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Terraza casi vacía de un restaurante de Nueva York, en septiembre.

Terraza casi vacía de un restaurante de Nueva York, en septiembre. / REUTERS

Idoya Noain

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Tras casi tres horas y media de ópera la pareja decide regresar desde el Upper West Side al East Village y cenar en uno de los barrios más vivos de Manhattan. Es un día entre semana y una de las pocas opciones que encuentran desde el metro, cerca de la medianoche, es comprar unos “slices” de pizza.

Otro día entre semana ese mismo refugio para estómagos hambrientos ni siquiera está abierto a las 11 de la noche, lo mismo que ocurre en un par de las instituciones del barrio que antes estaban abiertas 24 horas.

Tampoco otra noche tienen suerte las dos amigas que intentan ir a tomar un ramen. Por más que Google Maps asegurara que la cocina del reconocido local estaba abierta hasta las 21.30, 30 minutos antes de esa hora los taburetes ya están sobre las mesas y los empleados que barren y friegan indican que ahora están dejando de servir a las nueve.

Esos ejemplos no son casos aislados. La ciudad que nunca duerme en la que quería despertar Frank Sinatra está cambiando, nadie puede asegurar si de forma temporal marcada por las circunstancias sísmicas que provocó la pandemia o definitivamente, al menos en lo que a opciones para cenar se refiere. Y no es que falten opciones para hacerse con algo que llevarse a la boca a cualquier hora, pero estas se han reducido, especialmente si se busca una cena en condiciones, y especialmente en Manhattan.

Adiós a la isla dentro de EEUU

Nueva York nunca ha sido en ese terreno como Europa, o como otras partes del mundo donde cenar tarde es modo de vida, pero era casi una isla dentro de EEUU. Ahora, cada vez se parece más a otras ciudades del país o, y esto son palabras mayores para los ‘newyorkers’ que adoran su excepcionalidad urbanita, a los 'suburbs'. Y aunque la metrópolis responde a tendencias nacionales que se han registrado tras la pandemia, y en las que juegan un papel varios factores que pasan desde por los problemas para encontrar personal hasta por la persistencia del trabajo remoto o la inflación, es donde el cambio se siente de una manera más pronunciada.

A las sensaciones las respaldan los datos. Un estudio publicado en octubre del año pasado por la compañía Dataessential confirmó que 12 de los 15 códigos postales que más horas de restaurantes abiertos han perdido desde 2019 están en Nueva York (los otros tres están en Washington DC, Chicago y Nueva Orleans). Si de media los restaurantes neoyorquinos han reducido 9,1 horas su tiempo de apertura por semana, en Manhattan ese descenso es especialmente pronunciado. Y en barrios como el citado East Village, pero también el Meat Packing District o el Theatre District, se rozan las 20 horas semanales evaporadas respecto a antes de la pandemia. En Chelsea, donde en 2019 el 53% tenían las cocinas abiertas pasadas las diez de la noche, el porcentaje ha caído más de 20 puntos hasta el 32,5% por ciento.

La situación está provocando cambios en las rutinas y en las costumbres. ‘The New York Times’ declaraba hace unos meses que “las seis de la tarde son las nuevas ocho” y es cierto que los restaurantes ahora experimentan su mayor tráfico a horas que hace no mucho se consideraban intempestivamente tempranas para cenar en Nueva York, o terreno exclusivo de sus habitantes de más edad.

Roni Mazumdar, uno de los propietarios de Dhamaka, uno de los restaurantes en boga en la ciudad, en el Essex Market, constataba en el rotativo que se han adelantado las horas más demandadas. Y el empresario se mostraba convencido de que “vamos a ver esta tendencia perdurar por lo menos los próximos cinco años, si no más tiempo”.

"Las nueve son las nuevas doce"

El ‘Times’ hablaba también con el mánager de LittleMad, un restaurante francés coreano en Madison Avenue que había adelantado su cierre a las 10 de la noche. Unos meses después de esa entrevista, el horario se ha recortado más todavía y cuatro días por semana el restaurante cierra ahora a las nueve. Grub Street, la sección gastro de la revista ‘New York’, también llegaba a la conclusión de que “las nueve son las nuevas doce”, y es que el adelanto del cierre de las cocinas hace de una cena a medianoche casi una misión imposible.

Como no podía ser de otra manera, en medios conservadores como el tabloide ‘New York Post’ se ha tratado de vincular el fenómeno a sus machaconas denuncias apocalípticas de una ciudad supuestamente consumida por el “crimen rampante”. Daban con Richie Romero, un empresario de ocio nocturno, que aseguraba que “la gente no sale tanto y la demanda de la noche no está ahí siempre por el factor del crimen”. Pero el propio Romero también señalaba a que “la gente se ha adaptado a estar más en casa después del covid, van a las oficinas dos o tres días por semana en lugar de cinco, y es difícil cubrir toda la demanda de personal”.

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