Sentencia histórica

Cinco décadas de cruzada conservadora contra el aborto en EEUU

La derogación de la protección constitucional del derecho es la gran conquista de un poderoso movimiento religioso, legal y político

Multimedia: Viaje a la zona cero de la batalla legal contra el aborto en EEUU

Donald Trump y la jueza Amy Coney Barret, tras ser designada oficialmente como miembro del Tribunal Supremo este lunes.

Donald Trump y la jueza Amy Coney Barret, tras ser designada oficialmente como miembro del Tribunal Supremo este lunes. / periodico

Idoya Noain

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El Tribunal Supremo de Estados Unidos ha lanzado este viernes lo que algunos habían descrito metafóricamente como “la bomba atómica”: la derogación de la protección constitucional del derecho al aborto en el país. Es lo que se esperaba tras la reciente filtración de un borrador de la sentencia. Un fallo que culmina 49 años de cruzada conservadora contra ‘Roe v. Wade’, la histórica decisión de 1973 que legalizó la interrupción voluntaria del embarazo.

Esa lucha conservadora tiene raíces y una evolución complejas y se aceleró de forma imparable con la llegada de Donald Trump al poder. Tras ella ha estado un potente movimiento religioso, político y legal, cuyas ambiciones trascienden lo obtenido con esta sentencia. El bando progresista, de momento, no tiene una respuesta.

El Tribunal Warren

Para entender el origen de ese movimiento hay que retraerse a antes de 1973. Aunque el Supremo tradicionalmente había sido una institución muy conservadora, entre 1954 y 1971 vivió su periodo más progresista, especialmente cuando lo presidió Earl Warren. Puso fin a la segregación racial y a la oración obligatoria en las escuelas; estableció protecciones para el derecho al voto; amplió las libertades civiles; legalizó el matrimonio interracial; estableció derechos de privacidad para el uso de anticonceptivos..

La reacción conservadora a esas decisiones, y a los movimientos sociales progresistas, se unió al combate contra programas de bienestar social del New Deal y contra la ampliación de la capacidad federal para regular la economía y los mercados. Y en esas circunstancias llegó ‘Roe v. Wade’.

La oposición al aborto, que tradicionalmente se centraba en los católicos, empezó a calar entre protestantes y evangélicos, y sus líderes religiosos fueron adaptándose a unos fieles cuyas posturas cambiaron conforme se elevaba la presión cultural a través de figuras como la activista republicana antifeminista Phyllis Schlafly. 

En esas circunstancias, Roe actuó como “catalizador”, según explica en una entrevista telefónica Amanda Hollis-Brusky, presidenta y profesora del Departamento de Política de Pomona College, en California,. “De ningún modo aquella decisión creó el movimiento legal conservador pero activó y sirvió para reclutar a evangélicos cristianos y católicos conservadores para que fueran participantes más activos en el Partido Republicano”, asegura la experta, coautora de ‘Separate but Faithful’, un libro sobre la organización de la derecha cristiana para cambiar la ley y la cultura legal.

Viendo a ese movimiento que aunaba a libertarios contra el poder del Estado y a conservadores culturales como “herramientas útiles para su poder”, las élites y los candidatos republicanos empezaron a “moldear su mensaje para atraerlos y retenerlos”. También, a nombrar jueces que pudieran hacer avanzar la agenda que reclamaba.

Es lo que hizo, por ejemplo, Richard Nixon, con su mensaje de ley y orden y apuesta por el constitucionalismo estricto. Logró colocar cuatro jueces en el Supremo, pero la corte no se movió. De hecho Harry Blackmun, uno de sus nominados, fue quien escribió la sentencia de Roe.

La Federalist Society

Cuando Ronald Reagan llegó a la Casa Blanca, en parte lo hizo aupado por votantes religiosos a los que prometió en campaña una enmienda constitucional para prohibir el aborto. Aunque ese empeño fracasó, el republicano había puesto en marcha su “revolución conservadora”. Y aquel fue un momento que se demostraría definitivo, con la fundación en 1982 de la Federalist Society por parte de un grupo de estudiantes de Derecho de Yale, Harvard y la Universidad de Chicago.

“Su meta era crear una organización que sirviera como una especie de contra-élite, un lugar donde pudieran crear el tipo de abogados y jueces conservadores que podían sacar adelante la contrarrevolución conservadora que veían que estaba sucediendo políticamente pero no estaba aún llegando a los tribunales. Crecieron con un sentido muy agudo de su propósito”, explica Hollis-Brusky, autora también de ‘Ideas con consecuencias’ , un libro sobre la sociedad.

