Tensión diplomática

La brecha abierta por el Sáhara Occidental

La crisis entre España y Marruecos está ligada al conflicto en la excolonia española, que enfrenta desde hace más de cuatro décadas al reino alauí y a los independentistas saharauís del Frente Polisario

Varias mujeres acuden al XV Congreso del Frente Polisario, celebrado en la "región liberada" de Tifariti

Varias mujeres acuden al XV Congreso del Frente Polisario, celebrado en la "región liberada" de Tifariti / JAVIER MARTÍN / EFE

Kim Amor

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Las relaciones entre España y Marruecos nunca han sido fáciles, pero como países vecinos y con vínculos históricos, siempre han intentado limar asperezas. Unas veces con más éxito que otras. A excepción de Pedro Sánchez, todos los presidentes del Gobierno de la democracia, desde Felipe González, han llevado a cabo su primer viaje al extranjero a Rabat, lo que demuestra el interés por mantener una buena sintonía con el país magrebí. 

La crisis diplomática actual, sin embargo, ha abierto una brecha que será difícil de cerrar. La hospitalización en Logroño por coronavirus de Brahim Gali, líder del Frente Polisario, el movimiento independentistas saharaui, ha roto puentes, como muestra lo que ha ocurrido esta semana en Ceuta. La reivindicación del Sáhara Occidental como territorio marroquí es uno los pilares sobre los que se sostiene la monarquía alauí y para Rabat es sagrada e intocable. 

La estrategia de permitir y hasta alentar la entrada de emigrantes para presionar al Gobierno español no es nueva. La ideó y puso en marcha con gran habilidad Hasán II durante su reinado y la ha heredado su hijo, el actual monarca Mohamed VI. Pero esta vez Marruecos ha abierto el grifo a chorro.

Marruecos ocupa desde hace 46 años el Sáhara Occidental, un desierto pedregoso de 650.000 kilómetros cuadrados. El reino alauí controla la excolonia española desde que el agónico régimen franquista se vio forzado a cederle la administración de forma provisional. Pocos días antes, 350.000 marroquís habían respondido al llamado de Hasán II para que se dirigieran a pie, armados con la bandera nacional y el Corán, hacia la entonces territorio español, en la conocida como Marcha Verde. 

De nada sirvió que el Tribunal de la Haya y las Naciones Unidas declarasen nulo el pacto firmado en noviembre de 1975 y que la ONU considere al Sáhara Occidental un territorio en proceso de descolonización y a España como la potencia administrativa. Salvo el espacio aéreo, que está bajo el control de las autoridades españolas, el resto del territorio funciona como una provincia más de Marruecos, sin más. Basta con viajar a una de las ciudades de Sáhara para darse cuenta.

Referéndum pendiente

La mayoría de población saharaui fiel al Frente Polisario, mientras tanto, malvive en campamentos de refugiados en Tinduf, un pedazo de desierto cedido por Argelia. Funciona como un Estado, con su presidente y Gobierno. Se conoce como la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), que nació inspirada en la Cuba castrista –se la llegó a llamar la "Cuba del desierto"- y que sobrevive gracias a la ayuda internacional. 

España siempre ha mantenido una postura neutral sobre el conflicto -lo que irrita a Marruecos- apoyando los esfuerzos de las Naciones Unidas para hallar una solución que, a estas alturas, parece imposible. Ambas partes han llegado a mantener en todo este tiempo algunos contactos directos bajo los auspicios la ONU, pero todo ha quedado en papel mojado. 

Desde que Marruecos y el Frente Polisario firmaron un alto el fuego en 1991 –roto el pasado mes de noviembre- el organismo internacional ha intentado sin éxito poner a las dos partes de acuerdo para celebrar un referéndum de autodeterminación, para que la población saharauis de Tinduf y del territorio ocupado opte por la anexión a Marruecos o la creación de un Estado independiente. 

Con el tiempo, la posibilidad de celebrar la consulta se ha convertido en una auténtica entelequia. El escollo principal siempre ha sido el censo electoral. Todos los intentos por lograr una lista de votantes pactada, llevada a cabo por parte de la Misión de Naciones Unidos para el referéndum en el Sáhara Occidental (Minurso), han fracasado de forma estrepitosa. La Minurso mantiene su presencia en el Sáhara, aunque su relevancia es mínima.

Lealtad al reino

Durante todos estos años, además, Marruecos ha propiciado con incentivos económicos la llegada de colonos marroquís a lo que denomina sus “provincias del sur”. El Frente Polisario asegura que la proporción hoy en día de saharaus en el Sáhara Occidental es de tres sobre diez. Los que residen en El Aiún, la capital, viven confinados en los viejos barrios construidos en los años treinta por los españoles.

Pero no son pocos los saharauis promarroquís, que, por su lealtad al reino, disfrutan de prebendas, igual que los “retornados de Tinduf”, los que han acabado abandonado los campamentos de Argelia y se han instalado en las ciudades de la excolonia española. Parte del premio que reciben es una vivienda gratuita

Las aspiraciones de Marruecos lograron un gran impulso el pasado mes de diciembre cuando el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reconoció la soberanía del reino alauí sobre el Sahara Occidental como parte de un acuerdo para el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre el país magrebí e Israel. Marruecos fue el primer país en reconocer la independencia de EEUU en 1777.

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