Guerra en Europa

Ucrania libra la batalla lingüística y pide que se escriba correctamente sobre la invasión

Que no se diga "guerra de Ucrania" sino "guerra de agresión rusa sobre Ucrania", o escribir Kyiv en lugar de Kiev

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski.

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski.

Mario Saavedra

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Al principio de la guerra, las delegaciones diplomáticas de Ucrania en los países aliados dieron la batalla para que los medios de comunicación usaran los topónimos en su transliteración ucraniana en lugar de la rusa. Que se escribiera y dijera Kyiv en lugar de Kiev, Járkiv y no Járkov. En las últimas semanas, han lanzado una campaña para que, más allá de estos topónimos, los medios occidentales hablen con propiedad de la guerra. Por ejemplo, que escriban "guerra de agresión rusa contra Ucrania", en lugar de guerra en Ucrania o "zonas temporalmente ocupadas" por Rusia, en lugar de "zonas anexionadas" .

"Es muy importante que los medios de comunicación de España utilicen los términos correctos en relación a la agresión armada rusa contra Ucrania", aseguran desde la embajada ucraniana en nuestro país. "Queremos recalcar la importancia de utilizar los topónimos ucranianos como suenan en ucraniano (Kyiv no Kiev, Járkiv no Járkov, Dniprό no Dnepr, Odesa no Odessa, Lviv no Lvov, Mykolaiv no Nikolaev), puesto que es una forma de reconocimiento de la identidad ucraniana".

El efecto de estos movimientos está siendo limitado. En España, por ejemplo, y a pesar de la insistencia ucraniana, el grueso de los medios de comunicación sigue la recomendación de la Real Academia Española o de la Fundación del Español urgente (Kiev, Járkov). Publicaciones como The New York Times, The Washington Post, CNN o BBC, o La Vanguardia en nuestro país sí han realizado ese cambio.

Formas incorrectas

La invasión a gran escala de Ucrania que comenzó el 24 de febrero es considerada por Kiev como una expansión de la agresión iniciada ya en 2014. En ese sentido, consideran inapropiado los términos "conflicto de Ucrania, crisis de Ucrania, guerra en Ucrania o la fuerza de Rusia en Ucrania". Piden que, en su lugar, se escoja algunos de los siguientes: "guerra de agresión rusa contra Ucrania", "guerra de Rusia contra Ucrania" o "agresión de Rusia contra Ucrania".

Algunas de las peticiones van más allá de lo meramente formal. Han detectado, por ejemplo, que algunos medios de comunicación han escrito que Ucrania era una parte de Rusia, algo que nunca fue cierto: tanto Ucrania como Rusia eran partes de la Unión Soviética.

También discrepan de la idea extendida de que la parte este de Ucrania (el Donbás, sobre todo) sea considerada como "de mayoría de rusoparlantes culturalmente cercanos a Rusia". Según la guía enviada por el Ministerio de Exteriores a los medios, a través de la embajada en España, "hablar ruso no significa estar cultural o mentalmente cercano a Rusia; y los ucranianos rusoparlantes representan un legado del colonialismo ruso y una política a largo plazo de 'rusificación', resultado de políticas de sustitución lingüística y reemplazo de población que llevó a cabo el Imperio ruso y la Unión Soviética durante tres siglos".

Sobre Crimea, el Ministerio solicita que se deje de hablar de "ataques ucranianos sobre Crimea", por ejemplo los bombardeos sobre los depósitos de combustible en la localidad o sobre el puente que conecta la península ocupada con Rusia. En su lugar, debe indicarse que se trata de "legítimos esfuerzos de Ucrania para desocupar Crimea", ya que es "parte del territorio soberano ucraniano dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas". Recuerdan que la República Autónoma de Crimea y la ciudad de Sebastopol, partes del territorio ucraniano, fueron temporalmente ocupadas por la Federación Rusa desde el 20 de febrero de 2014.

Donetsk, Lugansk, Jersón, Zaporiyia no deben ser consideradas regiones ucranianas anexionadas por Rusia, sino zonas "temporalmente ocupadas", dirigidas por "representantes de la administración de ocupación rusa", no por funcionarios rusos.

Desacreditan el argumento de que "la guerra de Ucrania no es un genocidio porque entonces todas las guerras lo serían". Para Kiev, "la guerra de Rusia contra Ucrania es genocida según todos los indicios. Lo es en su concepción teórica y lo es en la práctica". Y apuntan como evidencia que la violencia sistemática se comete "no sólo contra los hombres, sino también contra las mujeres, niños o ancianos". Además, Rusia ha mostrado un "esquema mental de aniquilamiento" cuando ha atacado a civiles que huían, cuando ha transferido forzosamente a Rusia a niños "para ser reeducados o adoptados", hecho que viola la "convención de Ginebra".

No se debe tampoco hablar, a criterio del Gobierno de Volodímir Zelenski, de "refugiados ucranianos en el extranjero" sino de "personas desplazadas desde Ucrania". En el trasfondo de esta idea fuerza está el temor a que estos desplazados no regresen al país tras la guerra y lo dejen mermado de talento y ciudadanos. Se estima que ocho millones de los 43 millones de ucranianos han salido del país por la guerra, en su mayor parte mujeres y niños. España ha superado las 170.000 protecciones temporales a refugiados de Ucrania un año después de la activación del mecanismo rápido.

Dos posibles prácticas

"El uso incorrecto de estos términos crea confusión y, en algunos casos, hasta juega en las manos de la propagada del Kremlin", alegan desde Ucrania.

"Hay dos posibles prácticas a la hora de integrar los exónimos (los topónimos, o nombres de lugar, de países con otras lenguas)", escribe Ernest Alós en El Periódico de Catalunya, del mismo grupo editor que este diario (Prensa Ibérica). "La primera, atenerse a las formas tradicionales (en algunos casos con raíces medievales) que ha adoptado la propia lengua para los nombres de lugares de otros países, a menudo muy distintos del original por influencia de otras lenguas intermediarias, del latín, de evoluciones divergentes", explica. Sería el caso de Moscú (no Moskvá) o Rusia (no Rossíya), Londres (no London).

"La segunda posibilidad es respetar el nombre en su grafía original en caracteres latinos, independientemente de su pronunciación, o transliterarlo según unas normas determinadas, que se aproximen a la pronunciación real, cuando el original se escribe en un alfabeto distinto del latino. Esa sería la opción más habitual en topónimos menores, en los que no hay tradición acuñada de uso en otras lenguas". Y concluye que, en esta tesitura, la opción del diario es, sin ignorar cuál sea la evolución del uso real por los hablantes, atenerse a la norma establecida por la respectiva autoridad lingüística.