Con su firme defensa del originalismo y textualismo en la lectura de la Constitución, que urge a respetar su intención y significado original, la Federalist Society siguió expandiendo su influencia, su presupuesto y su acceso a los círculos de poder republicanos. Decidió hacer también causa común con opositores al aborto que movilizaban votantes, una panoplia en la que juegan un papel fundamental organizaciones cristianas radicales y grupos como Focus on the Family, Americans United for Life, Family Research Council o Susan B. Anthony List.

En los años ochenta y noventa se siguieron viviendo tensiones entre el movimiento conservador y un dubitativo aparato republicano, y aunque tanto Reagan como George Bush padre nombraron jueces conservadores para el Supremo, tres de ellos apoyaron la decisión mayoritaria en Planned Parenthood v. Casey, el caso que en 1992 reafirmó el derecho al aborto y que ahora también se ha derogado.

Del Tea Party a Trump

La presión del movimiento legal conservador sobre el Partido Republicano fue haciéndose más fuerte y el giro definitivo político empezó a darse en 2010 cuando, dos años después de la elección de Barack Obama, el Tea Party y sus candidatos extremistas entraron con fuerza en el Congreso. Las guerras culturales tomaron un papel más dominante, los rediseños de distritos fueron agresivos y se intensificaron las alianzas con grupos religiosos y antiaborto, como National Right To Life, que desempeñaron un papel fundamental para lograr que el Supremo retirara los límites a la financiación de campañas con la sentencia ‘Citizens United’.

“Todo el mundo se quedó sorprendido porque no habían visto lo movilizados que estaban los cristianos, y sus grupos de lobi”, explica en entrevista telefónica la doctora Anthea Butler, presidenta del Departamento de Estudios Religiosos en la Universidad de Pensilvania y autora de ‘White Evangelical Racism’.

Todo lo que se fue gestando durante más de cuatro décadas llegó a su culmen en 2016 cuando Mitch McConnell decidió bloquear al candidato de Obama para el Supremo tras la muerte de Antonin Scalia y el candidato Trump hizo de la derogación de Roe y la nominación de jueces del Alto tribunal un punto central de su campaña, presentando una lista de nombres de candidatos preparados por la Federalist Society.

Con Trump llegó a la Casa Blanca, por ejemplo, uno de los responsables del grupo, Leonard Leo. También la conservadora Fundación Heritage. Y presidente se rodeó además, como recuerda Burke, “no de los líderes cristianos tradicionales sino de muchos de la Teología de la Prosperidad o pentecostales dominionistas, gente que tiene las creencias conservadoras contra el aborto pero que también cree que los cristianos deben estar en todas las áreas de poder, lo que llaman las siete montañas del poder: educación, gobierno, finanzas, entretenimiento...”. “Dio a los conservadores y a los cristianos blancos radicales lo que querían”, explica la experta antes de asegurar que “cuando los conservadores hablan de valores morales de lo que están hablando es de poder, poder, poder”.

Dentro de una ola republicana de legislación cada vez más restrictiva en los estados, los dominionistas y otros cristianos radicales fueron clave, por ejemplo, en la redacción de la restrictiva ley de Mississipi que limitaba el aborto a las 15 primeras semanas de gestación. Y ese es el caso que ha acabado llegando al Supremo. Con la confirmación de Neil Gorsuch, Brett Kavannaugh y Amy Coney Barrett, Trump asentó la sólida mayoría conservadora de seis jueces (todos vinculados a la Federalist Society). En total el republicano colocó a más de 200 jueces conservadores en tribunales federales.

Otros derechos en juego

Poco importa que la mayoría del país, según las encuestas, siga defendiendo el derecho al aborto, aunque sea con limitaciones o en determinadas circunstancias. En una nación extremadamente polarizada, los sondeos también muestran una división cada vez más radical en las posiciones al respecto entre demócratas y republicanos. Y con una judicatura finalmente cambiada y modelada a medida del movimiento legal conservador, que ha envalentonado a los legisladores y ejecutivos republicanos en la redacción y aprobación de leyes estatales que limitarán o prohibirán el aborto, ese movimiento ha logrado finalmente lo que buscaba.

Podría no ser su última victoria. “Cualquiera que diga que la sentencia se limitará a Roe y que la decisión redactada por el juez Samuel Alito se detendrá ahí es naif o hipócrita”, advierte Hollis-Brusky. “Los mismos que eran vehementemente antiaborto están con la misma vehemencia contra el matrimonio gay, contra los derechos de los gays o contra las mujeres teniendo relaciones sexuales antes del matrimonio”.

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