conflicto de intereses

Campesinos en guerra por el agua en México

Productores de nuez se apoderan de una presa para evitar que el Gobierno de México extraiga agua para Estados Unidos

en pie de guerra por el agua en  Chihuahua

en pie de guerra por el agua en Chihuahua / periodico

Aitor Sáez

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Los campesinos del centro-norte de México se hacen llamar ‘los vencedores del desierto’, porque lograron el desarrollo agrícola en una zona árida, donde ni los arbustos se atreven a levantarse ante el imponente calor. El milagro se alcanzó gracias a varias presas y una ingente cantidad de agua que hoy escasea.

En lo alto de la presa La Boquilla, la más grande del estado de Chihuahua, la única sombra es la de una bandera nacional que los productores izaron en señal de conquista, cuando a comienzos de septiembre tomaron las instalaciones tras fuertes enfrentamientos con los militares. Domingo Márquez custodia la coronación con un palo en la mano.

"Tenemos escasas lluvias, ahorita este año no ha habido lluvias. Y el Gobierno federal nos quiere dejar sin agua", se queja el pequeño nogalero, productor de nuez. Las autoridades se apoderaron de esa presa para entregar a Estados Unidos el monto de agua pactado en un tratado internacional firmado en 1944, por el cual ambos países deben compartir el aprovechamiento de los ríos fronterizos Bravo y Colorado.

México acumula un adeudo del anterior quinquenio, que si no cubre antes del 24 de octubre puede derivar en una renegociación del tratado que termine perjudicándoles, ya que el vecino del norte envía cuatro veces más agua, 1.800 millones de metros cúbicos anuales.

‘El agua de Chihuahua para los chihuahuenses’, reza una de las pancartas a la entrada del embalse ocupado para detener la extracción del líquido por parte del Gobierno federal. La sequía del último año ha vuelto el agua oro en esta lengua de desierto. “Ahorita esta presa está al 30% de su capacidad, y la de Las Vírgenes está al 10%, a punto de colapsar. Si el próximo año se termina, nos quedamos sin chamba (trabajo)”, reclama uno de los jornaleros cuyos patrones pagan ahora para secundar la protesta.

Ambiente bélico

Centenares de elementos de la Guardia Nacional (GN) blindan una represa cercana y la presa de Las Vírgenes, de donde siguen extrayendo agua para cubrir la deuda con Estados Unidos, una sexta parte del total a entregar. Varias barricadas de sacos de arena, espigas de madera y un cordón de antidisturbios parapetan el inusitado despliegue militar en esas instalaciones; reflejo de un mes de tensión ante un inminente nuevo choque con los productores.

“Esto es una guerra”, exclama otro de los productores apostado en Estación Consuelo, a 100 kilómetros al norte de la presa La Boquilla. De esa localidad era oriunda Jessica Silva, una joven hija de nogalero, supuestamente asesinada a balazos por la GN mientras regresaba de una protesta el 8 de septiembre. “Todavía no nos han dado respuesta, no han detenido a nadie, hicieron las pruebas de balística pero nada”, suspira su madre, Justina Zamarripa, sobre el compromiso del presidente Andrés Manuel López Obrador (Amlo) de investigar responsabilidades. La mujer de unos sesenta años arrastra los pies por la vía del tren, cortada desde hace un mes con una montaña de arena que levantó otro grupo de productores en ese punto.

Culpa de la nuez

Amlo acusó a grandes productores de nuez de sobreexplotar el agua de la región —en ocasiones, de forma irregular— y promover las protestas, que detrás esconden intereses de partidos opositores y del propio gobierno de Chihuahua en atacarlo. Así lo considera también uno de los líderes de la formación oficialista, Morena, en la zona, Rolando Padilla, quien agrega que “el nogal trae mucha lana (dinero)”.

Los abuelos de Domingo, como la mayoría en esta planície, se dedicaban al maíz, el frijol y la soya. Pero, tras la entrada de México en el Tratado de Libre Comercio con Canadá y Estados Unidos (1988), el precio de esos productos se desplomó y los agricultores encontraron en la nuez una lucrativa alternativa de negocio. También se incorporó la alfalfa, para abastecer de forraje al ganado de la potente industria lechera en regiones cercanas.

“Hubo un boom del nogal, porque era un poquito más redituable, con menos esfuerzo y menos trabajo —murmura Domingo mientras un par de vareadores escalan los veinte metros del árbol—. Una producción de maíz necesita un poco menos de agua”. Por una hectárea de nogal se generan ingresos de unos 7.000 euros, cinco veces más que con el maíz. Pero los cultivos de nogal consumen el doble de agua, una combinación catastrófica en una región desértica y en sequía.

Pese a dispararse en un 80% los campos de nuez del 2003 al 2015 y erigirse México como el mayor productor mundial, el cultivo implica una inversión a largo plazo con un riesgo elevado, puesto que el árbol tarda de diez a quince años en dar frutos. “Es como una pensión de retiro”, se dice entre los nogaleros, dispuestos a mantenerse en pie de lucha en un conflicto por el agua que amenaza con agravarse a cada temporada agrícola.

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