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Annalena Baerbock: ¿una Merkel verde?

La candidata de Los Verdes a dirigir el Gobierno federal es una política pragmática muy bien preparada, como la actual cancillera

La líder de los ecologistas se crio en una granja y su carrera política ha sido meteórica, en nueve años se ha puesto al frente del partido

Angela Merkel y Annalena Baerbock

Angela Merkel y Annalena Baerbock

Andreu Jerez

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Angela Merkel y Annalena Baerbock no esconden su buena relación: la mandataria democristina y la candidata de Los Verdes a la cancillería se han dejado ver en varias ocasiones charlando largo y distendido en el Bundestag, a la vista de todo el hemiciclo y con las cámaras de televisión apuntando hacia ellas. Cuesta imaginarse que esa imagen no haya sido reflexionada previamente por ambas en el actual escenario político de sobreexposición mediática.

“Candidata Baerbock: una Angela Merkel en verde”, titulaba recientemente un diario local alemán. La comparación no sólo se basa en el conservador centrismo de Merkel y en el ecoliberalismo -conservador en algunos aspectos- de Los Verdes; analistas políticos observan similitudes entre ambas: “Las dos son mujeres, las dos son muy pragmáticas, siempre están muy bien preparadas, hasta el último detalle, y no comparecen de forma emocional”, dice Lisa Caspari, periodista del semanario 'Die Zeit' que cubrió la información de Los Verdes durante seis años.

La nominación de la candidata fue un movimiento estratégico que se hizo esperar y sobre el que cundió el celo más absoluto: durante meses, los medios especularon sobre si ella o su compañero en la presidencia bicéfala de Los Verdes, Robert Habeck, encabezaría la lista ecologista.

El movimiento apunta a ser acertado: la nominación oficial de Baerbock a finales del pasado abril supuso un golpe de efecto innegable en las encuestas de intención de voto, en las que Los Verdes comenzaron a escalar. Es, además, la única mujer con posibilidades reales de llegar a la cancillería: enfrente tiene al democristiano Armin Laschet y al socialdemócrata Olaf Scholz, ambos hombres de 60 y 62 años respectivamente y con una larga carrera política a sus espaldas.

Sin experiencia de gobierno

La candidata con la que Los Verdes pretenden hacer historia era una perfecta desconocida para la mayoría del electorado hace poco más de tres años. Su ascenso ha sido meteórico: con 28 años era jefa de Los Verdes en el estado de Brandeburgo; con 32, se convirtió en diputada federal; y con 37, ya codirigía su formación.

Creció en una granja de un pueblo cercano a Hannover, en el seno de una familia liberal, preocupada por la cuestión climática y opuesta a la energía nuclear. Licenciada en Ciencias Políticas, Derecho Público e Internacional en la Universidad de Hamburgo y con un máster por la London School of Economics, es madre de dos hijas. Vive con su pareja en Postdam, la capital de Brandeburgo cercana a Berlín.

La juventud y el dinamismo de Baerbock tienen una ‘cara B’: no puede aportar a su candidatura experiencia de gobierno. Esa debilidad debe ser complementada por Habeck, mayor que ella - 51 años - y que ocupó el ministerio de Agricultura, Medioambiente y Transición Energética en su estado natal, Schleswig-Hosltein.

Errores no forzados

Los errores no forzados en campaña, provocados en ocasiones por un excesivo ímpetu, también pueden jugar una mala pasada a la candidata verde en los cuatro meses que quedan hasta las elecciones: su reciente propuesta de prohibir los vuelos de corta distancia en favor del tren fue acogida de mala gana por una parte de la población. Con este tipo de movimientos, Los Verdes corren el riesgo de acentuar la impresión de ser un partido para élites académicas con ingresos medios y altos que se pueden permitir una vida acorde con el combate del cambio climático.

Una noticia conocida esta semana podría ahondar esa imagen: entre 2018 y 2020, la candidata verde no cumplió a tiempo con su obligación de declarar los ingresos adicionales a su salario como diputada federal. Estos ascendieron a 25.220 euros, como reconoció la oficina de la candidata verde. “Fue un descuido tonto”, dijo Baerbock.

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