Pugna entre potencias

Tierras raras: el as en la manga de China que el mundo despreció

La UE y Estados Unidos se afanan en rebajar el monopolio chino de las tierras raras, claves en la tecnología civil, militar y energética

China cuenta con el 44% de las reservas del mundo y el pasado año concentró el 85% del suministro global, seguida del resto de Asia (13%) y Europa (2%)

Archivo - Una persona utilizando su teléfono móvil (smartphone) por la noche

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Adrián Foncillas

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Ya aclaró el arquitecto de las reformas, Deng Xiaoping, que blancos o negros, los gatos tenían que cazar ratones, y que si Oriente Próximo tenía petróleo, China contaba con tierras raras. Se recuerda menos lo segundo siendo tan perspicaz como lo primero. Aludía al praseodimio, el neodimio, el gadolinio, el samario, el holmio… y así hasta 17 minerales de los que la mayoría de la gente nunca ha oído hablar pero imprescindibles en la tecnología cotidiana. China mantiene el quasimonopolio cuatro décadas después y la Unión Europea (UE) ha descubierto con Ucrania que un suministrador no garantiza el sosiego. El gas es lo urgente; los minerales raros, lo importante.

Los minerales raros son ubicuos en teléfonos, auriculares y televisores. También en equipamiento hospitalario de resonancias magnéticas y reactores nucleares. En ellos descansa la transición energética: turbinas eólicas, coches eléctricos y paneles solares. Y también la industria militar: motores a reacción de cazas, submarinos, misiles guiados, sistemas de radar y sónar... No se entiende el presente y aún menos el futuro sin las tierras raras.

China cuenta con el 44% de las reservas del mundo y el pasado año concentró el 85% del suministro global, seguida del resto de Asia (13%) y Europa (2%). La demanda anual alcanza las 125.000 toneladas, el doble que 15 años atrás, y será de 315.000 en 2030. Las exportaciones chinas cabalgan sobre esa demanda y en enero emergió el elefantiásico Grupo de Tierras Raras de China tras la fusión de tres grandes conglomerados mineros y dos institutos de investigación. Estará bajo la dirección del Consejo de Estado y concentrará el 70% de la producción nacional.

"Los peligros chinos"

El miedo apuntala la nueva normativa de la Comisión Europea que anunció su presidenta, Ursula von der Leyen, entusiasta trovadora de los peligros chinos. Pretende fomentar la cadena de suministros en todas sus etapas (extracción, procesamiento y reciclaje) para rebajar la dependencia de Pekín. La medida ha sido recibida en el sector como más mediática que efectiva y un analista alemán la desdeñó como "excesivamente teatral". Entre el plan y su ejecución nunca mediará menos de una década y la necesidad es urgente. "La política no es realista en el corto plazo pero con una inversión sustancial en instalaciones de procesamiento podría alcanzarse en 10 años", calcula Kristin Vekasi, profesora de la Universidad de Maine e investigadora de la geoeconomía de las tierras raras. Ocurre que la demanda europea se habrá quintuplicado en 2030 y no habrá transición verde sin ellas. "Pronto serán más importantes que el gas y el petróleo", ha advertido Thierry Breton, comisario europeo.

Un vistazo a Ucrania, en cualquier caso, mitiga el riesgo. Si China no ha enviado ni una cantimplora a las tropas de Rusia en siete meses para preservar su sintonía con Bruselas, es difícil imaginar que la castigue en un asunto capital.

La rareza de los minerales acaba en su nombre. El más escaso de ellos -el tulio- es cien veces más común que el oro, son considerados "moderadamente abundantes" por la Agencia Geológica de Estados Unidos y están repartidos por buena parte del globo. Pero el nudo gordiano no es su extracción sino su procesamiento. No se encuentran aislados, como otros metales, sino en amalgamas. Separarlos es una tortura que requiere de continuos baños en ácidos y filtrados en procesos de cientos de repeticiones. No se trata de extraer los minerales raros de la mezcla sino de quitar todo lo demás. Es caro, difícil y peligroso porque libera sustancias radioactivas vinculadas al cáncer de páncreas y pulmón.

Europa cedió el negocio

Así que Occidente, cuando China se puso a ello en los años 80, cerró sus minas y plantas de procesamiento y cedió gustosa el negocio. Sólo sus bajos salarios y laxas normativas medioambientales y de seguridad laboral permitían su rentabilidad. Todos esos indicativos han mejorado muchísimo en las últimas décadas en China pero siguen sin salirle competidores.

"En las últimas cuatro décadas, China ha invertido mucho en la propiedad intelectual necesaria para alcanzar la vanguardia en el sector de las tierras raras", señala Vekasi. "Su ventaja en las fases de separación y refinado les ayuda y por eso vemos que países que han regresado a la minería de las tierras raras, como Estados Unidos, siguen enviándolas a China para que las procesen. La integración vertical, que hemos visto con la creación del Grupo Tierras Raras de China, les da una decisiva ventaja", añade.

La mina californiana de Mountain Pass fue la mayor productora de tierras raras medio siglo atrás hasta que comprobó que mandándole aquellos conglomerados tóxicos a China se ahorraba muchos disgustos. A Washington, como a Bruselas, le han entrado las prisas y estos días está atareado con leyes incentivadoras. Es paradójico que el Ejército de EEUU dependa de las tierras raras chinas cuando coquetea con el conflicto y sus reservas se agotarían en tres meses si Pekín le cortara el suministro. Las tierras raras son otro baño de realidad contra el desacoplamiento económico de China que defienden los halcones de Washington.

La posición de fuerza que las tierras raras le conceden hoy a China supone una venganza poética ante un mundo que durante décadas desdeñó su procesamiento. Occidente las ha disfrutado a un precio irrisorio mientras China pagaba la dolorosa factura medioambiental y de salud. Ha necesitado una guerra para comprender lo que Deng ya supo cuatro décadas atrás.

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