ENTREVISTA

Ben Rhodes: "Las bajas civiles y los drones atormentaban a Obama"

Ben Rhodes, ex-asesor de Obama en política exterior.

Ben Rhodes, ex-asesor de Obama en política exterior. / periodico

Ricardo Mir de Francia

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Ben Rhodes (Nueva York, 1977) se sumó a la campaña de Barack Obama como redactor de discursos cuando tenía solo 29 años, tras completar un máster en escritura creativa y trabajar en un laboratorio de ideas de Washington. Con el tiempo se convirtió en uno de sus principales asesores en política exterior. Lideró las negociaciones secretas con Cuba y escribió discursos célebres como el de El Cairo. Rhodes acaba de publicar ‘El mundo tal y como es’, unas memorias de su paso por la Casa Blanca que se leen como una disección no exenta de críticas de la política exterior de su jefe.

-El orden internacional se está desmoronando con el auge del nacionalismo populista. ¿Hasta qué punto es responsabilidad de Obama?

-Muchas de las fuerzas que han llevado a este nacionalismo llevaban años gestándose. La crisis financiera del 2008 creó una enorme inseguridad en Occidente y abrió una puerta al populismo. La guerra de Irak minó la credibilidad en el liderazgo de EEUU. El orden internacional tenía que cambiar y Obama trató de algún modo de cambiarlo al usar la diplomacia para afrontar problemas como el cambio climático, Irán o la relación con Cuba. 

-Pero no trató de reformar el inoperante consejo de Seguridad de la ONU, no hubo castigo para los banqueros tras la crisis e instituciones como el FMI aplicaron políticas muy controvertidas en países como Grecia…

-Internamente, su mayor error fue subestimar la oposición de los republicanos. Solo tuvimos dos años para aprobar leyes en el Congreso y eso hizo que no pudiéramos legislar en inmigración o infraestructuras, lo que hubiera servido para abordar algunos de los agravios que Trump explotó después. Internacionalmente, creo que tiene razón. Pensamos que era necesario reformar las instituciones internacionales, pero no lo priorizamos desde el inicio. Nos centramos en responder a la crisis y retirar a las tropas de Irak. En el segundo mandato se intentó algo más, pero la tendencia nacionalista ya estaba en marcha, particularmente en Europa. 

-¿Cuál fue la crisis internacional más difícil con la que tuvieron que lidiar?

Siria fue la más dolorosa porque no pudimos encontrar una forma de alterar la situación para reducir el coste humano del conflicto. Quizás, para mí, la más difícil fue Egipto. Al contrario que en Siria, allí teníamos cartas que jugar dada nuestra relación con el Ejército egipcio, pero nunca encontramos las herramientas adecuadas para respaldar la democracia y presionar a los militares y los Hermanos Musulmanes. Fue doloroso ver cómo desaparecía este momento de esperanza y volvía la dictadura militar con Al Sisi. 

-¿Quedará Siria como una mancha moral en el expediente de Obama, al igual que Ruanda quedó en el de Clinton?

-Habrá gente que siempre lo vea así porque la guerra sucedió durante su presidencia. En el libro argumento que hay poco que pudiéramos haber hecho diferente, aunque es una pregunta legítima. No basta tener buenas intenciones, necesitas opciones que puedan funcionar. En Libia entramos y sacamos a Gadafi, pero no lo hicimos en Siria. De haberlo hecho, posiblemente nos hubiéramos enfrascado en otra guerra. 

-Usted cuenta que Obama se llevaba bien con Medvedev. ¿Por qué no pasó lo mismo con Putin?

-Creo que malinterpretamos el nivel de alineamiento de Medvedev con Putin. Asumimos que Medvedev no hubiera cooperado con nosotros para reducir las armas nucleares, sancionar a Irán o entrar en la Organización Mundial del Comercio sin el respaldo pleno de Putin. Pero en cuanto este volvió a la presidencia cambió el tono y el rumbo. Sus políticas reflejaron 20 años de frustración, con la ampliación de la OTAN y la UE, con las guerras de cambio de régimen de EEUU en Oriente Próximo. Putin volvió decidido a hacer a hacer retroceder a EEUU y Europa. Nunca hubo una ventana para cooperar. 

-Ustedes bascularon hacia Asia para contener a China, pero nunca le plantaron cara como ha hecho Trump. ¿Se arrepiente?

