GUERRA EN LA EXURSS
Alto Karabaj: Rusia sigue repartiendo el juego en el Cáucaso
Marc Marginedas
Periodista
Premio 'Cirilo Rodríguez' al mejor corresponsal en el extranjero (2013), Premi Nacional de Comunicació (2013) y Premio Luka Brajnovic de Periodismo (2019). Autor de 'Periodismo en el campo de batalla: 15 años tras el rastro de la yihad'. Protagonista del documental 'Regreso a Raqqa' (2022)
Marc Marginedas
Casi tres décadas han transcurrido desde la desaparición de la URSS, pero en la región del Cáucaso sur, en la antigua frontera sur del extinto imperio soviético, todos los caminos siguen llevando a Moscú. Y ello, pese a la aparición de potencias emergentes, como Turquía, o la existencia de díscolos estados que desean a toda costa emanciparse del Kremlin, como Georgia. Ésta es la conclusión que extraen la mayoría de los expertos y comentaristas una semana después del <strong>acuerdo</strong> firmado por <strong>Armenia </strong>y <strong>Azerbaiyán</strong> bajo mediación de Rusia para acabar con mes y medio de enfrentamientos armados en el disputado enclave del Alto Karabaj, combates en los que podrían haber perdido la vida hasta 4.000 personas, entre civiles y militares.
"Sin duda, el papel de Moscú en la región se refuerza", responde con contundencia a través del teléfono Stanislav Pritchin, investigador principal del Centro de Estudios de Asia Central, el Cáucaso y la región de Ural-Volga, además de colaborador del 'think tank' londinense Chatham House. "Ni Francia, ni EEUU, ni el Grupo de Minsk lograron lo que Rusia hizo en unas pocas horas: una acuerdo efectivo de alto el fuego" que detuviera la sangría humana y el "despliegue de un contingente de paz", en este caso ruso, para separar a ambos bandos, destaca el académico.
El denominado Grupo de Minsk fue formado en 1992 por la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) tras la guerra que enfrentó a ambos bandos a finales de los 80 y principios de los 90. Con una presidencia tripartita rusa, francesa y estadounidense, tenía la misión de impulsar una salida negociada al conflicto y congregaba a varios países con intereses en la región. El reciente acuerdo de Moscú, válido durante los próximos cinco años, en la práctica arrincona a este foro multilateral y a las potencias allí representadas -Francia o EEUU- reservando para Rusia, casi de forma exclusiva, el papel de mediador.
Contener la expansión de Turquía
Otro de los logros de la diplomacia rusa ha sido contener la expansión caucásica de Turquía, un país que apoyaba, incluso militarmente, a Azerbaiyán y con el que Rusia se enfrenta en otros escenarios bélicos como Siria o Libia a través de fuerzas aliadas locales. "Si uno lee con detenimiento el acuerdo, se especifica que las tropas de paz desplegadas en el Alto Karabaj serán íntegramente rusas; los militares turcos tendrán una función de monitoreo y se establecerán en Azerbaiyán, en ningún caso en el enclave disputado", sentencia Pritchin.
Todo ello sucede, además, manteniendo Moscú su capacidad de interlocución con un Gobierno azerbaiyano que, pese a su alianza con Ankara, sigue considerando a Moscú un "socio estratégico", a la vez que reforzando la dependencia de Armenia respecto a Rusia.
En Bakú, capital de Azerbaiyán, se ha valorado la cautela de Moscú a la hora de respaldar militarmente a Armenia, país con el que le vincula un acuerdo de defensa mutua. "A diferencia de los 90, Rusia no se ha involucrado" activamente en los combates, "aunque sobre el papel es aliada de Yereván" ha indicado a EL PERIÓDICO desde Bakú Tofik Abbasov, politólogo local. Incluso cuando el bando armenio llevaba las de perder, Moscú rechazó la petición de asistencia militar y se limitó a declarar que solo entraría en la guerra "si el territorio de Armenia internacionalmente reconocido era invadido", prosigue Abbasov. "Rusia es aliada de Armenia, pero seguimos considerándola un socio estratégico", concluye con satisfacción.
En el bando armenio, la "dependencia" respecto a Rusia se incrementa sustancialmente, valora el periodista y comentarista armenio Aik Jatatian. Algunas voces, incluso llegan a dudar de la viabilidad de este país, rodeado de enemigos, si no existiera el manto protector del Kremlin. Dicha circunstancia concede a Moscú un "papel decisorio" en la política interna local, máxime en un momento en el que el país está dirigido por un presidente, Nikol Pashinián, emergido de una revuelta popular -rebeliones que Moscú aborrece de forma epidérmica- y con el que el Kremlin mantiene importantes diferencias. "Desde que llegó al poder ha tomado muchas decisiones que incomodan a Rusia", constata Jatatián.
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