Guerra de Ucrania

El ‘caso Schröder’: ¿Qué debería hacer Alemania con los privilegios de los excancilleres?

El Bundestag retira la oficina parlamentaria al exjefe de gobierno socialdemócrata por sus lazos económicos y personales con Putin

El excanciller alemán, Gerhard Schroeder, en su comparecencia en San Petesburgo tras ser nombrado presidente de la petrolera rusa Rosneft.

El excanciller alemán, Gerhard Schroeder, en su comparecencia en San Petesburgo tras ser nombrado presidente de la petrolera rusa Rosneft. / periodico

Andreu Jerez

Andreu Jerez

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“Hace tiempo que renuncié al nombramiento para un puesto en el Consejo de Administración de Gazprom. Así se lo informé a la empresa. Por eso me asombran los reportes de prensa publicados con informaciones diferentes al respecto”. Así anunció Gerhard Schröder su adiós a la dirección de gigante gasístico ruso. El excanciller lo hizo en su perfil de la red social LinkedIn el pasado martes. El post generó un alud de reacciones y comentarios.

A finales de la pasada semana, fue otro consorcio energético ruso, Rosneft, el que confirmó el fin de los servicios de Schröder en su Consejo de Administración. La intermediación del excanciller socialdemócrata fue clave para la puesta en marcha y la finalización de proyectos energéticos millonarios como el Nord Stream 2, el gasoducto que conecta Rusia y Alemania directamente a través del Mar Báltico y que, previsiblemente, nunca entrará en funcionamiento a causa la invasión rusa de Ucrania.

Es el último capítulo del ‘caso Schröder’, el exjefe de Gobierno en vida más polémico de la República Federal de Alemania cuyas relaciones económicas con Rusia y su amistad con Vladimir Putin han abierto un debate sobre las privilegios con que los cancilleres cuentan tras su retirada de la vida política.

El que fuera canciller de Alemania entre 1998 y 2005 sólo ha concedido una entrevista desde el inicio de la invasión rusa: el diario estadounidense New York Times la publicó el pasado 23 de abril. En ella, Schröder se negaba a renunciar a sus puestos en empresas rusas y aseguraba seguir en contacto con Putin para en defensa de los “intereses alemanes”.

Decisión del Bundestag

Tras semanas de presión política y mediática, el Parlamento alemán ha tomado cartas en el asunto: el Bundestag ha retirado la oficina parlamentaria y el presupuesto público para pagar viajes y un equipo de empleados con el que Schröder contaba como excanciller. Seguirá recibiendo, sin embargo, la pensión de exjefe de gobierno – unos 8.000 euros mensuales – y contando con la protección de guardaespaldas pagados con dinero público.

Según confirmó a EL PERIÓDICO un portavoz del Gobierno federal, el presupuesto público destinado a la oficina de Schröder ascendió en 2021 a unos 419.000 euros. “Que excancilleres cuenten con una oficina que los apoyen en el desempeño de sus labores es una práctica de Estado aplicada durante años. Los fondos federales y el personal sólo pueden ser usados para esas actividades. En caso de cambios en la oficina y su personal, el presupuesto es adaptado”, añade la fuente gubernamental.

La decisión del Bundestag podría ser sólo la primera medida institucional contra la figura de Schröder. El Partido Socialdemócrata alemán (SPD) ha puesto en marcha un proceso interno de expulsión del excanciller. El Parlamento Europeo ha ido un paso más allá y pedido la aplicación de sanciones contra él, algo que el actual canciller alemán, el también socialdemócrata Olaf Scholz, rechaza. Otras voces dentro de la Coalición Semáforo que lidera Scholz – socialdemócratas, verdes y liberales – sí apoyan la sanciones personales contra Schröder. El asunto amenaza con convertirse en una nueva fuente de tensión dentro del Gobierno de coalición.

Desde el inicio de la guerra en Ucrania, los socialdemócratas alemanes enfrentan acusaciones de unas relaciones históricas demasiado estrechas con el Kremlin. La estrategia conocida en alemán como “Wandeln durch Handeln” (“transformación a través del comercio”) fue inaugurada por el SPD del canciller Willy Brandt durante la Guerra Fría como una forma de distender la tensión militar entre Occidente y la URSS. Lo que entonces tuvo éxito es considerado hoy como una estrategia fracasada en Alemania.

“Grave error”

El ‘caso Schröder’ ha provocado también que el Gobierno federal ponga en marcha una comisión para estudiar nuevas medidas para que “la dotación oficial de los antiguos cancilleres federales se efectúe en función del deber del cargo y no del estatus". Es decir, Berlín quiere evitar nuevos casos como el de Schröder, cuya actividad en el sector privado ha acabado colisionando con la razón de Estado alemana.

Gregor Schöllgen es probablemente una de las personas que mejor conozca a Schröder. Es su biógrafo oficial, amigo y colaborador durante décadas. Defensor histórico de su trayectoria y herencia política, Schöllgen no duda ahora en criticar a Schröder: “Tras el asalto de Rusia a Ucrania, no debería haberse quedado en una condena general de la guerra, sino que tendría que haber renunciado a todos sus cargos y distanciado de Putin de manera inmediata, pública e inequívoca”, escribe el historiador y periodista en su web personal. “Gerhard Schröder ha cometido un grave error. No obstante, él no tiene una responsabilidad directa ni indirecta de esta guerra. Tampoco deberíamos olvidarlo”.