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Crónica desde Nueva York: Basura y ratas, ¿llegó su hora?

El alcalde ha puesto en marcha varias iniciativas en el último año para eliminar desechos y roedores de las aceras

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Idoya Noain

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Tan icónicas como el Empire State, los bagels, Central Park o el logo I ❤ NY, aunque infinitamente más desagradables, basura y ratas son parte del paisaje, la fauna, la experiencia y la historia neoyorquina. Desde hace tiempo las autoridades municipales han buscado fórmulas para quitarles ese emblemático lugar en el acervo, el imaginario y la realidad de la metrópolis, con escaso éxito hasta la fecha. Desperdicios y roedores, en una alianza tan endemoniada como vigorosa, siguen de momento ganando, y por goleada. Y está por ver que vaya a acabar de distinta manera el empeño del actual alcalde, Eric Adams, y de la responsable de su Departamento de Limpieza, Jessica Tisch, pero los esfuerzos claramente se redoblan. ¿Llegó su hora?

Es difícil anticiparlo para las ratas, esa rara especie de 'newyorkers' de pura cepa, que siempre demuestran su maestría en el arte de la supervivencia y la adaptación. Como los humanos, se vieron afectadas por la pandemia, y entre confinamientos y cierres de restaurantes estos seres habituados a movimientos locales expandieron sus territorios en busca de comida. A la vez, la ciudad se metía en una especie de 'presupuesto de guerra' y la tijera pasaba también por los servicios de limpieza.

La posterior apertura de terrazas, que en la mayoría de los casos han llegado para quedarse, creó además un nuevo paraíso inmobiliario para la población 'ratuna', que transformó bajos y huecos en nido y hogar. Y aunque no se puede determinar si las ratas han aumentado en número, lo incontestable es que se ven más. Se ratifica desde esas mismas terrazas de restaurantes, en un paseo por prácticamente cualquier sitio, con los cadáveres de las atropelladas, que cada vez son una visión más frecuente para los ciclistas, o al saber que las cifras de llamadas de queja a los servicios municipales han subido un 70% en dos años.

Montañas de basura

Lo de las montañas de bolsas de basura en las aceras, el bufet inagotable para las ratas, es otro clásico neoyorquino tras el que laten factores políticos y económicos y una historia de inercia. Fue en 1968 cuando una huelga de trabajadores públicos de limpieza marcó el punto de inflexión que desarrollaría el sistema actual. La industria del plástico aprovechó para regalar cientos de miles de bolsas y para 1971 la ciudad desterró oficialmente los cubos metálicos, dando nacimiento al paisaje de esas cordilleras que duelen a la vista y el olfato y, a menudo, hacen las aceras más pequeñas difícilmente transitables.

 Las cifras de llamadas de queja a los servicios municipales por presencia de roedores han subido un 70% en dos años

La logística de recolección de basuras no ha cambiado en esas seis décadas, incluso mientras la ciudad iba sumando población y esta, creando más desperdicios: 14 millones de toneladas al año, 375 diarias más que hace cinco años. En ese sistema los servicios municipales se encargan exclusivamente de la recogida de basuras de edificios residenciales e institucionales, que realizan solo tres veces por semana. Mientras, nueve decenas de empresas privadas (de las que en los 90 se hizo un esfuerzo para erradicar los controles de la mafia) se reparten el negocio de retirada de los desechos comerciales, incluyendo de restaurantes.

Los planes

Nueva York ha destinado desde hace tiempo millones de dólares para tratar de provocar cambios. Ahora, para Adams la lucha tiene casi algo de personal. En casi un centenar de ocasiones en los últimos meses ha hablado en sus ruedas de prensa de las ratas (y también ha estado en las noticias por recurrir dos multas que le pusieron tras detectarse la presencia de roedores en una casa de su propiedad en Brooklyn, en cuyos intentos de erradicación se había gastado 7.000 dólares de su bolsillo).

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La firma del alcalde se ha estampado en cuatro iniciativas legislativas. Una fundamental ha puesto en marcha un programa piloto para instalar contenedores en los cinco barrios, pero la implantación general enfrenta retos, que van desde el distinto tamaño de las calles hasta la guerra asegurada con los propietarios de vehículos privados, que perderían espacio para aparcar en una urbe que, cuando diseñó la famosa cuadrícula de Manhattan, no hizo previsión de callejones para, oh sorpresa, exprimir al máximo el espacio inmobiliario.

El alcalde ha puesto en marcha una iniciativa para que los contenedores vuelvan a las aceras de las calles en los cinco barrios de la ciudad

Además, se estudia un nuevo plan para la basura comercial que dividiría en 20 zonas la ciudad, daría a los comercios tres opciones de empresas privadas a las que contratar y reduciría las rutas de los camiones y las horas que pasan en carreteras, contaminando y contribuyendo a los atascos.

Otro de los cambios entrará en vigor en abril. A partir de entonces se retrasará de las 4 de la tarde a las 8 la hora a la que los edificios residenciales pueden sacar sus bolsas de desperdicios, tratando de acortar el desmesurado tiempo que la basura pasa en la calle, a veces hasta 14 horas. Las ratas quizá pierdan la oferta temprana, pero, como recuerdan los expertos, no saben de horarios y son sobre todo nocturnas, y seguirán teniendo fácil acceso a su festín. Además, las nuevas reglas tienen excepciones, incluyendo permitir a los comercios sacar su basura una hora antes del cierre, sea esta cuando sea.

Golpes de efecto

La Administración de Adams ha dado también golpes de efecto en su lucha. En diciembre generaron enorme atención cuando colgaron en internet una oferta de empleo buscando un “director de mitigación de roedores”, un cargo ya popularmente conocido como “el zar de las ratas”.

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Para optar al sueldo de entre 120.000 y 170. 000 dólares solo hacía falta, según el muy comentado anuncio (que debió ser retirado ante la avalancha de respuestas), experiencia en planificación urbana, gestión de proyectos o gobierno y, “más importante, el impulso la determinación y el instinto asesino para combatir al verdadero enemigo: la implacable población de ratas de la ciudad de Nueva York”. El candidato debía estar “enormemente motivado y algo sediento de sangre” y le convenía tener “lo que hace falta para conseguir lo imposible”.

“Astutas, voraces y prolíficas, las ratas de la ciudad de Nueva York son legendarias por sus talentos para la supervivencia, pero ellas no dirigen esta ciudad, nosotros lo hacemos”, decía el anuncio.

La frase, que también pronunció en una rueda de prensa la responsable del Departamento de Limpieza (que nada más llegar al cargo habló con la alcaldía de Barcelona para estudiar el sistema de recogida de basuras de la ciudad) fue tal éxito que se estampó en camisetas. Se vendían en internet por 48 dólares y no queda ni una para comprar.

Fue una historia de éxito. Pero la basura sigue en las calles y las ratas, campando a sus anchas.

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