ocupaba la alcaldía. Y han sido recibidos como otro varapalo en la ciudad bajo el mandato del demócrata, que ha roto con las tres congelaciones de alquileres y las subidas más limitadas que hizo la junta bajo el mandato de su predecesor, el también demócrata pero más progresista Bill De Blasio.

El golpe a la persistencia de la clase media en Nueva York, y a su tejido humano, es evidente. La urbe atraviesa lo que Lisette Nieves, presidenta de la organización benéfica Fondo para la Ciudad de Nueva York, definía en Bloomberg como “la peor crisis de vivienda en una generación”. Los números de personas sin hogar aumentan. Desde que se levantó una moratoria a los desahucios en enero de 2022 los propietarios han presentado unas 150.000 demandas, y los números de las que llegan a ejecutarse aún están lejos de los niveles prepandémicos (17.000 en 2019), pero ya desatan las alarmas.

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