CARRERA A LA CASA BLANCA

El tren de Biden para recuperar a la clase obrera

El candidato demócrata, Joe Biden, en el tren en el que ha recorrido Ohio y Pensilvania.

El candidato demócrata, Joe Biden, en el tren en el que ha recorrido Ohio y Pensilvania. / periodico

Ricardo Mir de Francia

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las chimeneas de una fábrica metalúrgica despuntan sobre la hondonada boscosa que acuna la pequeña ciudad de Johnstown. Es miércoles por la tarde y las campanas de sus iglesias católicas repican desafinadas. No hace tanto tiempo esta fue una de las capitales del acero de Estados Unidos, pero de aquello no queda mucho más que nostalgia y viejos almacenes abandonados. "Él vio los buenos tiempos/Él vio los buenos tiempos", canta un dueto de folk en un bar de la calle principal. No hablan de Joe Biden, pero podrían hacerlo. El candidato demócrata nació hace 77 años en un pueblo minero de este mismo estado de Pensilvania, al que ha vuelto para tratar de recuperar al obrero blanco que fue determinante para que Donald Trump conquistara la Casa Blanca hace cuatro años.

"Yo veo el mundo desde Scranton, el lugar donde nací, y no es muy distinto a Johnstown", dice Biden desde el andén de la estación de tren. "Esta es gente a la que no le preocupa la Bolsa, le preocupa poner comida en la mesa cada noche". Después de muchos meses recluido en su casa de Delaware como precaución ante la pandemia, con contadísimos viajes para dar discursos sin público o dialogar con votantes a dos metros de distancia, el demócrata termina aquí la gira más ambiciosa de su campaña hasta la fecha. Un viaje en tren a través de Ohio y Pensilvania con seis mítines en menos de 24 horas, que llegan un día después de que se batiera con el presidente en el debate más caótico de la historia. Un debate que ha dejado retortijones a lo largo y ancho del país.

Automítines

"Fue una vergüenza. Trump sigue sin entender lo que significa ser presidente. No le importa la gente, solo lo que puede sacar de ella", dice Veronica Wilson, una pensionista de 64 años que ha venido a escuchar al demócrata. "Necesito un poco de esperanza en estos tiempos tan oscuros".

Este no es un mitin al uso. No solo se celebra en el recinto de la estación, en contraposición a los hangares de los aeropuertos que Trump utiliza a menudo, sino que los asistentes tienen que quedarse en sus vehículos. Como aquellos autocines de los años 80, han sido bautizados como automítines, un neologismo bastardo de la pandemia. Y solo se ha permitido la entrada de 70 coches. Los agraciados han tenido que echar mano de sus contactos políticos para conseguir una entrada. Abundan los sindicalistas y los familiares de dirigentes locales. Casi todos con canas.

Más que ilusión por el cambió, en el ambiente se respira urgencia y preocupación. El país está al filo de la navaja. "Las conversaciones con los vecinos se han vuelto difíciles. Cada vez hay menos tolerancia. Nadie esperaba que Trump dividiese tanto al país", dice la sindicalista Kimberly Kraynak. América, continúa, se está rompiendo en pedazos. "No sobreviviremos otros cuatro años". Nadie descarta que pueda haber violencia en las elecciones ante las artimañas que está cocinando el presidente y sus llamamientos a los suyos para que acudan a vigilar las urnas. Un escenario tan remoto como la guerra civil ha dejado de contemplarse como un disparate.

"Las conversaciones con los vecinos se han vuelto difíciles. Nadie esperaba que Trump dividiese tanto al país"

"Está fomentando el caos, pero nosotros que hemos estado en el Ejército tampoco tenemos miedo a coger las armas", replica su marido, Phillip Glover, vicepresidente de la Federación Americana de Empleados Gubernamentales, afiliada al principal sindicato del país. En la otra esquina de la estación, una furgoneta con banderas de Trump pasa una y otra vez junto al centenar de seguidores de Biden que no han podido entrar en el recinto. "Trump mintió, la gente murió", gritan los demócratas en alusión a su gestión de la pandemia.

Esta vez no llegará la sangre al río. Sí lo hizo en agosto, cuando una treintena de manifestantes de Black Lives Matter que iban de paso hacia Washington para participar en una marcha contra el racismo fueron tiroteados en las inmediaciones de Johnstown. Hubo al menos un herido. 

Para recuperar los estados industriales como Pensilvania, que votó por Trump tras haber respaldado a Obama en dos ocasiones, Biden ha planteado su campaña como un pulso entre "Scranton frente a Park Avenue". El trabajo duro del pueblo minero donde nació frente a la opulencia de la avenida neoyorquina donde se levanta la Trump Tower. Y como hizo su rival hace cuatro años, ha prometido incentivos para frenar la deslocalización de empresas o un compromiso para que el Gobierno gaste miles de millones anualmente para comprar productos industriales hechos en EEUU.

"Está fomentando el caos, pero nosotros tampoco tenemos miedo a coger las armas"

A su favor tiene las promesas incumplidas de Trump para resucitar el carbón y la industria. También las encuestas en estos momentos, pero no debería darlo por hecho. "Muchos hogares demócratas votaron por Trump porque creen que el partido los ha abandonado. Están frustrados porque económicamente y socialmente llevan tiempo pasándolo mal", dice Chip Minemyer, director de 'The Tribune-Democrat', el periódico local. "Además los republicanos están siendo más activos sobre el terreno". Por primera vez en la historia reciente, hay más votantes conservadores registrados en Johnstown que demócratas.

Señales preocupantes que han llevado al partido a levantar esta misma semana en varios estados las restricciones que impuso por el covid-19 a sus voluntarios para repartir puerta a puerta propaganda electoral y tratar de buscar nuevos votantes. Los republicanos nunca lo hicieron.

Suscríbete para seguir leyendo