NEGOCIACIONES SOBRE DESNUCLEARIZACIÓN

Pionyang jubila la moratoria de misiles ante la falta de avances en la negociación

Kim amenaza con retomar las pruebas atómicas y con un "arma estratégica"

Kim Joing-un, durante su alocución en el Comité Central del Partido de los Trabajadores.

Kim Joing-un, durante su alocución en el Comité Central del Partido de los Trabajadores. / periodico

Adrián Foncillas

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Sobre la península coreana se ciernen tormentas después de dos años de sosiego. Kim Jong-un ha finiquitado la moratoria voluntaria de lanzamientos de misiles intercontinentales, ensayos nucleares y otros desmanes que adoptó al inicio del proceso de desnuclearización. Inquieta que su discurso haya recuperado la retórica inflamada pero tranquiliza que no haya roto las negociaciones, atacado a Donald Trump ni cruzado ninguna línea roja; en la práctica despeja el balón al tejado del presidente estadounidense y le recomienda que acompañe las cumbres históricas, las fotos para la hemeroteca y las declaraciones solemnes de algo tangible.

Corea del Norte había aclarado que en el 2020 adoptaría una "nueva ruta" si no avanzaban las negociaciones. No hubo sorpresas en el discurso de este miércoles. Kim Jong-un desdeñó como inservible esa moratoria, anunció peligros nebulosos como una "acción traumática" y "una nueva arma estratégica", calificó de "gangsteriles" las demandas estadounidenses y denunció políticas "hostiles" como la venta de armas a Seúl y su terca negativa a levantar las sanciones que estrangulan su economía. "Colocaremos en alerta nuestra fuerza nuclear disuasoria para contener las amenazas de Estados Unidos y garantizar nuestra seguridad a largo plazo", terminó.

Kim Jong-un utilizó de altavoz el final del Plenario del Comité Central del Partido de los Trabajadores y no el discurso de Año Nuevo que tradicionalmente ha servido para anunciar al mundo sus intenciones. En el 2018, tras intercambiar durante meses amenazas de destrucción masiva con Estados Unidos, abrió la vía del diálogo que permitió el deshielo con Seúl y las conversaciones con Washington.

Réplica de EEUU

Trump aludió a su sintonía con Kim y a su compromiso por la desnuclearización. "Firmó un contrato, firmó un acuerdo", recordó, "y creo que es un hombre que cumple su palabra, pero lo comprobaremos ahora". También Mike Pompeo, secretario de Estado, se escudó en los compromisos y aclaró que su ruptura sería "decepcionante". "Esperamos que tome la decisión correcta, que elija la paz y prosperidad sobre el conflicto y la guerra", añadió.

Ocurre que ese acuerdo no existe. El único documento firmado por ambos presidentes fue un conjunto de declaraciones vacuas y grandilocuentes en la cumbre de Singapur que Trump glosó como históricas e irreversibles. Kim no se comprometió a renunciar a su arsenal nuclear sino a negociar su destrucción a cambio de contraprestaciones que se ha cansado de esperar. En la segunda cumbre de Hanoi, donde se esperaba la implementación de esa hoja de ruta, se levantaron ambos presidentes sin acuerdo y horas después se acusaron mutuamente de plantear pretensiones excesivas.

Corea del Norte exigió el fin de todas las sanciones a cambio de desmantelar su planta nuclear de Yongbyon, dijo Trump. Pyonyang aseguró que solo aludió a las sanciones civiles que castigan a su población. Fuentes diplomáticas consultadas por EL PERIÓDICO desvelan que Corea del Norte había repetido en las vísperas que solo aceptaría un desarme gradual y nunca la entrega inmediata de su arsenal, pero que Trump mantuvo la reunión confiando en que su presunta capacidad sobrenatural para los negocios vencería las reticencias norcoreanas.

Presión económica

El proceso sigue gripado desde entonces. Pionyang lamenta que Washington no haya relajado la presión económica a pesar del amontonamiento de gestos: la moratoria unilateral, la liberación de prisioneros estadounidenses, la destrucción de su principal silo nuclear, la entrega de los restos de soldados muertos… Y Trump exige medidas más briosas a Corea del Norte para aflojarle la soga económica.

Además del procedimiento, a ambas partes les separan las urgencias. El asunto es prioritario para Kim mientras a Trump se le adivinan preocupaciones mayores que un pequeño país del Lejano Oriente. Han fracasado todos los esfuerzos de Pionyang por llamar la atención del presidente estadounidense, quien ha menospreciado las decenas de misiles de corto y medio alcance lanzados en los últimos meses e ignorado el ultimátum de fin de año. No es un insulto menor para el ego norcoreano. En este contexto de tozudo autismo no extraña que Pionyang haya jubilado por inútil la moratoria que había adoptado dos años atrás para que el proceso fluyera. El conocido menú de misiles intercontinentales, ensayos nucleares y promesas de aniquilación amenaza con regresar a la península.