Movimiento asociativo

Una noche en la Lisboa más alternativa

Decenas de espacios tratan de mantener la identidad de los barrios del centro de la ciudad, a pesar de la fuerte presión inmobiliaria

Las asociaciones culturales de la capital portuguesa son un refugio para cientos de jóvenes, que buscan diversión a precios bajos

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Lucas Font

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La asociación cultural Zona Franca huele a comida casera. En el comedor, de paredes rojas y luz tenue, una pequeña barra da la bienvenida a los visitantes, que deben rellenar un breve registro para poder acceder al local. La samba A pesar de você, de Chico Buarque, ameniza la cena de cerca de una decena de personas, que degustan el menú de hoy en las mesas de madera antiguas, rodeadas de carteles reivindicativos colgados en las paredes en contra de la especulación inmobiliaria o de la explotación de la minería en el norte de Portugal. 

Detrás de la barra, una de las voluntarias explica el menú de hoy a los recién llegados: sopa de verduras de entrante y, como plato principal, albóndigas de patata y calabacín, lentejas con tomate y ensalada. 

-¿Es todo vegano? -pregunta uno de los visitantes.

-Todo vegano, incluido el bizcocho de postre. Nosotros te llevaremos la comida a la mesa, pero recuerda dejar los platos y los cubiertos en el fregadero cuando termines -responde la voluntaria.

El precio del menú, con vaso de vino o cerveza, ronda los cinco euros. Algo cada vez menos habitual en el barrio de Arroios, donde proliferan los bares modernos, con platos elaborados y cartas de vinos sofisticados. Esta zona de la ciudad, muy cercana al centro, está viviendo una transformación parecida a la que ya sufrieron otros barrios como Alfama o Mouraria, donde los alojamientos turísticos han reducido la oferta inmobiliaria y han obligado a muchos vecinos a trasladarse a otros lugares.

Resistencia gastronómica

En el pequeño patio de la asociación, sentada en una de las mesas, la voluntaria Laura Sordini califica el trabajo de Zona Franca como “resistencia gastronómica”. La preparación de comida, organizada de lunes a viernes por grupos de entre tres y cuatro voluntarios, supone la principal fuente de financiación para esta asociación, que realiza además talleres de serigrafía y de fotografía y organiza charlas relacionadas con los derechos humanos y el medio ambiente, en colaboración con otras organizaciones. 

“Zona Franca es un lugar seguro y accesible para todas las personas que han sufrido el aumento de los precios de la vivienda y de la mayoría de servicios aquí en el barrio”, explica Sordini, una italiana que participa activamente en la asociación desde antes de la pandemia. “También nosotros estamos notando esta subida de los precios: el alquiler de este local se ha duplicado en pocos años”. Sordini destaca el ambiente familiar que rodea a la asociación. “No tenemos una franja de edad específica, hay un poco de todo. El otro día vino una vecina mayor para celebrar su 80 cumpleaños con sus hijos”. 

Además de las cenas, la asociación organiza fiestas y conciertos todos los viernes, que ayudan a financiar parte de los gastos. La semana pasada fue un espectáculo de cumbia que llenó el local, mientras que hoy el ambiente es más tranquilo, con un concierto a cargo del cuarteto Macondo, que versiona canciones tradicionales de África y América Latina. La treintena de personas que están hoy en el comedor se arremolinan frente a la banda y escuchan el concierto en un ambiente tranquilo, que empapa al local de una atmósfera única. “Desde el principio pensé que este lugar tiene algo mágico, tiene alma”, asegura Sordini mientras da un sorbo a un vaso de vino blanco. 

Vista del barrio de Arrorios, en Lisboa

Vista del barrio de Arrorios, en Lisboa / ARCHIVO

Nuevas asociaciones

Zona Franca forma parte de un grupo de asociaciones que nacieron hace poco más de una década, en un momento en que Portugal estaba siendo duramente golpeado por la crisis económica de 2008. Tan solo en este barrio se pueden contar cerca de una decena de asociaciones, que se financian a través de cenas y conciertos y que al mismo tiempo animan la vida nocturna de la ciudad. Un ejemplo es Sirigaita, una entidad sin ánimo de lucro que acoge, entre otras asociaciones, a los colectivos Habita y Stop Despejos, que luchan contra la especulación inmobiliaria.

La asociación ha organizado hoy un encuentro con estudiantes para hablar sobre dinámicas urbanas, un evento acompañado con cena y con una fiesta posterior a cargo de la DJ NoN Project, con ritmos house y techno. Marco, uno de los miembros de la organización, suele colocarse en la entrada para controlar el aforo y charlar con las personas que salen a la calle para tomar el aire. “Sirigaita tiene una identidad política, hacemos un esfuerzo para fomentar iniciativas que tienen un objetivo no comercial”, explica Marco, quien añade que son cerca de 40 los voluntarios que trabajan aquí, siempre hasta las 23:00 horas, cuando el Ayuntamiento les obliga a cerrar. Ya con la fiesta terminada, la única pregunta es dónde tomar la siguiente ronda. Seguramente en otra asociación.