Crisis sanitaria global

El covid quiebra a Libia y ahonda la crisis humanitaria

El país encara una nueva oleada de la pandemia ansiando estabilidad, tras años de guerra civil entre el Gobierno de Trípoli y las fuerzas del general Hafter

Las infraestructuras hospitalarias del país norteafricano a duras penas consiguen dar abasto ante el aluvión de enfermos

El doctor Salah Alkaber atiende a un paciente con covid.

El doctor Salah Alkaber atiende a un paciente con covid. / RICARDO GARCÍA VILANOVA

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El aeropuerto de Mitiga da servicio a Trípoli, y es una de las dos puertas internacionales con las que cuenta Libia, país en guerra desde hace una década, para aquellos ciudadanos que peregrinan a países a los que pueden viajar sin necesidad de un ansiado visado Schengen, que abre las puertas de Europa, Turquía y Túnez, cuando el régimen de apertura de fronteras por covid lo permite. 

El viaje para llegar a Libia en avión desde Europa es largo y oneroso; los precios se han encarecido sustancialmente, y los extranjeros pagan cinco veces más de lo que paga un libio por el mismo trayecto. La ruta a través de territorio de Túnez no es posible por el momento, y la única forma de llegar hasta el país norteafricano es vía Estambul, en vuelos que salen a altas horas de la madrugada y en los que hay que presentar de forma obligatoria un test PCR. Lo único que ha cambiado en los últimos 10 años años en Mitiga es que ahora una persona revisa estos certificados médicos a la entrada de la única terminal de llegadas internacional, junto a otras dos personas que desde dentro de una caseta revisan con un lector la temperatura para que ningún pasajero llegue con fiebre.

Libia fue de los últimos países en ser alcanzado por la pandemia mundial, pero finalmente llegó, y con fuerza. El nuevo Gobierno de transición, que cuenta por primera vez con tres mujeres en el Ejecutivo, a la espera de las elecciones que se anuncian para diciembre, no quiere más casos de coronavirus, razón por la cual ha decretado el confinamiento de Trípoli durante tres días en esta última semana. Ya lo hizo en los meses pasados, cuando la ciudad fue cerrada durante tres meses tras comprobarse que la población no respetaba las normas sanitarias establecidas. Ahora, Trípoli recuerda a esa ciudad desierta y fantasmagórica, sin presencia humana, de los días de la guerra de 2011. En aquel entonces, no se vio un alma durante varios días hasta el momento en que en la ciudad proclamó su liberación.

Paciente con covid recibe oxígeno en su casa a las afueras de la ciudad libia de Misrata.

Paciente con covid recibe oxígeno en su casa a las afueras de la ciudad libia de Misrata. / RICARDO GARCÍA VILANOVA

Las fronteras aéreas y terrestres con Túnez están cerradas porque "la situación en Túnez está descontrolada, no podemos arriesgarnos", explica un alto funcionario del Ministerio de Sanidad. Aún así ya tienen la nueva cepa del virus en casa. Mohamed explica que "se tuvieron que llevar" a su hermano en unas horas a Túnez "porque aquí se moría".

Esta semana pasada se abrió un centro de vacunación en Trípoli en el que no hay que pedir hora. En la mayoría de los casos se inyecta la vacuna china, aunque también tienen de otros países, incluida Rusia. Llama la atención puesto que Moscú apoya al mariscal Khalifa Hafter, que inició esta última guerra civil en 2019 contra el Gobierno reconocido por la ONU en Trípoli.

60 puntos de vacunación

El citado centro se encuentra en el pabellón deportivo de Trípoli, donde se han instalado más de 60 puntos de vacunación. Hay dos puertas a la entrada, una para mujeres y otra para hombres, y es un ir y venir de personas que acuden a ponerse la ansiada vacuna. La infraestructura de salud pública del país se ha deteriorado mucho en estos últimos 10 años, por eso ahora hay muchos centros sanitarios y hospitales privados para quien puede permitírselo. Oficialmente, Libia ha contabilizado 274.453 casos de infección por covid, con un total de 3.811 muertes desde el comienzo de la pandemia. Las autoridades sanitarias dijeron la semana pasada que habían vacunado a 788.116 personas hasta el momento en una nación de poco más de siete millones.