-No. Trump se está enfrentando a China desde una posición mucho más débil. Nosotros trabajamos con sus vecinos para crear un frente común en asuntos como el comercio o las disputas territoriales. Pero al salirse del tratado comercial y ningunear las alianzas en Asia, Trump lo ha dilapidado. Ha planteado el pulso como una conversación bilateral, y Pekín está expandiendo su influencia por la percepción de que EEUU ya no es de fiar.  

-La Primavera Árabe presentó una gran oportunidad para impulsar el cambio democrático. Obama se subió al carro inicialmente, pero acabó apoyando a los dictadores y el estatus quo. ¿Le faltó valentía?

-Creo que llegó a la conclusión de que no se daban las condiciones en esos países para una transición rápida y relativamente estable hacia la democracia por la falta de instituciones y tradición democráticas, las rivalidades tribales o las preguntas que plantea el islam en la política. Desde que la violencia irrumpió en la Primavera Árabe, la única forma para EEUU de dictar los acontecimientos hubiera sido la vía militar y, tras una década de guerra en Irak y Afganistán, no había apoyo político ni popular en EEUU. 

-También dice en el libro que Netanyahu nunca quiso hacer nada por la paz. Otros presidentes utilizaron medidas coercitivas para presionar a Israel. ¿Por qué no lo hizo Obama?

-La política hacia Israel en EEUU ha cambiado mucho en las dos últimas décadas. El Congreso no nos hubiera permitido ejercer una verdadera presión sobre Israel, como hizo George H. W. Bush. El Partido Republicano se ha ‘fusionado’ con el Likud israelí. A Obama no le tembló el pulso para poner en evidencia a Netanyahu, pero gastamos todo nuestro capital político en el acuerdo con Irán. Hicimos el cálculo y pensamos que el acuerdo con Irán podía progresar, pero no un acuerdo de paz impuesto a Israel. 

-Usted negoció con Cuba. ¿Hay algo que Trump les pueda ofrecer a los cubanos para que abandonen a Maduro en Venezuela?

-Creo que se están equivocando. La máxima presión y los llamamientos al cambio de régimen juegan a favor de Maduro y su retórica. Aunque lograran el objetivo, Venezuela estaría tan rota que costaría mucho ponerla en pie. Yo hubiera intentado negociar con los cubanos y los militares venezolanos. Encontrar una fórmula para que no piensen que lo perderán todo si aceptan un Gobierno sin Maduro. Puede que sea una salida insatisfactoria, pero la realidad es que tienes al Ejército parapetado tras Maduro y los cubanos. Una negociación a varias bandas tendría más opciones de éxito y haría menos daño.

-Una de las políticas más controvertidas de Obama fueron los asesinatos extrajudiciales con drones, que dejaron muchas de víctimas civiles. ¿Se siente Obama culpable de esas muertes?

-Sí. A Obama le atormentaban las bajas civiles y el uso de los drones. Francamente, el uso de cualquier tipo de fuerza militar. A medida que avanzó su presidencia tomó más medidas para restringirlos y prevenir las bajas civiles. Dicho esto, creo que los drones son menos letales que los misiles de crucero o los bombardeos tradicionales. Había espacio para utilizarlos. Parte del problema es que una vez que nuestro Gobierno empieza a hacer algo, le cuesta dar marcha atrás. Podríamos haber hecho más para acabar con los drones, especialmente sabiendo que Trump nos sucedería, porque la naturaleza militar de la guerra contra el terror se ha agotado en muchos sentidos. 

-Obama definió su doctrina como “no hagas mierdas estúpidas”. ¿Cuál fue la estupidez más grande que ustedes hicieron?

-Siempre digo que parte de la doctrina es ‘no hagas estupideces’, pero la otra es ‘intenta hacer cosas inteligentes’. Nuestros mayores errores ocurrieron cuando hicimos las cosas a medias. Abrazamos la democracia en Egipto, pero nunca estuvimos dispuestos a presionar al máximo al Ejército egipcio. Dijimos que Assad tenía que irse, pero no estuvimos dispuestos a sacarlo a la fuerza. O lo haces o no lo haces. Ahora está pasando lo mismo con Venezuela. 

-¿Cómo ve el futuro con Trump? 

-Estamos viendo un rápido declive en la confianza hacia EEUU. Mi principal temor es que sea reelegido porque en ocho años puedes cambiar muchas más cosas que en cuatro al no tener que preocuparte por ser reelegido. Si Trump vuelve a ganar, me preocupa mucho el futuro de nuestras alianzas, de la OTAN, del apoyo a la democracia. El rumbo actual se acentuará mucho más y creo que el orden mundial dejará básicamente de existir tal y como lo conocemos.