Nueva vía marítima

'Kanal Istanbul': el proyecto faraónico de Erdogan

El presidente turco inicia este mes de junio las obras de su último macroproyecto, que sustituirá al estrecho del Bósforo

Ecologistas, académicos y opositores avisan de que supondrá una catástrofe social y medioambiental para Estambul

Una persona contempla el tráfico marítimo en el estrecho del Bósforo.

Una persona contempla el tráfico marítimo en el estrecho del Bósforo. / ADRIÀ ROCHA

Adrià Rocha Cutiller

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Miray dice que no sabe, que podría que pasase justo por aquí, justo por encima, o por allá, detrás del monte, o por allí, como dicen muchos en el pueblo, a través del cementerio, pero que ella no lo sabe aunque le gustaría, porque estar así, sin saber, esperando, no es fácil.

Esta joven habitante de Baklali, al noroeste de Estambul, se refiere al proyecto más ambicioso de la historia de la República de Tuquía: el 'Kanal Istanbul'. Cuando el presidente, Recep Tayyip Erdogan, lo anunció en 2011, habló de él como su "proyecto loco", y no es para menos. Este nuevo canal circulará a 30 kilómetros de distancia del centro de Estambul -del estrecho del Bósforo- y tendrá 45 kilómetros de longitud que serán bañados con una nueva ciudad de lujo con villas, residencias, resorts, centros comerciales, salones de convenciones, galerías de arte y hoteles en sus orillas. Con la tierra que se excave de los terrenos, se construirán un par de islas artificiales en el mar de Mármara. Cuando el canal sea una realidad, la península histórica de Estambul, la antigua Constantinopla, dejará de ser una península.

Habitantes de Estambul pescan en el estrecho del Bósforo.

Habitantes de Estambul pescan en el estrecho del Bósforo. / Adrià Rocha Cutiller

Ante la falta de información sobre cómo les va a afectar, en Baklali tan solo pueden esperar. "Es lo único que podemos hacer. Esperar y estar atentos a lo que dicen y a lo que hacen. Nos dicen que no nos echarán, pero luego nos dicen que sí, y que el agua pasará justo por encima nuestro. Luego nos dicen lo contrario, y ya no tenemos nada que hacer, ni sabemos nada. Lo único que tengo claro es que no vendrá nada bueno", dice Miray, de 23 años, que se encoge de hombros pero mantiene la mirada irónica.

Desde que el proyecto se anunció hace 10 años, todo ha sido una incógnita: no se sabía si Erdogan lo haría o no. Pero este 2021, con la crisis del covid y ante la necesidad de marcar perfil económico, el presidente se ha lanzado a ello. El carguero varado en el canal de Suez sirvió como excusa y la primera semana de junio anunció que a finales de este mes empezarán las obras. Ya está todo listo. "Construiremos dos ciudades en las dos riberas del canal, y si hay gente a la que le molesta el proyecto, que así sea y que no molesten; no nos pararán", dijo Erdogan.

Miray observa a los animales de su granja, situada en unos terrenos susceptibles de formar parte del 'Kanal Istanbul'.

Miray observa a los animales de su granja, situada en unos terrenos susceptibles de formar parte del 'Kanal Istanbul'. / Adrià Rocha Cutiller

Decir y hacer

creo que va a hacer el canalpensamos resistirvacas, búfalas, gallos, gallinas y patos

"Este proyecto es un canal de hormigón. Nada más. Es un proyecto de construcción, de inmuebles. Está politizado y no hay transparencia. Al Gobierno solo le importa una cosa: 'money, money, money'"”, aseguró, en una rueda de prensa el mes pasado el alcalde de Estambul, el opositor Ekrem Imamoglu.

"Construiremos dos ciudades en las dos riberas del canal, y si hay gente a la que le molesta el proyecto, que así sea; no nos pararán"

El Gobierno turco justifica el proyecto con una idea simple: el estrecho del Bósforo, que divide Estambul por la mitad, está demasiado lleno. En 2019 -el último año prepandemia- lo cruzaron 41.112 barcos; o lo que es lo mismo, 113 al día. Un nuevo canal a 30 kilómetros de distancia, asegura Ankara, serviría para aligerar el tráfico y reducir el riesgo de accidentes.

Los expertos, sin embargo, dudan. "Hemos hablado con algunos capitanes y ellos no esperan que haya mucho cambio porque los cargueros no preferirán esa vía alternativa, porque no será ni más corta ni más segura que el Bósforo", asegura la ecologista Duygu Dag, miembro del Centro para la Justicia Espacial.

Según la experta, el canal no cambiará el tráfico marítimo; sí todo lo demás. "Estoy en contra de este proyecto porque significará la destrucción total de la ecología de Estambul. Dañará muchos ecosistemas, la parte norte de la ciudad, donde están los bosques y los recursos de agua dulce. Dañará las zonas agrícolas, las zonas rurales, los ecosistemas marinos, la costa... Todo quedará dañado", vaticina la ecologista.

"Estambul es una ciudad en sequía, que tiene que importar agua potable porque las fuentes de agua dulce de la ciudad no son suficientes. Y este canal pasará por una de estas fuentes de agua dulce, la presa de Sazlibosna, que se convertirá en agua salada. Sazlibosna son cerca de 25 días de suministro de agua para toda la ciudad. Lo estamos regalando a la nada", dice Dag.

"Nadie nos ha dicho absolutamente nada. No sé si esto del canal acabará siendo bueno o malo. Si pasa por aquí, ¿nos dejarán quedarnos?"

Miray no sabe qué es mejor. Vender, abandonar y buscar otro sitio o aguantar y tener la posibilidad de perderlo todo: "Si vendo mis tierras, ¿qué trabajo voy a hacer? ¿Qué hago? ¿Adónde voy? Nuestra familia está en Baklali desde el abuelo de mi abuelo. Aquí toda nuestra vida hemos trabajado con los animales. Si vendiésemos nuestras tierras, ¿qué podríamos hacer? Este es nuestro sustento". El Gobierno no les da ninguna alternativa.

"La cuestión es simple", resume Oktay Teke, alcalde del pueblo de Sazlibosna y propietario de una agencia inmobiliaria dedicada exclusivamente al nuevo canal: "La gente está dividida. El 50% de la gente del pueblo, los que tienen tierras en propiedad, están contentos; ganarán dinero vendiéndolas. El 50% restante, los que tienen granjas y animales, lo tienen mucho más difícil, y pueden perderlo todo. Estos están en contra".

Dudas

La duda le carcome
Patos y gallinas en la granja de Miray.

Patos y gallinas en la granja de Miray. / Adrià Rocha Cutiller

Ellos, a diferencia de las obras, que tienen que empezar ya, no tienen mucha prisa. "Nadie nos ha dicho absolutamente nada. No sabemos nada. No ha venido nadie y estamos aquí esperando. Nos enteramos de las cosas por lo que vemos en la televisión, por lo que dice Erdogan. De hecho, no sé si esto del canal acabará siendo bueno o malo. No lo sé. Si el canal pasa por aquí, ¿nos dejarán quedarnos?", pregunta uno de ellos, de edad avanzada. "No, no. Claro que no. Es imposible", contesta el otro, más joven, antes de continuar: "Yo lo que tengo claro es que quiero que termine todo esto. Si tiene que pasar, que pase; y si no tiene que pasar, que no pase. Pero estar así, sin saber nada, es horrible".

El viejo apura su té, ya templado, se levanta y se va a rezar. "Bueno, hijo... con el covid y todo lo demás... a mí la verdad es que ya me da un poco igual. No creo que vaya a ver el canal".

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