Ahmed explica que pasó el covid "sin apenas síntomas". "Me tomé las medicinas y me puse bien. Últimamente muere mucha gente por falta de información. No hay datos. El Gobierno solo contabiliza los que mueren en el hospital; el resto, no", una circunstancia que recuerda a lo vivido en Europa en 2020, cuando no se tenía conocimiento de las cifras reales y totales de defunciones por covid.

La pandemia se combate en diferentes frentes y mediante distintos métodos. En Misrata, donde los hospitales ya no tienen capacidad para dar cobertura a más enfermos, se han creado equipos especiales de médicos que visitan casa por casa a los pacientes. El doctor Salah Alkabeer es uno de esos médicos que cada noche cumple con esa misión. Se desplaza en un coche y atiende a los pacientes, a los más graves se les traslada en ambulancia, y a los otros se les trata en sus casas. En este caso, el paciente lleva varios días con la enfermedad y el doctor le toma una muestra de sangre, le mira la concentración de oxígeno en la sangre y se asegura de que la bombona de oxígeno a la que está conectado el paciente esté a pleno rendimiento. "La situación ha empeorado mucho estos últimos días, después del Ramadán todo se precipitó", explica.

Con el fin del mes de ayuno, las familias se congregan, dando origen a la ola de contagios que se vive ahora. Mohamed, un ingeniero de 57 años que vive en Trípoli, explica que "cuando empezó la enfermedad, al principio la gente se protegía, pero al cabo del tiempo la gente se olvidó de lavarse las manos, de ponerse la máscara... Fue cuando el Gobierno empezó a tomar las medidas. Primero cerraron escuelas, después las mezquitas, los deportes y la cultura". Pero todo eso no evitó la propagación de la pandemia.

Un aparato muestra la baja saturación de oxígeno en sangre del paciente de covid al que atiende el doctor Salah Alkaber.

Un aparato muestra la baja saturación de oxígeno en sangre del paciente de covid al que atiende el doctor Salah Alkaber. / RICARDO GARCÍA VILANOVA

Colas en los hospitales

Esta campaña de vacunación es una de las medidas aprobadas por el Gobierno, pero lo cierto es que Libia está experimentando un pico de contagios. La gente hace cola en los hospitales para poder hacerse una PCR en un país en el que los test deberían ser gratuitos en la mayoría de hospitales públicos. También es posible hacer tests privados para los que tienen que viajar fuera del país; se obtienen los resultados en unas cuatro horas por 200 dinares libios, unos 37 euros en el cambio del mercado negro, el más habitual.

Pese a que la pandemia arrecia, el día a día sigue como en cualquier ciudad europea. Los restaurantes funcionan en formato de 'take away' y solo es posible sentarse y tomar algo en terrazas al aire libre. Llevar la mascarilla no es obligatorio, y depende del barrio o zona de Trípoli o Misrata hay más o más o menos personas llevándola. 

El doctor Taher Handani, un médico libio que durante la guerra de 2011 fue cirujano de combate y voluntario en Italia en los peores momentos de la pandemia, se ha convertido hoy en la punta de lanza de la organización de la lucha contra el covid en su país, con toda la experiencia adquirida en esos meses en el país transalpino

"Al principio, la gente tenía poco conocimiento sobre la pandemia y los médicos también tenían dificultades para tratar con pacientes que no tenían suficientes datos e información sobre la enfermedad, por lo que la situación era un poco aterradora", explica. La abuela del doctor fue una de las víctimas del covid y como en todos los países de mundo las infraestructuras médicas sufrieron una saturación, como cuenta el doctor. "La pandemia tuvo un gran impacto negativo en las personas que padecían enfermedades crónicas porque tenían acceso limitado o prácticamente nulo en los servicios de salud durante la pandemia". continúa. Trípoli parece que encara esta nueva etapa de la pandemia ansiando la esquiva estabilidad. "Lo único que queremos es que se vayan todos los países y nos dejen gobernar el nuestro", sentencian la mayoría de libios.

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