tensión en asia

La policía entra en el aeropuerto y se enfrenta con los activistas en Hong Kong

Trump dice que China está enviando tropas a la frontera con la excolonia británica y pide "calma" a las partes en conflicto

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Adrián Foncillas

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No abundan los precedentes de centenares de manifestantes inutilizando alegremente un aeropuerto sin ninguna oposición. Lo han conseguido este mediodía los activistas de Hong Kong que paradójicamente describen la excolonia como un estado policial y de libertades menguantes. La jornada subrayó el entendimiento utópico: el gobierno local pidiendo mesura y los jóvenes perseverando en su desafío.

A través de sus habituales tuits, el presidente de EEUU, Donald Trump, ha dicho tener información de los servicios de inteligencia estadounidenses que indican que China está enviando tropas a la frontera con Hong Kong, al tiempo que ha pedido «calma» a las partes en conflicto.

Dos días de caos, cientos de vuelos cancelados y miles de pasajeros abandonados a su suerte han sido necesarios para que la policía se dejara ver finalmente al anochecer. Su entrada desató la previsible batalla campal y a última hora los activistas seguían en las instalaciones detrás de las barricadas.

El aeropuerto había disfrutado de una calma efímera por la mañana.  Habían despegado algunos de los vuelos cancelados el día anterior pero la situación estaba lejos de regularizarse cuando los activistas empezaron a desparramarse por las terminales sin que el personal de seguridad pudiera impedirlo. Los jóvenes impidieron que los viajeros alcanzaran la zona de facturación y el caos a media tarde ya era suficiente para que las autoridades cancelaran todos los vuelos.

Nudo asiático

Las grabaciones muestran numerosas escenas de tensión con los iracundos pasajeros exigiendo su derecho a viajar ante la tozuda negativa de los jóvenes. Las confrontaciones con los turistas chinos del continente han sido especialmente virulentas. Los activistas han maniatado y mantenido detenido a un presunto espía chino durante horas, sin dejar que los médicos le atendieran a pesar de un par de desmayos. También han retenido a un periodista de un diario oficial chino. Durante horas ha habido lloros, histeria, peleas e impunidad a chorros sin que se viera un solo agente para poner orden en un cuadro de gravedad extrema.

El aeropuerto, que ejerce de nudo asiático y global, recibe a más de 200.000 pasajeros diarios. Su bloqueo, ubicuo en las portadas mundiales, torpedea la esencia de un territorio que depende del turismo y de su reputación como eficiente capital financiera. Es conocido el efecto devastador de las turbulencias sociales sobre viajeros e inversores.

Emprender el diálogo

La jefa ejecutiva, Carrie Lam, compareció una vez más pidiendo calma y el fin de la violencia para emprender un diálogo que aceite la solución. Su figura es ya irrelevante. Los activistas le niegan audiencia y le exigen una dimisión que Pekín ya le ha rechazado. “La violencia empuja a Hong Kong a una vía de no retorno y empuja a la sociedad a una preocupante y peligrosa situación”, ha alertado con ojos vidriosos. 

No es una advertencia gratuita. Cualquier gobierno perdería la paciencia ante un pertinaz desafío social de esta envergadura y el chino no es una excepción. Pekín ha repetido que confía en el gobierno insular para restablecer el orden pero tras diez semanas de crisis no caben dudas de su incapacidad. La televisión china ha mostrado  efectivos antidisturbios acuartelados en Shenzhen y prestos a cruzar la frontera cuando la situación lo demande. No existe ningún indicio que permita el optimismo en Hong Kong.