Insipirados en Otawa

La policía de París logra mantener bajo control los 'convoyes de la libertad'

Unos 500 vehículos llegan a los Campos Elíseo en un acto pacífico en el que se han dado 54 detenciones

Militantes de los "chalecos amarillos" y antivacunas convergen en esta heterogénea movilización de protesta

Llegan los "convoys de la libertad" a París

Llegan los "convoys de la libertad" a París. /

Enric Bonet

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Una ligera reminiscencia de la revuelta de los 'chalecos amarillos' a finales de 2018. La calma había reinado toda la mañana en los Campos Elíseos de París, controlados por un amplio despliegue policial. Pero cerca de la una del mediodía aparecieron los primeros vehículos con sus tripulantes ondeando banderas francesas. Bajo gritos de "Libertad, libertad", centenares de manifestantes ocuparon la zona del Arco de Triunfo, que ya sirvió hace unos años de escenario de las bulliciosas protestas contra el presidente Emmanuel Macron. Pese a la presencia de más de 7.000 agentes, los "convoyes de la libertad" han penetrado este sábado en la capital francesa y bloqueado durante varias horas la famosa avenida parisina.

"Estamos en contra de las políticas liberticidas de Macron, es un presidente colocado por los oligarcas", asegura en declaraciones a EL PERIÓDICO Walter Iachemet, de 60 años, presente entre los varios centenares de manifestantes que irrumpieron este mediodía en los Campos Elíseos. Este restaurador de pianos, oriundo de Toulouse y militante de los 'chalecos amarillos', formó parte de la columna de manifestantes que partió el miércoles desde la capital de la región de Occitania. Inspirados por los convoyes de camioneros que lograron bloquear Otawa, denuncian el uso omnipresente del pasaporte de vacunación y otras restricciones de libertades para frenar el covid-19, así como la pérdida de poder adquisitivo, acentuada por la actual crisis energética.

Estos "convoyes de la libertad" partieron el miércoles en coche, caravana o vehículos compartidos de ciudades como Niza, Bayona o Perpinyà. Su destinación final es una manifestación el lunes en Bruselas. Unos 3.000 vehículos, según fuentes policiales, —seguramente unos cuantos más en realidad— llegaron este sábado en París. Para evitar que bloquearan los accesos en la capital, las autoridades desplegaron un dispositivo parecido al de las jornadas más agitadas de los 'chalecos amarillos'. Realizaron numerosos controles en las carreteras y multaron a 337 personas con sanciones que ascienden a 135 euros. La policía habría realizado hasta 54 detenciones.

"Joder a Macron"

Los manifestantes, autoorganizados a través de grupos de Facebook y Telegram, consiguieron burlar los controles policiales y alteraron la circulación de manera temporal en la zona del Arco de Triunfo, en el noroeste de la capital francesa. También se unieron en las filas de las varias protestas antivacunas y contra las políticas del ejecutivo macronista, que reunieron a varios miles de personas en París. Con el lanzamiento de gases lacrimógenos y granadas de dispersión, centenares de antidisturbios dispersaron a los manifestantes pacíficos, sin que hubiera grandes enfrentamientos, aunque los agentes rompieron las ventanas de algunos vehículos.

"Nuestro objetivo solo es emmerder ("joder", "hacer la vida imposible") a Macron —en referencia a las polémicas declaraciones del joven presidente contra los no vacunados—. Si él nos dice una cosa, vamos a hacer todo lo contrario", reconoce Vanessa Saligre, de 51 años, empleada en el sector inmobiliario y militante de los 'chalecos amarillos' en París. Como la mayoría de los manifestantes, no estaba vacunada contra el covid-19: "Pero no lo hice por motivos de salud, sino por mi oposición a las autoridades". "Tengo la sensación de que me han quitado mi condición de ciudadano", sobre las consecuencias de no haberse vacunado, lamentaba Jean-Pierre de Jauleau, 58 años, quien participó en uno de los convoyes procedentes de Toulouse y explicaba haber militado a favor de Macron en 2017.

"Un malestar general"

La mayoría de manifestantes coinciden con su oposición a las élites y la clase política. En cambio, la xenofobia y el ultranacionalismo, propios de la extrema derecha, están pocos presentes en su discurso. Los motivos de su indignación "parecen más amplios que las restricciones sanitarias, se trata de un malestar general", destaca el sociológo Aldo Rubert, profesor en la universidad de Lausana y quien prepara una tesis doctoral sobre los 'chalecos amarillos'. "Muchos de los manifestantes me han dicho que han revivido el ambiente de noviembre de 2018", añade este experto, que viajó con uno de los "convoyes" a lo largo de esta semana.

"Todas las restricciones sanitarias y la obligación de vacunarse han sido percibidas como una provocación por aquellas clases medias bajas que compusieron las filas de los chalecos amarillos", sostiene el sociólogo Louis Chauvel, profesor en la universidad de Luxemburgo y experto en el fenómeno del desclasamiento en la sociedad gala. "Las preocupaciones de estos sectores de la población eran defendidas antes por los sindicatos y las organizaciones profesionales. Pero con el declive de estos colectivos, ahora se sienten solos ante sus desgracias", añade. Lo que favorece la emergencia de movimientos autoorganizados, sin líderes y con cierto aroma anarquista como los "chalecos amarillos" o estos "convoyes".

A diferencia de lo que sucedió con la revuelta de 2018, este malestar, al estar en parte relacionado a la negativa a vacunarse en un país con un 80% de la población inmunizada, no parece que vaya a conectar con el sentido común de la mayoría del país vecino. Macron hizo el viernes una "llamada a la calma", apenas un mes después de haber dicho que quería emmerder a los no vacunados. Unas declaraciones que ahora parecen innecesarias, aunque las fuerzas de seguridad evitaron el bloqueo de la capital, sin grandes incidentes.